Truco o trato ¿atrapados en la trampa de Halloween?
especiales

No tengo nada en contra de que los cubanos celebren Halloween. Ni a favor. Tampoco es una fecha que signifique algo para mí personalmente. Puedo vivir sin ella (de hecho, lo hice durante más de treinta años). Sin embargo, mis hijos dicen que ellos saben de Halloween «desde que tienen memoria»
¿Cómo es posible si no lo aprendieron en casa, ni en la escuela? Una vieja máxima lo explica: los hijos se parecen más a su tiempo que a sus padres. Resulta que mientras en mi infancia era absolutamente feliz con dos canales, a los niños de hoy les parecen poco alrededor de diez frecuencias televisivas. Sus niveles de exposición a influencias externas son mucho mayores en la era de internet y las tecnologías digitales; las fuentes de las que beben resultan, afortunada y peligrosamente más diversas.
Es la paradoja que nos reta, también, a los padres. ¿Cuál es el camino correcto? ¿Prohibir? ¿Filtrar?¿Explicar? No creo que exista «la fórmula», pero la «anti fórmula» si está clara: ausentarnos, desentendernos, convertirnos en individuos ajenos, incapaces de «comprender» y participar de lo que para ellos tiene sentido. Incluso por ahí va también nuestra apuesta: dotar de sentidos lo que nuestros hijos pudieran estar cortando y pegando de otras culturas, de la moda o simplemente de sus contemporáneos.
Que las brujas no nos desaparezcan
No veo nada especialmente bueno en Halloween. Ni especialmente malo. Veo mal, eso sí, que se importe un esquema traído de donde ni siquiera está el origen de esa celebración. Si Halloween sirve para crear disfraces, adornos, bromas, en familia; para avivar la imaginación de las personas, si es un pretexto para la alegría ¡Abre la muralla! Si Halloween se convierte en una obligación para encajar; si es la mera imitación de lo que no somos; si el mercado manda ¡Cierra la muralla!
Sin fecha definida, las fiestas de disfraces sí son una tradición en Cuba ¿Quién no fue gitana o pirata desde el círculo infantil? ¿Quién no se vistió en la primaria como Pilar o como Lopi un 28 de enero? Fiestas es lo que sobra en el calendario cubano, razones para celebrar, familiares, cívicas, patrióticas. El reto que tenemos, no es ir contra las brujas, sino evitar que desaparezcan nuestros propios jolgorios.
De que las nuevas generaciones no se olviden de Halloween se encarga Facebook, Netflix y hasta Cubavisión con algún que otro filme. Pero plantar la caldosa y el dominó en el barrio, encender antorchas en enero o quemar el año viejo en diciembre, más vale que nos ocupemos de recordárselo nosotros, personalmente. Si no lo hacemos, de poco sirve criticarles la «extranjerizante» noche de brujas.
Volar en la misma escoba
Si hay una razón por la que celebro Halloween con mis hijos, es porque entre truco y trato, creo que el segundo es siempre más fructífero. Una buena comunicación pasa, inevitablemente, por la empatía.
Según el diccionario, se trata de: «la capacidad de ponerse en el lugar del otro para sentir lo que el otro siente, sin perder la propia identidad. Es una habilidad de la comunicación (de “común”) en la búsqueda de los aspectos que las personas tenemos en común para facilitar la interacción».
Ayudarlos a crecer como sujetos críticos, formar en ellos valores, acompañarlos a encontrar su identidad propia y reconocer a dónde pertenecen, la identidad colectiva que también nos define: las costumbres, tradiciones, la historia, la cultura, ese latido común que llamamos patria, será siempre un camino más corto si tomamos el atajo de la complicidad.
Si no se desdibujan las esencias, qué importa el día en que se pinten los rostros, ni de qué color, ni bajo qué nombre. Vale la pena que volvemos con ellos en esa escoba, la de su tiempo, para no perder oportunidad de recordarles quiénes somos y hacia dónde vamos.
- Añadir nuevo comentario
- 5284 lecturas
Comentarios
UNA TARDE DE NOVIEMBRE
Carlos de New York City
humbertóm
Carlos de New York City
Lin
Páginas
Añadir nuevo comentario