Reabre un curso escolar diferente
especiales
La gran mayoría de las familias cubanas —salvo en La Habana y otras localidades donde los rebrotes no lo posibilitan— ya andan a estas horas alistándose para el reinicio del curso escolar este 1ro. de septiembre.
Pero los preparativos llevan nuevos e importantes agregados. Además del uniforme recién planchado y las medias de estreno, la mochila llevará esta vez, junto a libretas y otros útiles escolares, también nasobucos, jabón, solución hidroalcohólica, una toallita… implementos para bloquearle el paso al coronavirus.
Y ellos se sumarán a las tantas disposiciones que en la escuela también ya se están tomando para propiciar la necesaria protección, garantizada por la ministra de Educación en reciente Mesa Redonda.
De todos modos, será un comienzo distinto para alumnos, padres y maestros. Han transcurrido cinco meses desde la última vez que se escribió el asunto en la pizarra de un aula, y eso hace más difícil la readaptación.
Pero el acontecimiento, que siempre ha sido de festejos en esta Isla, así lo seguirá siendo.
La propia Organización Mundial de la Salud, hace tan solo unos días, ha asegurado: «Hasta ahora sabemos que el entorno escolar no es un factor principal en la pandemia». Así declaró en reciente conferencia de prensa el director regional para Europa de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Hans Kluge.
No obstante, también la OMS ha apuntado que los centros escolares deben aplicar las mismas medidas de higiene y distancia social generales, e incluso tomar otras en función de en qué fase de la epidemia se encuentre la comunidad de la que forman parte.
«Lo que sabemos es que no podemos abrir las sociedades sin abrir las escuelas primero. Este ha sido el mayor trastorno en la historia de la educación, con 1 600 millones de escolares afectados en 190 países», afirmó el funcionario.
A las familias cubanas corresponde explicar al niño cómo comportarse en su escuela para protegerse, pero nunca trasladándole miedo o inseguridad.
Son los adultos quienes primero deben entender el señalamiento también reciente de Unicef: «Aun cuando la familia constituye un ámbito primordial de la experiencia infantil, es preciso recordar el valor de otro espacio, no familiar, que cotidianamente experimentan niñas y niños».
Ocurre que los pequeños y adolescentes necesitan del intercambio y el juego con sus iguales, porque ello equivale también a ganar en independencia, autoestima, seguridad; a conocer las potencialidades propias y a regalarse alegrías, que necesariamente no son iguales a las adquiridas entre sus mayores.
Intercambiar en la escuela, entre iguales, es otra forma de aprender, además del aprendizaje académico con el maestro. Es un entrenamiento necesario para las relaciones interpersonales, para la vida en sociedad. Y todo eso quedó sesgado por el aislamiento social a que obligó la pandemia.
Sin embargo, también estos meses sin ir a la escuela, para la gran mayoría de los escolares ha tenido también saldos positivos: compartir mayor tiempo con sus parientes, conocer mejor la dinámica hogareña, e incluso, sumarse a ella con algunas tareas domésticas.
Pero, probablemente, el mayor aprendizaje de estos meses sin pupitres ni pizarrón ha sido conocer nuevas formas del amor, que se traducen en el cuidado de los unos por los otros.
Las practicarán ahora también en sus aulas como otra manera de seguir creciendo en el amor a todos.
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