Cal y arena con Biden: «Capo» hondureño como el totí

Cal y arena con Biden: «Capo» hondureño como el totí
Fecha de publicación: 
18 Febrero 2022
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Encadenado y esposado: así fue detenido el expresidente de Honduras.

Mientras limpia el camino para el genocidio ucraniano con armas de la OTAN y jefes nazis en el Donbass y suma más sanciones a los gobiernos que no son afines a Estados Unidos, el presidente Joe Biden acelera la prometida lucha contra el narcotráfico y ayuda a hacer caer al principal mafioso en Honduras, el expresidente Juan Orlando Hernández, quien, como el totí siempre culpable, es el señalado para pagar las culpas de los elementos que apoyaron el sucio negocio durante su mandato, incluidos norteamericanos con grandes negocios que permanecen en la sombra.

Ya la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, había anunciado que llegaba el castigo a los culpables de tantas fechorías en el país, que no es solo en el tráfico de drogas, por lo que la noticia no es tan sorprendente, porque un hermano del susodicho ya se encuentra confinado en cárceles norteamericanas, junto a otros individuos que algún día saborearon el poder, como el hijo del expresidente Porfirio Lobo.

Esto del narcoestado debe ser asociado al terrorismo que ha cundido en toda la empobrecida nación centroamericana desde el golpe de Estado del 2009, aunque los ocho últimos años de Hernández en el poder se llegó al paroxismo en el asesinato ejercido por elementos afines a la oligarquía nacional y, sobre todo, a los latifundistas, que no quieren dejar que ni un palmo de tierra quede sin ser abonada con la sangre de los hondureños.

En general, el pueblo hondureño sufrió la continuación del golpe de Estado del 2009, cuando todas las fuerzas de oposición democrática decidieron no participar en unas elecciones que estaban militarizadas y fueron fraudulentas. Ese episodio llevó a Porfirio Lobo Sosa (Partido Nacional) a la cabeza del Ejecutivo. Aprovechando el impulso de la dictadura, intensificó las políticas liberales en materia económica, al punto de poner en venta el territorio hondureño, proceso que siguió hasta el anterior régimen, con el empeoramiento de las condiciones de vida para la población, que vio frustrados intentos de redención, cuando a la actual presidenta y al hoy vicepresidente, Salvador Nasralla, les arrebataron, respectivamente, el triunfo, en el 2013 y el 2017, para favorecer a Juan Orlando Hernández.

Con el hoy considerado jefe del narcotráfico, principalmente de cocaína, en Honduras, se produjo el asalto del Estado por las corporaciones y el capital financiero. En cuanto a la pobreza, el 72%, es decir, más de siete de cada 10 hondureños, se encuentra en esa condición, y existe un 53% de miseria absoluta de toda la población. Y cuando se habla de miseria, se nombra a las personas que no solo no tienen los ingresos elementales para comer, sino que, además, carecen de techo y de cobertura de los servicios y derechos elementales en todos los ámbitos. Los que peor sobreviven son la gente del campo: el sector más numeroso y abandonado por el régimen anterior. Todo esto justifica, en parte, el intento de decenas de miles de personas de abandonar el país para tratar de llegar a Estados Unidos, que los desprecia.

Por otra parte, de las 10 familias que constituían hasta hace muy poco la oligarquía del país, que controla más del 90% de la economía (alrededor de 2 050 empresas estratégicas), ahora se han reducido a cinco, dueñas de las 918 firmas clave de Honduras. Con un Juan Orlando Hernández, con su protección a quienes implantan el neoliberalismo, se logró una concentración abrumadora de la riqueza.

La acción del Departamento de Estado contra Hernández, la “gloria” de Biden por haber señalado su culpabilidad y buscado la extradición, no es algo de un momento, porque ya desde el golpe de Estado del 2009, más del 90% de la cocaína proveniente de Colombia (¿de dónde, si no?) y con Estados Unidos como destino, pasaba por territorio hondureño.

Portaaviones continental

Pero, además, Honduras funciona como el “portaaviones continental’ norteamericano en contra de los procesos de liberación caribeños.

La campaña de la llamada lucha contra el narcotráfico es la mejor justificación de Estados Unidos para incrementar la presencia de sus bases militares en el territorio, y a ello debe estar atenta la actual presidenta. Ahora se cuenta con tres bases militares norteamericanas y en muchas ocasiones llegaron marines de la Armada estadounidense, como parte del guion imperialista contra Nicaragua y Venezuela.

Este es el papel que EE.UU. ha asignado históricamente a Honduras, desde el golpe de Estado contra Jacobo Arbenz en 1954 en Guatemala. En 1965, tropas norteamericanas salieron de Honduras para derrocar a Juan Bosch en República Dominicana, militares hondureños atacaron al Ejército Popular de Liberación Nacional del Frente Farabundo Martí salvadoreño, y hubo tropas de la contrarrevolución nicaragüense en territorio de la nación centroamericana, en especial provenientes de la base aérea de Palmerola, para agredir al Ejército Sandinista de Liberación Nacional.

En todo esto, subrayo, debe estar alerta el actual gobierno, que goza de un fuerte apoyo popular, para no descuidarse ante los planes taimados de Estados Unidos, que deben incluir propósitos para evitar que lleve a feliz término las demandas y cambios que necesita Honduras. Así se tendrá que enfrentar a la herencia dejada por Hernández.

Y aunque en la geografía de la violencia se menciona justificadamente como cabeza a Colombia, hay que recordar que en Honduras se cometen 23 asesinatos diarios, más de 90 crímenes por cada 100 000 habitantes, la tasa más alta del planeta, mientras el régimen anterior realizaba una fuerte campaña, con el fin de hacer creer que se estaban efectuando acciones tendentes a disminuir la tasa de asesinatos, pero no es cierto.

Lastimosamente, también se ha perdido la capacidad institucional de probar las estadísticas, porque todo estaba en manos de Hernández. Honduras cuenta con la ciudad más violenta del mundo, San Pedro Sula, debido a la dinamización de la industria del narcotráfico.

Honduras, por supuesto, es un narcoestado, pero hay que tener cuidado, porque esa expresión es engañosa, ya que da a entender que las fuerzas del narcotráfico están detrás de todo, cuando en verdad se trata de capitales norteamericanos. Es lo que pasó con la multiplicación del cultivo de amapolas (más de 4 000%) luego de la agresión, invasión y ocupación de Estados Unidos en Afganistán.

El ejército norteamericano es un organizador del narcotráfico en varias zonas del globo, como en toda Colombia y una parte de México. En Honduras, militares estadounidenses han sido hasta ahora los garantes del perfeccionamiento del flujo de las drogas.

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