Guatemala: Combate a la funesta herencia

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Guatemala: Combate a la funesta herencia
Fecha de publicación: 
17 Febrero 2024
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El presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, en su primera gira como gobernante en Alemania, donde aseguró su determinación de combatir la crisis de corrupción en el país. Foto PL

No tengo una explicación exacta, pero en el primer mes de gobierno del presidente Bernardo Arévalo casi no se han producido asesinatos ni extorsiones en la nación centroamericana y han sido descubiertos infinidad de casos de corrupción producto de la funesta herencia del anterior mandatario, todos los cuales se estaban cometiendo impunemente y que aun elementos de la Fiscalía tratan de ocultar.

Sin acudir a las medidas que en el vecino El Salvador se han llevado a cabo contra la delincuencia, Arévalo dispuso y logró el exitoso el cumplimiento de la requisa de armas y drogas en las principales prisiones del país.

"Guatemala sale adelante combatiendo las extorsiones, en estos días se han realizado nueve cateos en las cárceles para retirar el material ilegal con el que se realizan las extorsiones", declaró el mandatario.

Pero lo más llamativo en estos momentos es el descubrimiento de la amplia red de corrupción que tenía montada el ex mandatario Alejandro Giammattei en toda la nación, y en la que están implicados una enorme cantidad de funcionarios y legisladores, entre los cuales se encuentra uno conocido como “Miguelito”, sindicado como “novio” del ex mandatario, quien está casado.

Todos hemos oído y leído la resistencia de la todavía Fiscal General de la Nación, Consuelo Porras, a que Arévalo asumiera la Presidencia y llevara a cabo su programa contra la corrupción, y no era para menos. 

Las distintas instituciones del Estado fueron saqueadas por funcionarios del gobierno saliente en contubernio con políticos y empresarios sin escrúpulos. Y es que su mandato estuvo marcado por una vorágine de corrupción y abuso de poder que convirtió al Estado en una maquinaria del robo y la impunidad, dejándolo al borde de la quiebra.

Sus políticas favorecieron a los intereses de una élite corrupta, mientras millones de guatemaltecos luchaban por sobrevivir en la pobreza y la desigualdad. Las instituciones del Estado fueron cooptadas y manipuladas para servir a los propósitos del ex presidente, su círculo cercano o los más poderosos, convirtiendo al gobierno en un instrumento de enriquecimiento personal en lugar de un servicio público para el bienestar de la población.

Ministros, jueces, fiscales, diputados, empresarios, funcionarios públicos fueron manipulados y utilizados como peones en un juego de poder diseñado para consolidar su control autoritario sobre el país. La independencia y la imparcialidad de las instituciones fueron socavadas, mientras Giammattei tejía una red de complicidad destinada a asegurar su permanencia en el poder o de sus aliados, a cualquier costo.

Los recursos públicos fueron desviados hacia empresas y proyectos vinculados a funcionarios corruptos, mientras que los servicios básicos como la educación, la salud y la seguridad languidecían por la falta de inversión y atención adecuada. Los casos de nepotismo, favoritismo y malversación de fondos proliferaron, dejando a la mayoría de los guatemaltecos en la marginalidad y la desesperación.

SIGUE LA DESVERGUENZA

A un mes de entregar el cargo, el sistema judicial sigue exonerando y liberando a todas aquellas personas acusadas de actos de gran corrupción.

Y, por el contrario, aún siguen en prisión algunos que sufrieron persecución política por atreverse a denunciar la corrupción y el abuso de poder. Los defensores de los derechos humanos, los periodistas, y los líderes comunitarios fueron amenazados, acosados e incluso criminalizados por levantar la voz contra el régimen opresivo de Giannetti.

El legado del ex presidente no solo es una mancha indeleble en la historia de Guatemala, dejándola atrapada en las garras de la corrupción y la impunidad con sus instituciones debilitadas y su democracia erosionada, sino también un recordatorio doloroso de los peligros de la corrupción y el autoritarismo. 

Su gobierno dejó al país en una crisis moral y económica, con instituciones debilitadas y una sociedad dividida, pero también despertó un espíritu de resistencia y lucha por la justicia y la democracia participativa y no representativa entre los guatemaltecos, que se negaron a rendirse ante la opresión y la injusticia. 

Por eso la tarea de Arévalo no es nada fácil, porque debe dedicarse a recuperar la estabilidad institucional y restaurar el estado de derecho, garantizando que nunca más un líder pueda subvertir las instituciones en beneficio propio.

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