Inculta cultura: No solo el “Salvaje Oeste”
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Uno de los entretenimientos favoritos en mi infancia era ver películas del Oeste norteamericano, ese entorno salvaje de los que emergían figuras como Hopalong Cassidy (William Boyd), canoso, todo vestido de negro, y el retaco Robert Steele (bostele, así lo pronunciaba), con revólveres a los que nunca se les acababan las balas.
Recuerdos gratos, familiares, de ese Salvaje Oeste del que nunca dudé de su existencia, hasta mucho después, cuando, con el paso del tiempo, supe que nunca existió, solo una treta ideada por quienes realmente gobernaban en Estados Unidos, entre ellos aquellos que lucraban con la venta de armas.
Nunca existió el valiente sheriff sacando el revólver más rápido que nadie y todo ese sinsentido en las películas de vaqueros que nos convencía a todos. Nada de ello ocurrió, porque los vaqueros eran realmente como la escoria de la sociedad que no podía conseguir un trabajo en otro sitio, y les contrataban para llevar algunas vacas. Pero los convirtieron en héroes para desarrollar esa imagen del Salvaje Oeste, cuando en realdad lo de salvaje se iba a extender al resto del del país dominado por personas que cultivaron la incultura de la violencia, de las armas.
Junto a ello vinieron los anuncios, diciendo algo como “Si tu hijo no tiene un rifle Winchester, no es un hombre de verdad, Si tu hija no tiene una pequeña pistola rosa, nunca será feliz”.
Pero esto en relación a las armas tiene algo más interesante, porque sirvió de ejemplo de cómo se debía desarrollar el sentido de la necesidad, indicó el economista político Thorstein Velen, quien señaló que, en esa fase de la economía capitalista, era necesario fabricar necesidades porque, si no, no podrían mantener la economía que generara grandes niveles de beneficio.
Y después llegó lo peor, al ratificarse en el 2008 por la Corte Suprema lo que llamaban derechos de la Segunda Enmienda, convirtiéndola en una escritura sagrada: el derecho a portar armas.
OBSOLETA, MAL INTERPRETADA
No es la primera vez que comentamos sobre esta Segunda Enmienda, pero creo necesario volverla a leer:
“Siendo necesaria una Milicia bien organizada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar armas no será infringido”.
Hasta el 2008, eso se interpretaba básicamente de la forma en que se lee, el sentido de portar armas era mantener una milicia. Salía (ex juez de la Corte Suprema) le dio la vuelta. No menciona ni una vez los motivos por los cuales los fundadores querían que la gente llevara armas.
Un motivo era que los británicos iban a venir. Eran el gran enemigo entonces del Estado más poderoso del mundo. EE UU apenas tenía un ejército permanente. Si iban a regresar, lo que de hecho hicieron, hay que tener milicias bien organizadas.
El segundo motivo era que era una sociedad esclavista. Éste era un período en el que tenían lugar rebeliones de esclavos por todo el Caribe. La esclavitud estaba creciendo enormemente tras la revolución. Había profunda preocupación. Los esclavos negros a menudo superaban en número a los blancos. Tenían que tener milicias bien armadas para mantenerlos bajo control.
Aún había otra razón. EE UU es quizás uno de los países de la historia que ha estado virtualmente en guerra todos los años desde su fundación.
O sea, ahora no existen esas razones por las que se debiera portar armas, pero eso ya no convenía decirlo, porque sobre los restos de los fundadores surgieron los comerciantes del letal producto, y hoy, si de algo se puede estar seguro, es que la inculta cultura de las armas dentro de Estados Unidos es grande.
Algunas marcas de ellas, como Remington, donaron municiones a los militares de Ucrania y muchas ofrecen programas de educación para adquirir responsabilidad a la hora de poseer un arma de diferente calibre. Videojuegos como Call Of Duty: Warzone, dan un espacio a recordar a los veteranos de guerra con eventos que se suscitan en días especiales.
Hoy día, con las continuadas masacres de Buffalo, Uvalde y Florida, entre muchas otras, el debate sobre el uso de armas dentro de la nación estadounidense está en boca de todos. La bipolarización no se hizo esperar, con personas diciendo que regular aún más el control de armas es innecesario y con otros expresando que el uso de las armas debe ser totalmente limitado a la población civil.
Pero sobretodo, y a pesar de los llamados bastante débiles del presidente Joe Biden, se impone la decisión de la conservadora Corte Suprema de mantener el porte de armas y hasta de manera pública, corroborando lo que dijera el ex presidente Donald Trump:
“La existencia del mal en nuestro mundo no es motivo para desarmar a los ciudadanos respetuosos de la ley. La existencia del mal es una de las mejores razones para armar a los ciudadanos respetuosos de la ley”.
O sea, armarse para combatir el mal, en una nación donde el 4% de la población mundial tiene el 40% de las armas del planeta.
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