Sí, lo hizo una vez más, con el sabor de romper su anterior récord mundial de 23.03 segundos en los 200 metros planos categoría T12 en una centésima. Omara Durand es la mujer discapacitada más rápida que una pista haya visto.

¡Qué privilegio poder vivir en su era! Sí, una era que por allá por el 2007 iniciara su envidiable andadura en un mitin Loterías Caixa previo a los Parapanamericanos de Río de Janeiro 2007, luego de que formara esa dupla indestructible con su entrenadora Miriam Ferrer en 2005.

Tokio te reverencia, la lluvia hizo a un lado su cortina de gotas para sentarse al lado de Zeus en un palco privilegiado y poder verte correr. La rápida pista de Tokio te acogió por séptima ocasión para que tus zapatillas la premiaran con un acto del adiós memorable. Despedida con plusmarca del orbe de 23.02 en su distancia preferida. Dejando sin opciones a su eterna escolta y resignada a ser llamada la ucraniana de plata, Oksana Boturchuk (24.48) y la representante del Comité Olímpico Ruso Anna Kulinich-Sorokina (24.85), en ambos casos registros cimeros de la actual temporada.

Pero es que Omara y Yuniol son de otra galaxia, “depositados” en la tierra con la misión de correr como nadie más.

Unidos por la entrega, la clase, y todo adjetivo que sus piernas puedan albergar en cada performance que le obsequian al pueblo de Cuba, con los vellocinos de la vuelta al óvalo (52.58 segundos) y el hectómetro (11.49) en calidad de sólidas cartas credenciales complementarias en la capital nipona.

Una unión por apenas una pequeña cuerda multicolor enlazada entre sus dedos, un empaste perfecto desde que salen a colocarse en el bloque de arrancada… por cierto, este sábado la reacción de ambos se comportó cuasi igual: 0.166 milésimas de segundo para Yuniol, y 0.172 para la campeona que sigue desafiando límites.

Estela incomparable

No exclusivamente por el hecho de preservar su condición de imbatibilidad de casi 11 años, tampoco por estar hablando de su octavo cetro paralímpico, un hito que el propio Comité Paralímpico internacional al reseñar los mejores momentos de la fecha competitiva número 11, por esas coincidencias del destino, calificó como hazaña sin precedentes.

Lo digo porque, con seis carreras previas sobre sus músculos y neuronas, con la pertinaz llovizna que se afanó en diluir los rendimientos de muchos paraatletas en el Estadio Olímpico sin conseguirlo, Omara materializó su mejor crono de por vida en el doble hectómetro.

Boquiabierto hasta el mismísimo Dios de los tiempos, toda Cuba en vilo, con cada zancada. Millones de tazas de café, agua en los rostros como en mi caso, y otras estrategias para desterrar a Morfeo que valieron cada instante de esos 23.02 segundos efímeros y también gloriosos.

Una centésima, pensará Ericka, ¿mamá, ¿qué es una centésima? Le interpelará a Omara luego, cuando, elevada su colección personal de preseas luego, repasen los momentos vividos en la capital nipona, entre abrazos, sonrisas… ejemplo.

El atletismo (4-1-1) y Omara Durand Elías (3-0-0) auparon a Cuba en Tierras del Sol Naciente hasta el puesto 33 del medallero general dominado ampliamente por China (91-53-50) hasta este minuto, y el 14 de esa disciplina bien llamada deporte Rey.

Si la santiaguera sola hubiese representado a un país, habría recalado en el puesto 39 de la tabla de medallas.

En nuestros corazones quedan tatuados los momentos de coronación al esfuerzo de ella, Yuniol, Leinier Savón, Leonardo Díaz, el “imberbe” Yankiel Robiel Sol, Guillermo y ulícer, Miriam, Xiomara y el resto de los entrenadores, fisioterapeutas, médicos, psicólogo.

También la imagen de sacrificio de Lorenzo Pérez, Damián López, Yunier, Leidy y Yeniglaidys… de todos y cada uno de nuestros 16 legionarios a esa cruzada paralímpica. Ellos, desde el preciso instante en que decidieron continuar luchando a diario por la vida, por la inclusión y el reconocimiento, por vencer escollos y golpes, se proclamaron campeones sin cuestionamiento alguno.

Ya lo diría otra Omara gigantesca, la Portuondo: “me encantaría conocer a mi tocaya Omara Durand. Yo, que tengo el inmenso privilegio de considerarme su amigo, de haber compartido en disímiles tribunas con ella, de haber atestiguado a Ericka con un velocípedo intentar ser la más veloz con poco más de un año en la pista del Estadio Panamericano, sé que estas líneas pueden antojarse poco para dimensionar su verdadera valía, pero son mi muestra de gratitud, y el mensaje de todo cubano amante del deporte esté donde esté. ¡Gracias Omara! ¡Gracias a la vida que me ha dado tanto! por el simple hecho de poder cantarte en palabras.

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