Lo que nadie quiere en Tokio 2020
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La expectación que genera el cercano inicio de los Juegos Olímpicos convive con una pesadilla capaz de malograr el sueño de quienes están hoy en Tokio: el temor a test positivos a la Covid-19.
Las pruebas PCR forman parte de la rutina diaria y el estar vacunado no supone carta blanca para incumplir las reglas impuestas por los organizadores, enfáticos a la hora de hablar de normas sanitarias y protocolos recogidos en guías ilustradas para atletas y demás participantes.
Olvidar mantener la higiene, el distanciamiento y el uso de la mascarilla deviene paso en falso que podría echar por tierra años de entrenamientos, planes de trabajo o coberturas periodísticas, y ello genera una ansiedad que los rostros –incluso cubiertos- no pueden ocultar.
Sin dudas, la pandemia aumenta los nervios: no es sencillo asumir que el más mínimo error puede ser -además de noticia- el detonante del adiós sin regreso de un equipo, la causa del impasse de determinado evento, o el inicio de un problema cuya solución no se logra en un chasquido de dedos.
Por eso, el tiempo de espera antes de los exámenes es un suplicio, los minutos parecen horas y los formularios y las filas cuasi interminables llegan en forma de déjà vu, mientras el deseo principal es que la ‘burbuja’ no llegue a explotar.
De hecho, según reportes de prensa conocidos aquí, un funcionario se convirtió hace unas pocas horas en el primer residente de la Villa Olímpica en dar positivo a la Covid-19, lo que, además, eleva a 44 las infecciones confirmadas en torno a la lid desde el 1 de julio, cuando resta una semana para la ceremonia de apertura.
Ubicada frente a la hermosa bahía de Tokio, la Villa apenas brinda espacios para los diálogos, y los deportistas salen y entran solo para las prácticas, con pocas pausas en su andar, porque evitar las aglomeraciones es uno de los principales consejos.
Así, el desafío toma ribetes quijotescos y el pensamiento de que ‘todo irá bien’ convierte esta aventura olímpica en un viaje sui generis, pero a la vez emocionante y atractivo, deseado e histórico, en tiempos extraños para la humanidad, que observa la lid estival como una brecha de esperanza.
Mas la enfermedad no logra robarse completamente el protagonismo, pues también crece de forma exponencial el interés por conocer acerca del estilo de vida de los anfitriones y la tentación –entre muchísimas otras- de probar el exquisito arte culinario local, que será reverenciado hasta la saciedad durante los próximos días.
No hay dudas de que el mundo ya no es el mismo desde la aparición de la Covid-19 y estos Juegos Olímpicos tampoco se parecerán a los antes vividos; sin embargo, y a pesar de lo crítico de la circunstancia, lo más sensato es disfrutar cada momento y evitar el caos que nadie quiere en Tokio.
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