Caos en Haití: Siempre las malas noticias

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Caos en Haití: Siempre las malas noticias
Fecha de publicación: 
23 Julio 2022
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Haití es una nación marcada por la pobreza y las tragedias, las dictaduras y las conjuras locas, los desastres naturales y las plagas, todo lo cual no deja respirar.

Por todo ello, Haití está asociado al caos, ahora muy ligado al aún irresuelto asesinato hace un año del presidente Jovenel Moise por la combinación de agentes de su propia seguridad con 21 mercenarios, tres de ellos haitianos y 18 colombianos, organizados, armados y entrenados en el estado norteamericano de Florida.

Desde entonces, y cada día, empeora la situación, por lo que llega a extrañar la apertura este jueves 21 de julio de un corredor humanitario en la capital, Puerto Príncipe, para atender a los heridos y otras víctimas de la situación imperante allí, donde bandas armadas de delincuentes luchan por el control de territorios, con un saldo de cerca de 600 muertos y un centenar de personas secuestradas.

Esas bandas, dirigidas principalmente por expolicías, algunas de ellas con abiertos contactos con una gendarmería que solo funciona al respecto, controlan todo lo que se mueve por la capital y otras ciudades, evita que los diez senadores que aún quedan se reúnan y mantienen también asediado al actual mandatario interino, Ariel Henry (un sospechoso también en la organización del magnicidio), quien solo atina a algún que otro llamado a Estados Unidos para que vuelva a intervenir militarmente en la nación.

Realmente, cuesta trabajo entender por qué se cometió el crimen, algo realmente no muy común allí, cuando los mandatarios asediados, que no pueden sostenerse en el poder, «toman las de Villadiego», dejando el escenario a su adversario político.

Asimismo, nada desde el punto de vista judicial se ha podido hacer, porque, además de que los jueces renuncian uno tras otro por amenazas de muerte, las propias bandas que controlan la capital impiden la reapertura de los tribunales.

En un escenario donde no hay mucha información digna de creer, desconocía hasta ahora qué había pasado con los mercenaritos colombianos participantes del asesinato, y pensé que habían sido devueltos a Colombia, a petición del presidente Iván Duque.

Pero no: se mantienen encerrados allí en espera de un juicio difícil de realizar en las actuales circunstancias, mientras alegan que han sido torturados y no tuvieron participación directa en el crimen.

Recuento necesario

Como se recordará, el 7 de julio del 2021 fue asesinado el jefe del Ejecutivo de Haití, Jovenel Moise, en la casa presidencial; las autoridades de ese país capturaron a 18 colombianos, entre los que se encontraban exmilitares del ejército.

Martina Moise, esposa del exjefe de Estado, aseguró que todo se trató de una operación internacional, ya que ella recuerda que los mercenarios se comunicaban entre sí en español (algunos pocos en inglés), mas no en francés o el creole, que es el idioma oficial de Haití.

La misma esposa de Moise aseguró que él sabía que había un plan para asesinarlo, pero jamás pensó que se fuera a producir durante su presidencia.

En un audio de la radioemisora colombiana Caracol Noticias, un agente del FBI narró las declaraciones de Martina Mouse sobre el asesinato de su esposo.

Según el testimonio del agente, la mujer y su esposo escucharon alrededor de la una de la madrugada fuertes disparos. Minutos después, cuatro hombres ingresaron a la habitación matrimonial del presidente. Ella se ocultó debajo de la cama, pero uno de los mercenarios trató de sacarla y —al lograr solo exponer parte de su cuerpo— le disparó en reiteradas ocasiones.

La mujer, como pudo, hizo saber al presidente que estaba viva y fingió estar muerta, según el testimonio del FBI, pero le tocó presenciar lo más duro: el asesinato de su esposo. Uno de los mercenarios estaba hablando por teléfono en español y lo describió físicamente; su interlocutor, al otro lado de la línea —al confirmar la identidad—, le dio la orden para que matara al mandatario.

Mientras tanto, las familias de los colombianos afirman que todo se trató de una trampa, que nunca les pagaron, pero sí los incriminaron. Varias de las mujeres de los exmilitares aún piden a la Cancillería de Colombia garantías y un juicio internacional en el que se les garantice el derecho a la vida.

