Y ahí está Retamar, latiendo…
especiales
Roberto Fernández Retamar hubiera cumplido este martes 90 años. Hay un verso suyo que, de alguna manera, lo define: Con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una escuela.
Fue poeta y servidor público, dos condiciones que pudieran resultar, en ocasiones, incómodas en su confluencia, pero que él supo sostener con su ética meridiana.
Fue un cantor del amor —y no fundamentalmente del amor lánguido y autocomplaciente de ciertos romanticismos, sino, sobre todo, de los otros: el arrasador, el arduo, el que se construye poco a poco a golpe de empeño e inevitables tropezones—; y fue cantor también del hombre que hace patria sin esperar honorarios.
Un poema es una pregunta, una duda, una ensoñación… pareciera que un poema no sirve para la lucha cotidiana, pero hay muchos versos de Retamar que sirvieron para sostener, para descubrirles sentido a los empeños del día a día.
Es el homenaje mayor que puede recibir un poeta: que su voz sea voz de miles, palabra compartida.
Él nos puso delante uno y muchos poemas y notamos enseguida que eran nuestros: de nosotros hablaban, de nuestros sueños y de los golpes que nos da la vida y de las pequeñas alegrías que le otorgan color a este viaje.
La poesía siempre será útil. Pero a él no le bastó ese convencimiento: se sumó al carro trepidante de una Revolución. Imperfecta, como el amor mismo, asumía esa Revolución, a la que consagró sus mejores bríos.
No la idealizó, la vivió con los pies bien puestos en la tierra, pero soñando la mañana que vendrá.
Esa también es tarea de los poetas: vislumbrar.
No vivía de la literatura; vivía para la literatura.
Sus ensayos iluminaron facetas singulares de héroes, artistas, épocas, lugares. Su prosa fue también cuerpo elegante, inspirado, revelador.
Se prodigó en sus libros, en los salones de clases, en las tertulias, en los abrazos…
Amaba pararse frente al mar y respirar el aire limpio. Haber estado —comentó una vez— es el regalo mayor: Un día como todos los días de esta vida/ No pido nada mejor. No quiero nada mejor/ Hasta que llegue el día de la muerte.
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