Voluntarios contra la Covid-19. Gabriela Solá: “No son momentos para tener miedo”

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Voluntarios contra la Covid-19. Gabriela Solá: “No son momentos para tener miedo”
Fecha de publicación: 
2 Mayo 2020
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Era el viernes 3 de abril. Durante el día Gabriela pensó varias veces en la situación de su país. No lo sabría hasta la mañana siguiente, pero esa jornada Cuba daba un paso importante contra la Covid-19: por primera vez se realizaron más de mil pruebas PCR para la detección del SARS-Cov-2, lo que posibilitaría un mayor control de las cadenas de propagación. 

Hacia las 9:00 de la noche Gabriela se disponía a ver una película con su novio cuando recibió un mensaje. Era del Secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) de la Facultad de Derecho, su facultad. Por él conoció, en primera instancia, que se estaba organizando algo relacionado con el enfrentamiento al coronavirus. Casi desde ese instante estaría ligada a ello. Al otro día una comunicación de su decana confirmó el asunto: la dirección de la Universidad de La Habana puso a disposición del Consejo de Defensa, para ser utilizadas como centros de aislamientos, tres de las nueve residencias estudiantiles que posee y precisaba voluntarios para colaborar allí.
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Gabriela Solá Miranda tiene 21 años. Es estudiante de cuarto año de Derecho, en la casi tricentenaria Universidad de La Habana. Este curso fue electa presidenta de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) de su facultad. Antes de que se interrumpiera la modalidad presencial del curso, era común verla desplazándose de un lado a otro de la Universidad a la velocidad que caminan las personas con muchas tareas por hacer. El estrés que genera organizar y supervisar actividades estudiantiles la acompañaba casi todo el tiempo, sobre todo si del movimiento cultural de la FEU se trataba.

Transformar las becas en centros de aislamiento requirió labores de mantenimiento constructivo y limpieza. Más o menos a la par, Gabriela, como presidenta de la FEU de Derecho, reunió un grupo dispuesto, al igual que ella, a servir como voluntarios por 14 días. 

“Hicimos la convocatoria masiva, pero además me ocupé de tocar algunas personas de la mano; siempre con el «yo voy» por delante. No podía hacer una convocatoria sin ser la primera que diera el paso al frente”.

De otras facultades también se enrolaron estudiantes y profesores. Para puntualizar detalles y distribuir las fuerzas disponibles, la rectora, Miriam Nicado, citó a una reunión el lunes 6 de abril en la mañana. Se explicó en qué consistirían las tareas y fueron tomados los nombres de los comprometidos. De acuerdo con Gabriela, en ese momento sumaron aproximadamente 40 y se hizo hincapié en que no debían tener algún padecimiento comprometedor. 
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La primera beca a funcionar como centro de aislamiento está localizada en el reparto Bahía, en Habana del Este. Cuando se organizaron los grupos de voluntarios le correspondió laborar en una en Alamar, pensada para ser abierta, de segunda, varios días después de la de Bahía. 

¿Cómo estarían los baños allí? ¿Cómo sería la calidad de la comida? ¿En qué condiciones pasaría los 14 días? Estas interrogantes podrían preocupar tanto a Gabriela como a otros en su lugar. Pero ella las desterró de su pensamiento rápidamente. Aunque no ha vivido becada, sí ha hecho estancias mínimas (de una o dos noches) en residencias estudiantiles cuando ha visitado otras universidades de la Isla. También conoce la experiencia de campismos en los que se pasa un poco de trabajo y más de una vez ha acampado con sus amigos al aire libre, con alimentación irregular y sin posibilidad de un aseo decente. 

“Se ha tratado de poner las mejores condiciones posibles. Pero no es un hotel, no estamos de vacaciones. Quienes lo hacemos es porque queremos y lo sentimos. La situación lo reclama de los universitarios. No se está pidiendo a un estudiante de Derecho ir a un hospital a dar primeros auxilios a un enfermo de Covid-19, porque no es su función. Pero si puedo ir a envasar hipoclorito o a centros de aislamiento, por supuesto que voy. A pesar de los riesgos, no son momentos para tener miedo, sino para ser responsables y apoyar”.

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Cortesía de la entrevistada. Gabriela (tercera de izquierda a derecha) y sus compañeros han desarrollado iniciativas en el centro de aislamiento, como una “felicitación sorpresa” a una niña que cumplía años y un video en saludo al primero de mayo.

El primer grupo de Derecho está formado por ella, tres condiscípulas suyas, dos profesoras, un profesor y un estudiante por encuentro. De inicio hubo pocos varones entre los reclutados. Luego se incorporaron más. Al menos 10 compañeros de Gabriela, de ambos sexos, esperan ser llamados próximamente para incorporarse a ese u otro de los centros acondicionados por su universidad. 
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Su familia es una familia de juristas. El abuelo paterno sirvió como diplomático y en los años ochenta fue decano de Derecho en la Universidad de La Habana. El padre es abogado. La madre ejerce como asesora jurídica. Su novio, recién graduado, trabaja en el Ministerio de Justicia. Su madre y su novio son sus antecesores, pues la primera fue presidenta de la FEU de la facultad a principios de los años noventa y el segundo lo fue hace dos cursos. 

