La tarea de cuidar

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La tarea de cuidar
Fecha de publicación: 
28 Octubre 2024
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Fotografía tomada de https://es.linkedin.com

La persona que atiende a otra constantemente, quien se dedica por entero a un padre, hijo, familiar o amigo enfermo incapaz de valerse por sí mismo, el llamado cuidador, quien en ocasiones lo es a tiempo completo, sin pausas, corre el riesgo de sufrir y necesita fortalezas, más que físicas, mentales, mucho más que resistencia para aguantar sano un proceso que no sabe cuánto durará, que tendrá que cumplir día y noche, sin herramientas, quizás aprendiendo sobre la marcha, con los tropiezos.

El cuidador se desgasta. Muchas veces tiene que renunciar a su profesión y acometer su nuevo compromiso con dificultades económicas, sin apoyo; o continúa trabajando y de vuelta a su casa olvida todo para atender a una persona, consanguínea, o no, que tal vez no es consciente todo el tiempo, o no se puede mover, o padece algún tipo de enfermedad progresiva como el Alzheimer, que afecta la memoria, el pensamiento, el comportamiento y otras funciones importantes, y que, además, no tiene cura.

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Ya sea un niño o anciano con enfermedad crónica o discapacidad, la tarea de cuidar implica estar pendiente todo el tiempo, velar por su salud, alimentación e higiene personal, estar al tanto de cuanto hace y siente, procurarle entretenimiento de estímulo físico y cognitivo, y como si fuera poco, al mismo tiempo también llevar la casa, lavar, limpiar, ordenar, cocinar. Es agotador, y sin darse cuenta el cuidador modifica sus rutinas personales y sociales, e impone nuevos modos de hacer, todo relacionado con la persona a su cargo. Se olvida de sí mismo.

Nadie está preparado para afrontar esta faena de manera permanente. Es una labor complicada, absorbente, de sacrificios. Por lo general, el cuidador se descuida, se abruma, se cansa, se demacra; siente que no puede, que se vuelve loco y sus esfuerzos no alcanzan; por tanto, requiere ayuda, aunque no la pida. El asunto es tener a quién pedírsela cuando se trata de una experiencia prolongada que afecta el descanso.

Entonces aparecen los síntomas del síndrome del cuidador que tienen que ver con excesos físicos y emocionales: ansiedad, depresión, estrés, irritabilidad, baja autoestima, impaciencia, falta de concentración, desesperanza; sentimientos de culpa, frustración, tristeza, soledad y dejadez por el abandono de sus propios asuntos; también otras señales como cansancio continuado, hipertensión, dolores musculares, insomnio, inapetencia, y mucho más.

Las recomendaciones son, además de estar informados sobre cómo actuar en cada caso para dominar el cuidado, atenderse a sí mismo: dormir lo suficiente, conservar el contacto con amigos e intentar continuar intercambios sociales y pasatiempos, o sea, momentos de relax siempre que se pueda. Conviene no desatenderse y cuidar su propia nutrición y presencia; no aislarse porque el encierro suele ser agobiante; y aceptar apoyo, aunque sea a ratos.

En una sociedad envejecida como la nuestra estas situaciones son muy frecuentes. Muchas son las familias que deben afrontar contextos así, difíciles, con individuos dependientes, carentes de autonomía, y hay que vigilarlos, asistirlos para cubrir sus necesidades básicas y mantener su calidad de vida.

Ser cuidador es un trabajo sumamente duro, con una importante carga física y psíquica que supone abnegación. Sin embargo, suele ser minimizado. Debemos romper el silencio.

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