El poder de las emociones
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Fotografía tomada de https://www.elespectador.com
Somos seres emocionales. Las emociones nos dominan, son las que determinan nuestras reacciones a veces iracundas, llorosas, con dramatismo u otra sensibilidad. Así somos sin que podamos evitarlo, tan solo reprimirlo un poco conscientemente, aunque por dentro esté la verdadera agitación.
Probemos ver fotografías del pasado y comprobar qué nos provoca. Pasemos por un sitio donde alguna vez estuvimos. Escuchemos el nombre de una persona o una canción de modo aleatorio en la radio y experimentemos el retorno a un momento preciso de nuestras vidas. Todo está conectado a ese baúl de recuerdos y nostalgias sentimentales.
Las emociones están en todas partes, y cualquier experiencia puede despertarla. Ya sea un cuadro en el Museo Bellas Artes, un perfume. ¿Quién no ha vuelto la espalda caminando por la calle porque ha sentido la fragancia de su ser amado y se ha quedado olisqueando en el aire como si pudiera alcanzarlo? Un poco romantizado, pero ¿existe momento más emocional?
Seguramente todos estos ejemplos los dibujó en su mente como positivos. Se pensó viviendo momentos felices encontrando a un amigo después de mucho tiempo, descubriendo el olor del café y recordando con su sabor la casa de su infancia, volviendo a su juventud con los primeros acordes de “Nothing else matters”, y tanto más. Pero igual sucede en el otro sentido, con momentos negativos que desatan odio, tristeza, de todo, y a veces, hasta de “gratis”.
Sí, porque además de lo relacionado con las memorias, con lo que realmente nos consta que ocurrió, en ocasiones también sucede que una persona nos parece repulsiva de solo verla, de oír su voz, sin profundizar en su personalidad o comportamiento. Y de ese modo tan superficial nos hacemos un juicio. Esto también tiene que ver con las emociones, con lo que en el transcurso de la vida aprendimos qué entendemos como acertado o no, aunque sea un error sacar conclusiones de manera precipitada.
Lo mismo ocurre con un sitio que nos resulta tenebroso, o con muchos más contextos.
Pero así somos, a veces instintivos, básicos, y nos equivocamos con algunas percepciones sin poderlas explicar y nos llevan al otro extremo. Las emociones, entonces, modifican nuestra conducta. No solo nos despierta lo vivido, nos impulsa a actuar de una forma de acuerdo con el estímulo recibido, sino que nos convierte en pitonisas y adivinamos, con pocos elementos, qué es lo que tenemos delante, como si pudiera existir, de verdad, ese poder.
La única razón está en las emociones, que, sin duda, nos van guiando por la vida, a veces de manera correcta, dando en el clavo, otras con alta dosis de improvisación según nuestro aprendizaje, conceptos y apreciaciones.
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