OPINIÓN: La tormenta, un día de elecciones
especiales
Antes de la llegada del huracán Rafael, miles de personas ya han sido evacuadas en Cuba hacia lugares seguros.
Mientras escribo estas líneas los ciudadanos estadounidenses eligen en las urnas, de manera indirecta, al 14vo presidente de la era que iniciara la Revolución cubana. La Feria cuatrienal que vende a los consumidores-electores un presidente termina hoy. Las mentiras o medias verdades, las sonrisas de estudio, los ojillos entornados, las muecas, los gestos que anuncian firmeza, las frases altisonantes, todo está ya empaquetado para que el votante escoja su producto. No importa que las mentiras sean escandalosas, o mejor si lo son, porque el impacto positivo puede ser mayor. Trump afirma impertérrito que los migrantes de Haití que llegan a Ohio se están comiendo los perros y los gatos de sus vecinos. Se comprueba que es falso, pero Trump repite su mentira una y otra vez. Después dice que han llegado millones de migrantes procedentes de prisiones y manicomios, y que la delincuencia en Venezuela ha disminuido porque ha enviado a sus criminales a los Estados Unidos. Harris también miente, pero sus mentiras son más convencionales y predecibles, y no ofenden a terceros. En eso Trump le lleva ventaja. La expectación es similar a la que produce un thriller de Hollywood, ¿cuál será el final?, ¿el norteamericano común dirá “miénteme que me gusta”?, ¿preferirá la mentira más impúdica?
No importa quién ascienda al trono del imperio, Cuba, conducida a una de las mayores crisis de su historia por la concurrencia de un bloqueo intensificado, una pandemia y varios episodios meteorológicos, será acosada y calumniada de una u otra manera. A pesar de ello, se alzará nuevamente y vencerá.
Unos días antes, en La Habana, los escritores y artistas cubanos, reunidos en su X Congreso, delineaban estrategias comunes para enfrentar la nueva ola colonizadora del imperialismo estadounidense en los ámbitos de la cultura. Muchos de ellos venían de las zonas afectadas por el huracán Oscar, a donde habían viajado en los más disímiles y a veces primitivos medios de transporte, para ofrecer sus habilidades o conocimientos a una población que lo había perdido casi todo, y necesitaba recuperar la esperanza. Una vez concluidas sus deliberaciones, planeaban regresar. Podría parecer un contrasentido, pero la cultura revolucionaria es esa, precisamente: la de la solidaridad, la del ser. No queremos la otra: “Las leyes americanas han dado al Norte alto grado de prosperidad, y lo han elevado también al más alto grado de corrupción —escribía Martí Lo han metalizado para hacerlo próspero. ¡Maldita sea la prosperidad a tanta costa!”
Hablaron los delegados al Congreso, interpusieron sus objeciones, sus previsiones. Hay que andar unidos como la plata en las raíces de los Andes: “Enfrentamos una guerra de dos dimensiones: por una parte, la guerra económica, diseñada para elevar las carencias a niveles extremos y quebrar la voluntad de todo el pueblo —comentaba el presidente Díaz-Canel—, y en paralelo, una guerra cultural que tiene un componente simbólico, como explicó Faya, un componente psicológico y un componente de intoxicación mediática, que se han armado en grandes operaciones por parte de los operadores de la contrarrevolución y que apuntan directamente contra la unidad de nuestro pueblo. Frente a esas amenazas, la cultura sigue teniendo un papel determinante en tanto es generadora de ideas y valores o espada y escudo de la nación”.
Unos días después, este martes de elecciones para el cargo de emperador, los cubanos no esperamos nada del imperio. Ni pedimos, ni ofrecemos nada que no sea nuestra buena voluntad, respeto a cambio de respeto. Escribo, mientras aguardamos por la entrada en territorio nacional de la nueva tormenta tropical devenida en huracán. Hemos asegurado ventanas, puertas, cristales, hemos ahorrado el agua disponible, los alimentos, puesto a cargar celulares, laptops y lámparas de baterías, alistamos velas. Un nuevo ciclón se acerca, pero estamos entrenados para enfrentarlo. Y también, para enfrentar las nuevas medidas unilaterales que adoptará el nuevo emperador electo. No es un día cualquiera, pero es un día como cualquier otro.
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