La Revolución y la epopeya del pueblo
especiales
A 66 años de la alborada de enero de 1959, día que marca el triunfo de la guerra liberadora encabezada por el Comandante en jefe Fidel Castro, la Revolución cubana continúa su paso por la vida y por la historia con renovados bríos de epopeya, acompañada como siempre por la unidad y el heroísmo del pueblo, decidido a defender conquistas, principios y valores tan sagrados como la tierra natal y sus héroes.
Los connacionales lo supieron enseguida cuando el entonces joven líder del Ejército Rebelde lo afirmó en la heroica Santiago de Cuba, el primer día de gloria de aquel año. Se trataba esa vez de la Revolución de verdad, y no las frustradas lamentablemente antes, en la Guerra de los Diez Años, la del 95 y en 1933 por las que habían muerto los padres fundadores de la Patria y otros próceres.
Y ante el hecho irrefutable de la victoria también fueron alertados por el líder que los días más difíciles y duros podrían estar por venir, porque él sabía muy bien a qué enemigo poderoso nos enfrentaríamos en el cumplimiento del programa revolucionario y los sueños de justicia plena por conquistar.
Todos los que lo vivieron recuerdan la enorme belleza de aquel momento sin par en la historia del país y su significado se ha transmitido con orgullo de generación en generación.
A los enemigos que desde siempre se han esforzado inútilmente por acabar con la Revolución y su entorno, la epopeya de ayer y de hoy del pueblo cubano, les duele todavía el haberse estrellado contra los resortes de esa autenticidad y coraje.
Lo vergonzoso es la recurrencia imperial a las inauditas artimañas de la perversidad humana -el bloqueo económico, comercial y financiero, las agresiones e invasiones, los crímenes y sabotajes-, para intentar sacarse la espina doliente. Y no han podido con la voluntad de este pueblo, que ha sobrevivido enhiesto en medio del Caribe, por sus conquistas y logros innegables, su heroísmo y sacrificios innumerables.
Un acierto memorable de la población cubana es que bajo la conducción de Fidel comenzó a cumplir un programa transformador y de cambios radicales que hoy continúan preconizándose en medio de las difíciles condiciones impuestas por el cerco enemigo con la conciencia de que solo la unidad, el trabajo creador, la inteligencia y capacidad defensiva la hará avanzar y crear las condiciones de la sociedad justa y libre merecida.
Los combatientes del pueblo que a partir de esa fecha siguieron la ruta del legendario Comandante invicto, lucharon con él primero desde el corazón de la Sierra Maestra, la cadena montañosa más enhiesta del país, en el Oriente de la Isla.
Hubo tres batallas decisivas para aquel triunfo que marcó un antes y un después en la vida nacional: La batalla de Guisa, dirigida por el mismo Fidel al frente de la Columna Uno José Martí y las batallas de Santa Clara y de Yaguajay, encabezadas por Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos, respectivamente.
Estas formaron parte de la decisiva ofensiva final iniciada a mediados de 1958, que extendió la guerra emancipadora desde las serranías orientales hasta los llanos de toda Cuba.
Antes hubo una expedición amorosa y audaz de compatriotas venidos de México y el desembarco del yate Granma, cuyos sobrevivientes se internaron en la Maestra desde el 2 de diciembre de 1956.
Transcurrió también una lucha heroica en campaña rural y clandestina en ciudades como Santiago de Cuba, La Habana y Manzanillo, que fueron pilares para el apoyo a la guerra en las montañas.
Finalmente toda la nación respondió al llamado de la Patria.
La continuidad de un proceso revolucionario con etapas de concentración, organización y expansión muy definidas, en diferentes momentos de la historia, caracterizan las luchas de los cubanos por la independencia, léase primero descolonización, y luego la obra definitiva o carga para matar bribones clamada por tantos patriotas.
Todo renació con ardor desde los afanes de la llamada Generación del Centenario que el 26 de Julio de 1953 acudió a reivindicar la memoria del Maestro y por la justicia, protagonizando los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
La batalla económica sobresale entre los empeños que matizan la vida de la sociedad cubana, hoy castigada por notorias carencias y altos precios de bienes vitales del consumo, pero que sigue garantizando la educación para todos, los servicios de salud y otras conquistas modélicas.
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