La Copa Oro de fútbol, otro punto de partida...
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Haciendo resumen de la participación cubana en la Copa Oro de Concacaf 2023, debe decirse con pesar que no se cumplieron los objetivos trazados.
El seleccionador nacional, Pablo Elier Sánchez, reconoció su insatisfacción con el resultado y aseguró que este grupo tenía la capacidad de hacer una mejor competencia.
¿Qué sucedió entonces? Responderlo demanda analizar muchísimos factores, desde los meramente futbolísticos hasta elementos extradeportivos que intervienen en el manejo y funcionamiento del grupo.
En lo concerniente a la cancha salta una conclusión: el máximo nivel competitivo no admite improvisación ni tibieza de tipo alguno.
La absoluta no puede integrarse por un grupo de nombres caóticamente, por contraparte, deben ser llamados hombres atendiendo a sus mejores prestaciones, pensando en la posición que desempeñan habitualmente.
Si somos justos, debemos aclarar que las ausencias por lesión forzaron la polivalencia de algunos como paliativo al desmembramiento del grupo antes de la competencia.
Onel Hernández, el jugador que a más alto nivel ha jugado entre los miembros de la absoluta; Karel Espino, "muralla" infranqueable e insustituible en la contención cubana; Dairon Reyes, el jugador distinto, capaz de inventarse un pase a gol en un metro cuadrado; y Christian Flores, un talento que bien pudiera resultar en revulsivo por antonomasia, se cayeron antes del evento.
Eso limitó, sin lugar a duda, a la escuadra nacional y mermó la calidad en cada área, a la vez que trajo consigo una disminución del desempeño de los hombres de segunda línea.
Luego habrá que analizar los necesarios pero riesgosos cambios de esquema. Quizá ello determinó la inexactitud táctica de algunos jugadores, tanto como su utilización en posiciones menos habituales.
El ejemplo más representativo de ello puede encontrarse en el partido ante Guadalupe, en que el elenco de la Mayor de las Antillas recibió demasiado castigo. El 3-0 de la primera mitad se antojó excesivo, tanto que los cubanos hicieron más y generaron más oportunidades.
De ello derivan dos conclusiones: la contundencia determina el partido. En la medida que fallas las oportunidades merman las posibilidades de optar por la victoria. Y por otro lado, cualquier displicencia táctica o técnica a este nivel se paga caro.
La confirmación la da el mismo equipo cubano que logra igualar a un gol en la segunda mitad de ese choque, luego de corregir con un doble pivote en la medular. Incluso pudo ser mejor el desempeño, pero una rigurosa posición adelantada y otra vez la falta de contundencia atentaron contra ello.
Canadá desempolvó otro manual, el de los errores propios: no puedes equivocarte cuatro veces de forma tan inocente. Eso sí, las fallas personales no deben achacarse al planteamiento táctico por justicia y pragmatismo.
Se demostró que Cuba sabe y puede crear peligro, de la misma forma que clarificó que abandonar el juego sencillo y ordenado puede atentar contra la solidez defensiva.
Probablemente el penal cometido indica que es necesario reforzar cuestiones básicas como las posturas en cada demarcación, pero luego puede entenderse como una jugada desafortunada cuando mejor actuaba Cuba.
Ahora bien, los otros tres goles son hijos de la desconcentración y el mal ejercicio, y he ahí otra de las tantas notas que debe tomar el técnico cubano, aunque su responsabilidad en el error personal del jugador resulta mínima.
¿Cómo no mirar a elementos extradeportivos con toda la influencia que ejercen, aunque sea indirectamente en el resultado? El abandono de cuatro jugadores justo después del primer partido condicionó desde lo sicológico hasta lo deportivo, si tomamos en cuenta que Pablo Elier Sánchez quedó sin cuatro piezas para dar solución a situaciones puntuales en la cancha.
Tampoco peco de suspicaz si pienso que el abandono de Sandy Sánchez, luego del tercer y último partido, en que salió como titular, le condicionó por desconcentración. Incluso pudo inducir el error grosero que acarreó el tercer gol.
Pensar en que se recibieron menos goles que en ediciones anteriores o que se marcó más que en alguna otra, además de cierto y medianamente alentador, resulta una cuestión de mínimos. Esta selección fue a competir y no lo logró.
Las verdaderas conclusiones deben enfocar la capacidad de corregir los errores cometidos y ahí radica la más grande fortaleza de este equipo.
Probablemente el análisis del peor resultado de este grupo pueda vender una imagen sesgada del nivel real de los pupilos del técnico pinareño.
Eso sí, el colectivo técnico tiene la titánica tarea de corregir el rumbo antes del debut en el máximo nivel de la Liga de Naciones de Concacaf 2023-2024, el próximo 8 de septiembre ante Haití.
Por fortuna, esta selección tiene las herramientas para corregir el camino y erradicar errores impropios del nivel al que juega, por méritos propios.
En esos mismos méritos que le ganaron llegar hasta donde está, descansa la grandeza de la absoluta cubana. Solo falta que la recién concluida Copa Oro no sea epitafio, sino punto de partida para compromisos futuros.
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