Bangladesh: El pueblo selló el destino de Hasina

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Bangladesh: El pueblo selló el destino de Hasina
Fecha de publicación: 
8 Agosto 2024
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Sale humo de una tienda incendiada por manifestantes en Dhaka, Bangladesh. ONU Bangladesh/Mithu

Aplastado por una crisis económica que mantiene indemne a la clase dominante, el pueblo de Bangladesh acaba de poner fin al régimen de Sheikh Hasina, quien, en su cuarto mandato consecutivo, se vio obligada a dimitir y huir del país, tras haber cometido la peor masacre que la nación ha visto desde la guerra de independencia de 1971, expirando así la última gota de legitimidad de la Liga Awami y de la hasta ahora primera ministra.

Todo comenzó en julio último con protestas encabezadas por los estudiantes por las cuotas de puestos de trabajo en el sector público, que la Liga utilizaba para recompensar a sus fieles servidores.

Las manifestaciones pacíficas fueron reprimidas violentamente, con más de 300 muertos, miles de heridos y otros muchos encarcelados, pero no pudo evitar la expansión de un conflicto en el que  los participantes de la protesta respondieron con ladrillos y piedras a los paramilitares que dispararon con munición real desde tejados e incluso helicópteros.

Circularon imágenes de los muertos: algunos cargados por sus compañeros, otros arrojados como muñecos de trapo desde la parte trasera de los vehículos policiales, pero no pudieron evitar que las masas abrumaran a las fuerzas de seguridad, asaltaran una cárcel y liberaran a más de 800 presos, al tiempo que, como respuesta a la desinformación patrocinada por el gobierno, incendiaran la sede de la televisión estatal de Bangladesh (Bangladesh Television), así como varias comisarías de policía.

A medida que avanzaba la violencia, los representantes de la clase dominante, en forma de las principales confederaciones empresariales, se sentaron con Hasina para expresarle su preocupación: “mientras continúen el toque de queda y el apagón, el crucial sector de la confección seguirá paralizado y no podrá atender los pedidos”. Lo mismo ocurría con los bancos.

El vicepresidente del fabricante de ropa BGMEA, Arshad Jamal Dipu, declaró a la prensa inmediatamente después de la reunión: “Hay que normalizar la situación cuanto antes, ya que hay un problema de empleo… Una fábrica de ropa no puede funcionar sin Internet”. Esto es lo único que les importaba: asegurar una situación que garantice un clima fiable para obtener beneficios.

Y es con este fin, para “normalizar” la situación para los capitalistas, que Hasina recurrió a la fuerza y al terror. De hecho, la fuerza y el terror era todo lo que tiene para garantizar su dominio, y eso tenía preocupados a los capitalistas. En palabras del grupo de expertos estadounidense Council on Foreign Relations, se trataba de una “autocracia cada vez más frágil”. Y las cosas frágiles tienden, en un momento dado, a romperse.

MENTIRAS

Con las redes sociales bloqueadas, los medios de comunicación estatales de Bangladesh difundieron un flujo constante de desinformación, amenazas y calumnias.

Entre las mentiras difundidas estaba la acusación de que los estudiantes eran peones de los partidos de la oposición de derecha, como el Partido Nacional de Bangladesh (BNP).

También se afirmó que los fundamentalistas islámicos de Jamaat-i-Islami, respaldados por los servicios secretos paquistaníes, se habían apoderado de las protestas y las utilizaban para desestabilizar el país. Incluso se decía que ONG extranjeras se habían infiltrado en las protestas para llevar a cabo una “revolución de colores”.

La idea de que las ONG occidentales estuvieran manipulando las manifestaciones era absurda, porque Hasina estuvo aplicando lealmente las políticas del Fondo Monetario Internacional que atacan a la clase trabajadora. Su régimen convirtió el país en un paraíso de mano de obra barata para la industria de la confección occidental. ¿Por qué derrocar a un títere tan leal?

Con pocas excepciones, los medios de comunicación capitalistas internacionales mantuvieron una conspiración de complicidad con su silencio. Millones de familiares tuvieron que preocuparse por el paradero de sus seres queridos con los que ya no podían contactar. Fueron las propias comunidades de la diáspora las que organizaron protestas masivas para llamar la atención sobre los horrores que se estaban produciendo.

Con una determinación y una rabia que reflejaban las de Bangladesh, miles de personas se manifestaron desde Bengala Occidental hasta Londres y Nueva York. Cientos de trabajadores migrantes bangladesíes salieron incluso a la calle en Qatar, un país con leyes extremadamente represivas contra la protesta pública. En los vecinos Emiratos Árabes Unidos, la valiente postura se saldó con más de 50 expulsiones y tres cadenas perpetuas dictadas por el régimen.

EL PELIGRO

En algún momento, la clase dirigente buscará un nuevo par de manos, con un mínimo de legitimidad, para tomar las riendas del poder. Aquí radica una importante fuente de peligro.

Reflejando las demandas de las masas en la calle, la página web del Quota Movement Bangladesh 2024 había puesto que con la caída de Hasina se entregara el poder a un tercero neutral, ya sea el ejército o un gobierno provisional. Esta autoridad provisional debía organizar unas elecciones libres y justas en las que puedan participar todos los partidos políticos, garantizando la restauración de la democracia y la protección de los derechos de los ciudadanos».

Es difícil imaginar que un “tercero neutral” sea posible en la situación actual. Las protestas en Bangladesh fueron iniciadas por una capa relativamente pequeña de la sociedad: los estudiantes de clase media. Pero ha polarizado inmediatamente a la sociedad en dos: por un lado, el régimen, sus parásitos y la clase dominante; por otro, los estudiantes con, si no todo el apoyo activo, sí la simpatía de todos los oprimidos y explotados.

La crisis del capitalismo divide a la sociedad en dos bandos. Por un lado: los explotadores. En el otro: los explotados. No hay un tercer bando.

 

 

 

 

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