Gabriela es hija única. Los padres se han preocupado por respaldar su formación profesional, sus estudios de francés y otros proyectos. Pero no actúan como sobreprotectores. Al menos cuando comentó sobre la convocatoria al voluntariado concordaron en apoyar su determinación. “Ellos hubieran hecho lo mismo”, dice. El novio no se le suma en esta ocasión porque debe estar localizable para el Ministerio de Justicia, “¡si no, fuera el primero!”. 

De todas formas, es bueno mantener calmados a los padres. Los hijos tratan de que los riesgos, al menos ante los ojos de los mayores, parezcan mínimos. De ahí que Gabriela haya explicado, tal como supo durante una preparación previa a la entrada, que en los centros estaría bien cuidada; que seguiría un riguroso protocolo; que no faltarían el alcohol, el cloro, ni la ropa limpia; que los nasobucos serían cambiados cada tres horas…

La preparación, realizada el lunes 13 de abril, fue precisamente en el lugar donde pronto viviría por varios días: en la beca de Alamar. Allí conoció, en concreto, el rol que desempeñaría en el centro de aislamiento.

“Nos llevaron al ala donde dormiríamos. Dijeron lo de la zona verde, la amarilla y la roja. La zona roja es la de los enfermos; la amarilla, la de cambio de ropa; la verde, para nosotros descansar. Explicaron las funciones principales que teníamos que hacer: entregar la comida en platicos desechables y después botarlos en el cesto de basura, así como limpiar los lugares.
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A las 10:00 de la mañana del domingo 19 de abril la llamaron para que se alistara: ¡la recogerían a las 5:00 de la tarde! 

El decano de Contabilidad y Finanzas se sumó con uno de sus estudiantes al team de voluntarios de Derecho. También lo hizo el Secretario de la UJC de la Universidad. Cuando el equipo arribó al centro, desinfectó los cuartos y se hizo algunas fotos. En la noche hubo una reunión informativa con el médico responsable, quien, entre otras cuestiones, explicó los protocolos de vestido y desvestido para la zona roja.

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Cortesía de la entrevistada. Gabriela (pulóver azul, en segundo plano) y las demás voluntarias se tomaron algunas fotos al arribar el 19 de abril a la beca de Alamar, convertida en centro de aislamiento.

Siete días después de la preparación recibida, Gabriela se vio a sí misma realizando las primeras faenas. Despierta desde las 6:00 de la mañana, estuvo limpiando toda la residencia, tendiendo camas y habilitando cuartos. Se esperaba la llegada de los primeros aislados. 

El centro tiene capacidad para unas 90 personas, distribuidas del segundo al quinto piso del inmueble. Gabriela trabaja, por acuerdo de sus compañeros, en los más bajos, pues el último verano sufrió un accidente que, tras dos operaciones, la dejó con una placa de metal y seis tornillos en el pie derecho; y este ya ha enviado señales nerviosas para recordar que no se debe abusar de él. 

“Los varones limpian los pisos. Una amiga y yo nos alternamos (una cada día) y limpiamos baño, enfermería y puesto médico de la zona roja, a diario. Juntas servimos las comidas y otros dos las suben a los pacientes”. 

Las profesoras, por su parte, se han hecho cargo de la organización de la logística, es decir, controlan la entrada y salida de toallas, sábanas y otros artículos de intendencia. El equipo es consciente de que si se eleva la cantidad de pacientes, aumentarían las tareas y tendrían que reorganizarse: después de varias altas a confirmados negativos, quedó una veintena de sospechosos, pero esa cantidad puede aumentar en cualquier momento.

El viernes 24 de abril, tres semanas después de haber recibido la noticia que la llevó hasta aquí, fue cuando hizo su primera incursión a la alarmante zona roja. Gabriela, aunque en general tiene buenos modales, en los momentos en que emprende decisiones determinantes suele lanzar una palabrota y salir caminando con velocidad: 

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Cortesía de la entrevistada. Gabriela Solá es una de las voluntarias que realizan labores de apoyo en un centro de aislamiento para sospechosos de portar el nuevo coronavirus.

“Estaba tan ansiosa que ni siquiera me sentí con nervios. Limpié el baño donde nos cambiamos y duchamos cuando transitamos de la zona roja a la verde, y también la consulta en la que acababan de hacerles PCR a unos pacientes sospechosos, pero tenía cantidad de ropa arriba y una careta. Si me quedaba algún temor, se esfumó completamente”.
Así anda Gabriela por estos días, sin temor. Aunque conoce el riesgo que implica ser una voluntaria, no se arrepiente: “no son momentos para tener miedo”.

Comentarios

Conmovedora historia que toca , sin dudas los corazones de todos y nos hace preguntarnos en la medida en que la leemos ,si hubiésemos sido capaces de hacer algo asi cuando teníamos esa edad y el estatus de estudiante . Valores incalculables se muestran en las personas que prestan servicios en estos centros , los voluntarios estudiantes para mí, tienen doble mérito porque su humanidad va muy por encima de los temores infundados en la sociedad añadiéndole a esto la preocupación de los familiares por su corta edad . Bravo por este grupo de muchachos que sin dudar se aventan en este camino y bravo tambien para el periodista autor de la entrevista por transmitirnos estas emociones .
Hermoso trabajo....orgullosisima....gracias
Bravooooooo.....gran tarea...grande la valentia
He tenido la oportunidad de conocer personalmente a Gabriela y se percibe desde el primer vistazo, la tremenda persona que es, una joven y mujer de estos tiempos un orgullo para todos los que la conocen, un verdadero ejemplo de líder y revolucionaria.

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