Padre del celular: las nuevas tecnologías traen menos privacidad
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Marty Cooper, el inventor del primer teléfono móvil comercial, posa para la prensa con un Motorola DynaTAC 8000x, durante una entrevista con The Associated Press en el marco de la feria Mobile World Congress 2023 el lunes 27 de febrero de 2023 en Barcelona, España. (AP Foto/Joan Mateu Parra)
El hombre que inventó el teléfono móvil hace 50 años sólo tenía una preocupación sobre el aparato del tamaño de un ladrillo y con una antena larga: ¿funcionaría?
Hoy en día, a Martin Cooper le preocupa, como a todo el mundo, el impacto de su invento en la sociedad: desde la pérdida de privacidad hasta el riesgo de dependencia a internet, pasando por la rápida propagación de contenidos nocivos, especialmente entre los niños.
“Mi opinión más negativa es que ya no tenemos privacidad, porque todo sobre nosotros ahora queda registrado en algún lugar y es accesible para alguien que tenga un deseo lo suficientemente intenso como para obtenerlo”, manifiesta Cooper, quien habló en Barcelona con The Associated Press en el marco del Mobile World Congress 2023 (Congreso Mundial de Telefonía Móvil o MWC23), el evento más grande de la industria de las telecomunicaciones. Cooper estaba por recibir un premio en el MWC23 en reconocimiento a su trayectoria profesional.
Sin embargo, el autoproclamado soñador de 94 años de edad también se maravilla de cuánto han avanzado el diseño y las capacidades de los teléfonos. Dice confiar en que los mejores días de la tecnología pueden estar por venir en asuntos como la educación y la atención médica.
“Entre el teléfono celular y la tecnología médica e internet, vamos a hacer algo para conquistar las enfermedades”, dijo el lunes durante el MWC.
Cooper, cuyo invento se inspiró en el reloj de pulsera con radio del personaje Dick Tracy, dijo que también imagina un futuro en el que los celulares se carguen con la energía generada por el cuerpo humano.
Todo eso está muy lejos de donde él comenzó.
Cooper hizo la primera llamada pública desde un teléfono portátil de mano en una calle de la ciudad de Nueva York el 3 de abril de 1973, usando un prototipo que su equipo en Motorola había comenzado a diseñar apenas cinco meses antes.
Para hacer frente a la competencia, Cooper se valió del prototipo Dyna-TAC -que pesaba 2,5 libras y medía 11 pulgadas- para llamar a su rival de los Laboratorios Bell, propiedad de AT&T.
“Lo único que me preocupaba era: ‘¿Funcionará esta cosa?’ Y funcionó”, cuenta.
Esa llamada ayudó a poner en marcha la que sería una revolución de los teléfonos móviles, pero recordando ese día, Cooper reconoce: “no teníamos forma de saber que este fue un momento histórico”.
Él pasó la mayor parte de la siguiente década trabajando para llevar al mercado una versión comercial del dispositivo, ayudando a lanzar la industria de las comunicaciones inalámbricas y, con ella, una revolución global en la forma en que nos comunicamos, compramos y nos enteramos sobre el mundo.
Aun así, Cooper dice que “no está enloquecido” por la forma de los teléfonos modernos, bloques de plástico, metal y cristal. Cree que los teléfonos evolucionarán para que estén “distribuidos por tu cuerpo”, quizá como sensores que “midan tu salud en todo momento”.
En un futuro, las baterías podrían ser reemplazadas por la energía generada por el cuerpo.
“Ingieres comida y creas energía ¿Por qué no tener este receptor de oído incrustado debajo de tu piel, alimentado por tu cuerpo?”, imagina.
Y mientras sueña sobre cómo podría ser el futuro, Cooper está en sintonía con los desafíos actuales del sector, particularmente sobre la privacidad.
En Europa, donde existen reglas estrictas al uso de los datos privados, los reguladores están preocupados por las apps y los anuncios digitales que rastrean la actividad del usuario, lo que permite que las empresas creen perfiles completos de los usuarios.
“Se va a resolver, pero no será fácil”, declara Cooper. “Ahora hay gente que puede justificar que se registre en dónde estás, dónde haces tus llamadas, a quién llamas, qué cosas buscas en internet”.
Pero se necesitan límites, dice Cooper, especialmente sobre el uso de teléfonos por parte de los niños. Una solución posible podría ser tener “varios sitios web, curados para las diferentes audiencias”.
Los niños de cinco años deberían poder usar internet para ayudarlos a aprender, pero “no queremos que tengan acceso a la pornografía y a cosas que no entienden”, advierte.
En cuanto a la forma en que él mismo emplea su teléfono, Cooper dice que revisa su correo electrónico y busca información en línea para resolver ciertos argumentos que surgen durante una cena.
No obstante, “hay muchas cosas que aún no he aprendido”, admite. “Todavía no sé qué es TikTok”.
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