El gobierno como arma trumpista
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Tal como se lo propuso, su hasta ahora genuflexa Corte Suprema que dicen que es de Justicia acaba de dar luz verde a Donald Trump para que el presidente de Estados Unidos emplée a sus agentes federales en amplias operaciones contra la población migrante, lo cual está generalmente destinado a reprimir a las personas únicamente por su raza, idioma, trabajo o ubicación.
La decisión de 6 a 3 del tribunal siguió un patrón de permitir las políticas más duras del gobierno republicano, en muchas de las áreas que considera críticas.
La mayoría no explicó su razonamiento, pero la jueza de primera instancia fue demasiado lejos al prohibir que los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) realizaran breves interrogatorios.
También Trump arreció su política antinmigrante en otras ciudades que simpatizan mayormente con sus oponentes demócratas, al reprimir manifestaciones en Washington y declarar una “guerra” contra Chicago, cuyos habitantes y autoridades rechazan la política punitiva del mandatario.
Trump publicó una imagen de parodia de la película "Apocalypse Now" en la que se podía ver una bola de fuego mientras helicópteros sobrevuelan la ciudad.
“'Me encanta el olor de las deportaciones por la mañana'”, publicó Trump en su plataforma de redes sociales, Truth Social. "Chicago está a punto de descubrir por qué se llama el Departamento de Guerra".
No ofreció detalles más allá de la etiqueta "Chipocalypse Now", un juego de palabras con el título del distópico filme de 1979 dirigido por Francis Ford Coppola, el cual fue ambientado en la Guerra de Vietnam y en el que un personaje dice: "Me encanta el olor del napalm por la mañana".
En respuesta a la publicación, el gobernador de Illinois, el demócrata J.B. Pritzke, calificó a Trump como un "aspirante a dictador".
Trump firmó el viernes una orden ejecutiva con el objetivo de renombrar al Departamento de Defensa como Departamento de Guerra, después hacer una campaña durante varios meses para ser considerado para el premio Nobel de la Paz.
También ha insinuado que Baltimore y Nueva Orleans podrían recibir el mismo tratamiento, y el viernes incluso mencionó la posibilidad de que las autoridades federales se dirijan a Portland, Oregon, para "eliminarlos", refiriéndose a los manifestantes.
"Soy el presidente de Estados Unidos. Si creo que nuestro país está en peligro — y está en peligro en estas ciudades — puedo hacerlo”, afirmó.
CARTAS BAJO LA MESA
Recuerda The Associated Press -satanizada por Trump- que el mandatario fue dueño de un casino y le gusta recurrir a analogías del póker para evaluar a socios y adversarios.
“Tenemos mucho mejores cartas que ellos”, dijo sobre China el mes pasado. Al referirse a Canadá, declaró en junio último :“Tenemos todas las cartas. Tenemos todas y cada una de ellas”. Y la más memorable, cuando le dijo al presidente ucraniano, Volodimir Zelenskyy, durante su confrontamiento en el Despacho Oval a principios de este año: “No tienes las cartas”.
La frase ofrece una ventana al mundo de Trump, quien ha dedicado su segunda etapa en la Casa Blanca a acumular cartas en busca de sus propios intereses.
En su segundo mandato, ha acumulado un poder presidencial que ha utilizado contra universidades, medios de comunicación, bufetes de abogados e individuos que le desagradan. Un hombre que se postuló a la presidencia como la víctima de un “estado profundo” convertido en arma, ahora potencia al máximo, en cierto modo, el poder del gobierno y lo dirige contra sus adversarios.
Y los simpatizantes que respondieron a sus quejas sobre los insistentes demócratas no dan paso atrás: lo incitan a seguir.
“Utilizar al estado como un arma para ganar la guerra cultural ha sido esencial para su agenda”, dijo David N. Smith, sociólogo de la Universidad de Kansas que ha investigado exhaustivamente las motivaciones de los votantes de Trump. “No les gustó cuando se movilizó al Estado para frenar a Trump, pero les alegra ver que el Estado actúe para combatir la guerra cultural en su nombre”.
Trump puso al gobierno federal a trabajar para él a las pocas horas de asumir el cargo, y desde entonces ha acumulado y utilizado el poder de maneras novedosas. Es un impulso a toda velocidad para ejecutar su agenda política y ajustar cuentas.
Trump, sus colaboradores y aliados en toda la rama del poder ejecutivo han apuntado al gobierno, o amenazado con hacerlo, contra una enorme gama de objetivos:
—Amenazó con bloquear el plan para construir un estadio para el equipo de fútbol americano Washington Commanders, a menos que vuelva a adoptar el nombre que usó hasta el 2020, el cual es percibido como un insulto racial.
—Revocó las autorizaciones de seguridad para abogados de bufetes que no le agradan e intentó bloquear su acceso a instalaciones gubernamentales.
—Retuvo miles de millones de dólares en fondos federales para la investigación a universidades de élite e intentó impedir que estudiantes extranjeros pudieran inscribirse en ellas. Bajo presión, la Universidad de Columbia aceptó un acuerdo de 220 millones de dólares, la Universidad de Pensilvania invalidó los récords que estableció la nadadora transgénero Lia Thomas, y los rectores de la Universidad de Virginia y de la Universidad Northwestern renunciaron.
—Ha despedido o reasignado a empleados federales señalados por su labor, incluidos fiscales que trabajaron en casos que lo involucraban.
—Retiró los cargos de corrupción contra el alcalde de Nueva York, Eric Adams, para obtener cooperación en su ofensiva contra los inmigrantes que viven en el país sin autorización.
—Logró acuerdos multimillonarios contra medios de comunicación en demandas que eran consideradas ampliamente como casos débiles.
—La secretaria de Justicia Pam Bondi impulsa una revisión con jurado investigador en torno a los orígenes de la investigación Trump-Rusia, y nombró a un fiscal especial para investigar a Letitia James, la fiscal general de Nueva York, y al senador federal Adam Schiff.
En fin, quién puede dudar que ha utilizado el gobierno para implantar lo que algunos ya consideran una dictadura.
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