Rogelio Martínez Furé: la búsqueda de las raíces

En Matanzas, ciudad de intensos diálogos culturales, nació Rogelio Martínez Furé. Y allí recibió el influjo poderoso de un legado: leyendas que cruzaron los mares, desde la madre África, y tomaron cuerpo en la sensibilidad de un pueblo mestizo, un pueblo nuevo.

En La Habana, ciudad en la que ha muerto a los 85 años, Martínez Furé se consagró al estudio de las expresiones musicales y danzarias de un entramado de tradiciones, que gracias a sus aportes, encontró caminos para su estilización en la obra de otros creadores.

Folclorista, etnólogo e investigador, defendió la idea de una cultura de confluencias y permanentes interacciones, ante los que apostaban por la supuesta pureza de determinadas expresiones.

Martínez Furé distinguió las esencias, con el convencimiento de que la vigencia de un patrimonio se sustenta en su permanente renovación. La suya fue la búsqueda de las raíces, sin ignorar la pujanza de los frutos.

Fue (y será siendo) pilar fundamental del Conjunto Folclórico Nacional, agrupación que aprovechó sus investigaciones e historias en la consolidación de un repertorio... y de un estilo. Por esa labor fundacional fue reconocido en 2002 con el Premio Nacional de Danza, la primera entrega de ese galardón que honraba el folclor nacional. Antes había recibido el Premio Nacional de Investigación Cultural.

Paralelamente, y bebiendo también de las fuentes de la tradición, Martínez Furé fue también autor de un sólido cuerpo literario, que prodigó una poesía de singular aliento y hondas resonancias culturales. Por esa obra, que incluye decenas de libros, recibió el Premio Nacional de Literatura en 2015.

Miembro fundador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y Doctor Honoris Causa de la Universidad de las Artes, Rogelio Martínez Furé contó con una legión de discípulos en varios ámbitos de la creación. Fue un gran maestro de la cultura cubana: su cosecha es permanente.