Tina Turner en su reinado eterno
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Tina Turner subía a un escenario y reinaba. No hay otra definición mejor de la categoría artística de la cantante, que ha muerto a los 83 años en Suiza, después de una enfermedad que la mantuvo alejada de las cámaras y los reflectores.
Voz hasta cierto punto áspera, pero con fascinantes matices y poderosa proyección, imprimía una fuerza titánica a cada una de sus interpretaciones. Ella sola era un espectáculo, lo demás parecía complemento.
Su historia es desde hace mucho su leyenda. Su amor por la música pareció encontrar cauce en las iglesias donde cantaba de niña y adolescente. Después conoció a quien fuera su marido, Ike Turner, quien le abrió muchas posibilidades pero también la maltrató física y psicológicamente por mucho tiempo. Se libró de esa relación tóxica, renació como una gran solista. Y se consagró como una de las más grandes estrellas del rock de todos los tiempos.
Tina Turner ha sido inspiración y ejemplo de resiliencia para millones de personas de todo el mundo. Apostó por la capacidad de sanación del arte, fue un contundente icono cultural, se entregó en sus conciertos como si la música fuera impulso vital.
Es difícil encontrar ahora mismo herederos a la altura de ese reinado.
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