¿Quién ayuda a Somalia?

Somalia puede ser uno de los países africanos más sometidos hoy por la crisis humanitaria generada por conflictos armados, y al mismo tiempo sequía e inundaciones. El fatalismo geográfico y político hace que esta nación sea vulnerable al caos social y que durante demasiado tiempo sufra hambre, migración, muerte.

Sin embargo, las noticias sobre esa parte del Cuerno de África no se salen mucho del entorno local, solo si se pronuncia una entidad importante como la Organización de las Naciones Unidas, y la Unión Africana; o si ocurre un hecho de impacto como una matanza multitudinaria, un escándalo de dimensión internacional, o alguna catástrofe. Es entonces cuando recordamos su existencia calamitosa, y convocamos con más fuerza a buscar resoluciones pacíficas y asistencia para los afectados.

Desde hace cuarenta años los poderes se encuentran fragmentados y cada cual tira para un lado distinto, lo cual genera desorden, insubordinación, inestabilidad en todos los sentidos, y si a esto se le suma el interés muy marcado de potencias extranjeras por posicionarse en tierras somalíes para aprovecharse de su ubicación estratégica para el comercio mundial, el contexto hace que sea imposible encaminarse, y que cada vez su pueblo se encuentre más atemorizado, al margen de la sociedad, al borde del descalabro.

Somalia no consigue prosperar, posee una frágil estructura política y socioeconómica, vive la proliferación constante de grupos armados que pujan por el poder y en esa lucha arrastran con la poca esperanza que queda para resolver los conflictos. Además de eso, como si no fuera suficiente, soporta extensos períodos secos contrastados por precipitaciones que acrecientan las penumbras por la falta de alimento.

Fotografía tomada de https://unsdg.un.org

En resumen, más allá de la frustración, es un país agobiado, desgastado, y no encuentra cómo salir del abismo donde se encuentra. El tema de la naturaleza no lo pueden evitar, y lo ideal sería poder tener una infraestructura fuerte para poder enfrentar sus consecuencias. Por tanto, para empezar, la guerra es lo único que está en sus manos, pero no parece haber voluntad real por terminarla.

Se trata de un Estado fallido con una creciente pérdida de autoridad, incapaz de proveer, mínimamente, los servicios básicos a los somalíes, ni garantizar su seguridad, y que, además, permite que de manera continua sean violados los derechos humanos porque no tiene control absoluto sobre el territorio.

Y así, entre el desgobierno, el infortunio, y la hambruna, Somalia es uno de los países más pobres del mundo, y suman ya millones de víctimas mortales y desplazados por la guerra. Es un país al que le costará desprenderse del entramado de corrupción que impera relacionado con el tráfico de armas, el sicariato, y el robo de recursos naturales. Desafortunadamente para el pueblo cuenta con la radicalización de grupos islámicos, la intromisión de fuerzas foráneas que aportan lo mismo armamento y entrenamiento militar, que colabora en generar tensión y diferencias internas que llevan, sin pausa, a nuevos altercados, a más destrucción y vulnerabilidad.