OPINIÓN: A cuidarse de los elogios desmedidos
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El exceso de elogios lesiona a colectivos y personas y crea expectativas distantes de la realidad en bastantes ocasiones. Hay que cuidar el uso de los adjetivos hasta durante el habla cotidiana; mucho más en los textos profesionales; en estos, para no mellar el contenido al alejarse de la verdad, lo que significa propagar engaños, y también evitar deterioros en el estilo.
Sucede cuando se califica de extraordinario, de maravilloso, de maestro a deportistas, artistas o cualquier otro profesional que muestran condiciones sin llegar a dicha altura. Por desgracia, a veces se hace con personas que no las tienen. Los mayores daños caen sobre quienes dan sus primeros pasos, prometen, son diamantes que necesitan ser pulidos. Tanto endiosamiento irreal puede convertirlos en ciegos creyentes de sí mismo; autosuficientes sin plena suficiencia, además de enturbiarles el largo camino a recorrer.
En el Mundial de Atletismo de Doha 2019 pasó. La embriaguez azotó a muchos cuando el saltador de longitud Juan Miguel Echevarría consiguió 8.40 metros en la etapa clasificatoria. Y se colocó la carreta delante de los bueyes. Faltaba la fase decisiva. Había rivales de consideración. Las loas surgidas del corazón obnubilaron: lo situaron en lo más alto del podio antes de tiempo.
No negamos las enormes posibilidades del contendiente, merecedor de reconocimiento, aunque con palabras comedidas; no era el campeón aún y está lejos de la calidad de Iván Pedroso. Solo faltó que lo compararan con el mejor de todas las épocas: Carl Lewis, aunque casi... Al nuestro se le calificó, al citar diversas opiniones de los entendidos, como el hombre que puede llegar a los nueve metros. Había que parar el corcel del ensueño viniera de donde viniera. En fin, demasiado a destiempo.
Concluyó en tercer lugar. Los alabarderos creyendo que hacían un bien, lograron un mal: quitar lustre a la presea cuando es un bronce que brilla como oro; muchos, de tan obnubilados, ya veían a la gran promesa con el galardón supremo sobre el pecho y no aquilataron correctamente el resultado.
Un verdadero conocedor del atletismo, Lázaro Betancourt Mella, fue el primero en expresar públicamente los errores cometidos por el competidor amén de criticar la exaltación en demasía. El propio entrenador de Echevarría reconoció, también por televisión, las deficiencias presentadas por su pupilo y cómo se batirán para vencerlas.
Ayudemos, a él y a su guía, a encarar la lucha. Eso equivale a decirles la verdad y, con inteligencia, estrategia y táctica bien utilizadas, reflejar e interpretar esa batalla.
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Zarza
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