Algunas de las esposas de los exmilitares afirman que el estancamiento del juicio se debe a que muchos de los políticos involucrados en ese magnicidio no están interesados en que públicamente se sepa los testimonios de los 18 colombianos capturados.

Lo último que se supo de la Cancillería de Colombia fue cuando Marta Lucía Ramírez prometió asistencia jurídica a los colombianos que estaban retenidos en Haití por el magnicidio, y trató de hacer creer —sin que se le contrajera ni un músculo del rostro ni le temblara la voz— que conoce «el alma de los soldados de Colombia. Sé que nuestros soldados son gente que se forma y trabaja para proteger la vida de los ciudadanos. Jamás un militar colombiano, dentro de lo que es su formación, pensaría siquiera en una hipótesis de participar en un magnicidio».

Antecedentes

¿Cómo pueden entenderse los contextos que llevaron a este hecho? ¿Quién era Moise y por qué su mandato fue siempre tan controvertido?

Moise era un hombre de negocios que se volvió a la política y que llegó a la presidencia relativamente joven (tenía 47 años cuando asumió el poder). Estaba envuelto en cuestiones relacionadas con la agricultura y tenía un currículo muy modesto, de campesino y negociante. No era el típico prototipo de un político.

Pero era el protegido del anterior presidente, Michel Martelly, que cuando deja el gobierno, básicamente lo designa como su sucesor y candidato de su partido.

La participación en ese proceso electoral fue muy baja, de cerca del 15% del total de personas con derecho al voto. Entonces, su base política era muy limitada y así, desde un inicio, estuvo enfrentando significativos problemas de legitimidad.

A eso siguieron acusaciones de corrupción y, dos años atrás, hubo protestas masivas contra su gobierno por ese motivo. Estudiantes, abogados y sindicatos salieron a las calles para pedir su renuncia y las protestas fueron reprimidas de forma violenta.

Fue ese también el momento en que la oposición comenzó a realizar críticas más fuertes contra Moise, al punto de considerarlo un «presidente ilegítimo» o que asumía «rasgos autoritarios», porque prolongó su término por un año más.

Moise propuso una nueva constitución. Pero tanto la oposición como organizaciones de la sociedad civil consideraban que la forma en la que estaba tratando de hacerlo era inconstitucional. Desde hace más de un año, estaba gobernando por decreto, la Asamblea Nacional no estaba funcionando, porque se venció su término, y hasta hoy no se han realizado las elecciones para sentar un nuevo congreso.

Esto, como es fácil notar, lleva a una situación de inestabilidad política y de inseguridad considerables, o sea, un momento muy peligroso, al crear condiciones para el deterioro abrupto, alimentado por la pandemia de coronavirus y un aumento de la delincuencia, con su secuela de asesinatos, secuestros y destrucción, solo superada por el terremoto que devastó hace 12 años al sufrido país caribeño.

Consideraciones

Haití es un país extremadamente empobrecido y que ha tenido que enfrentar, a través de los años, numerosos desastres naturales y una tradición autoritaria, porque muchos líderes haitianos no han llegado al poder de una forma democrática y la mayoría ha tratado de enriquecerse durante su mandato, olvidando las necesidades fundamentales de la población.

Por otra parte, la comunidad internacional ha tenido un peso negativo en Haití desde el mismo inicio de su independencia. Solo recordar que Haití tuvo que pagar una deuda a Francia que lo dejó endeudado y empobrecido.

Pero no quedó ahí. Esta influencia internacional fue creciendo a lo largo de los años, y en eso tuvo también un papel preponderante Estados Unidos, con sus intervenciones y apoyo a golpes de Estado. Hoy día, ante las solicitudes de menguados dirigentes locales, Washington no considera necesario intervenir y solo ha dispuesto la prohibición de venta de armas para evitar que caigan en manos de los pandilleros. 

Pero, de una manera u otra, Haití, con cuatro millones y medio de habitantes con inseguridad alimentaria, ha caído en un caos de donde tratan de huir decenas de miles de personas, y que solo podrá solucionarse si se llega a un entendimiento entre los propios haitianos, sin injerencia extraña. 

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