Duque, mercenarios y magnicidio
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Mercenarios colombianos detenidos en Haití
¿Recuerdan cuando hace unos pocos meses el presidente Iván Duque se hacía el desentendido y abandonaba a los mercenarios preparados y enviados desde territorio colombiano para atacar Venezuela, cuando el ejército y la milicia del Gobierno Bolivariano repelió la agresión y apresó a un gran número de esos elementos?
Pues ahora el capítulo se repite de diferente manera en Haití, cuando fuerzas policiales detuvieron hasta este domingo a 20 de los 26 mercenarios colombianos que participaron en el asalto a la residencia del presidente Jovenel Moise, a quien torturaron y mataron de 12 balazos, además de herir a su esposa.
Con un guión preparado por si algo fallaba, autoridades militares colombianas reconocieron de inmediato la nacionalidad de esos tarifados, admitieron que eran ex soldados y ex oficiales y negaron cualquier participación o conocimiento del hecho.
Nada más falso, cuando hay fotos y pruebas documentales de que Duque recibía regularmente a directivos de entes que contratan mercenarios, e incluso al principal socio de una de esas entidades, quien los elogió por su buena preparación militar, disciplina y aceptación en cobrar bajos salarios.
Que el dinero “sobrante” de esas contrataciones vayan al bolsillo de Duque y sus testaferros es algo obvio, como que el mandatario, al igual que su mentor, Álvaro Uribe, está muy ligado al narcotráfico y latifundismo. Colombia es el principal país productor y exportador de cocaína en el mundo, la mayor cantidad de la cual va a carenar en el mercado norteamericano.
En cuanto al magnicidio en sí, no hay dudas de que Duque conocía el objetivo del grupo mercenario, algo inherente al triste historial de la gobernanza en general colombiana, desde que Estados Unidos utilizó a los soldados colombianos –los únicos de América Latina- como parte de su instrumento de agresión en la guerra contra Corea, en 1950.
ELOGIOS A LOS MATARIFES
Estrategas israelíes han elogiado el buen desempeño de esos militares, que han sido utilizados contra palestinos, sirios, iraquíes y afganos, y nadie duda de que pueda haber tenido fuertes imbricaciones con el hiperterrorista Estado Islámico.
Todo bajo la mirada protectora de EE.UU., que tiene en Colombia el mayor número de sus bases en Latinoamérica, bajo el pretexto de combatir el narcotráfico, pero, realmente, este se ha fortalecido con la presencia militar norteamericana, al Igual que en Afganistán con la producción de heroína.
En medio de este panorama sigue imperando la confusión en Haití, que aún no ha podido nombrar un presidente provisional, mientras el saliente primer ministro Claude Joseph actúa sospechosamente, al pedir la intervención militar norteamericana y el manto “protector” de la desprestigiada Organización de Estados Americanos.
Detrás de todo esto no está la simple desaparición de Moise, quien llevaba semanas sin salir de su domicilio, anunciando que la oligarquía preparaba su asesinato, y con una guardia de protección que se rindió a los pocos segundos de ingresar los mercenarios colombianos.
Si alguna luz puede emerger de todo esto, se puede encontrar en unas palabras expresadas por la herida esposa de Moise, al afirmar que el motivo del asesinato fue tratar de impedir el referéndum convocado por su marido para septiembre venidero, junto a elecciones presidenciales en las que no se iba a postular, para desvanecer sospechas acerca de una reelección.
SUS PRINCIPALES ENEMIGOS
Recordamos que algunas agencias noticiosas de Occidente, nada favorables al mandatario, coincidieron en que muchas bandas criminales que combaten entre sí en barrios de Puerto Príncipe están integradas por miembros de partidos opositores.
En ello habría que ver la mano de quienes Moise señaló como sus principales enemigos.
Para Valeria Baeriswyl, de la Agencia Francesa de Noticias (AFP), las batallas frontales de Moise contra varias de las fortunas económicas del país han marcado todo su mandato, sumado a la confrontación de los últimos tiempos contra las bandas del crimen organizado y del narcotráfico.
En febrero pasado denunció al país un intento de atentado, que venía acompañado de un golpe de Estado. “Felicito a los responsables de mi seguridad en el Palacio Nacional. El sueño de esta gente era atentar contra mi vida. Gracias a Dios no hemos visto esto. Este plan ha sido abortado”, explicó el mandatario, quien señaló a un juez de la Corte de Casación, a la inspectora general de la Policía y a otras 20 personas.
En esta ocasión sus enemigos consiguieron por fin su objetivo y además en el peor momento posible: el primer ministro cesado, político cercano a Moise, debía dar paso al primer ministro entrante, que pertenece a la oposición.
Otra cosa es quién ocupará la presidencia, cuando uno de los candidatos, el presidente de los jueces, acaba de fallecer por la COVID-19. La alternativa es Joseph Lamotee, presidente de un Senado reducido, tras acabar el Parlamento su legislatura el año pasado. En el seno del gobierno se discute la candidatura de un presidente de transición que conduzca al país hasta el relevo después de las elecciones
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