La Caridad de Oriente

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La Caridad de Oriente
Fecha de publicación: 
13 Agosto 2024
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Fiestas de las Sociedades de Tumba Francesa. Foto: René Silveira

Entre los años 1790 y 1868, se compone uno de los períodos de la época colonial en Cuba. Durante este tiempo, comienza la inmigración francesa con sus dotaciones de esclavos haitianos, quienes introducen sus costumbres, tradiciones e idiosincrasia característica de su cultura en la sociedad cubana.

Las fiestas de las Sociedades de Tumba Francesa, vigentes aún hoy, constituyen un aporte cultural llegado con estos inmigrantes, cuyo desarrollo ha influido de diversas formas en la definición de un arte cubano y, de forma más particular aún, en su música.

Se les llamó “franceses” a los negros criollos llegados a Cuba, esclavos o libres, que ya traían una cultura resultante de un primer proceso de transculturación. Incluso su lenguaje había dejado de ser el francés, para convertirse en creole o patois, producto de la confluencia de idiomas diferentes que se había desarrollado en la zona dominada por los franceses en Saint Domingue.

Las generaciones posteriores de estos inmigrantes, ya nacidas en territorio cubano, mantuvieron el apelativo de franceses y, como idioma, el patois que, al igual que el resto de los rasgos característicos de la cultura que trajeron, fueron sometidos a un segundo proceso de transculturación determinado por las nuevas relaciones socioeconómicas que les ofrecía Cuba.

Estos esclavos adquirieron de sus amos comportamientos sociales y culturales, que fueron sus patrones o modelos en el vestir, comer, las artes y en la forma de relacionarse entre sí. Con gran sentido de refinamiento, tal y como era el uso de los diseños propios de Francia, las mujeres de esta sociedad vestían generalmente batas de cola y corte princesa, hermosísimos cuellos y puños de encajes o puntas bordadas con sayas de tres grandes vuelos, además de enaguas de hilo ribeteadas con tiras bordadas y bien almidonadas a modo de armar la parte interior del vestido. En la cabeza, las mujeres se adornaban con pañuelos de vivos colores para cubrir el cabello, amarrados hacia delante o atrás. En la vestimenta se incluían los chales de seda que cubrían los hombros de las mujeres y un collar de piedra de cristal de roca utilizado por la primera reina de esta Tumba Francesa. También se utilizaban pañuelos de colores vivos para las interpretaciones del yubá y mazón.

El hombre, por su parte, vestía muy elegante con camisa de cuello bien almidonado y un alfiler al cuello que le daba mayor prestancia, chalecos y frac con pantalones de corte francés. Atuendo que los distinguía de los demás bailes africanos.

La Tumba Francesa fue jerarquizada en su estructura organizativa con un rey y una reina como figuras más importantes de su corte, formada además por príncipes, princesas y capitanes, hasta la instauración de la República cubana en el siglo XX, que, en sus condiciones de Sociedades de Tumbas Francesas, se reconocen a un presidente y una presidenta como máximas figuras directivas, veneradas y respetadas hasta nuestros días por cada miembro asociado. Con esta nueva estructura adoptarían nuevas formas de agrupación mutualista, autofinanciada, capaz de conservar sus preceptos espirituales ancestrales: cohesión e identificación interna.

Sin embargo, el apelativo de francés no solo se aplicó a las personas, sino a todo el ambiente que los rodeaba. Sus sociedades, agrupaciones, bailes, fiestas e instrumentos musicales fueron identificados por este distintivo, con el que pretendían, además, aparentar un rango social y cultural superior al de otros esclavos.

Por otro lado, el decirse “haitianos” hubiera sido comprometedor para sus relaciones con las autoridades coloniales españolas en Cuba, pues Haití era considerada entonces como un peligroso centro de subversión por las potencias coloniales europeas en Las Américas.

Por supuesto, no todos participaron en un inicio de estas, pero las mismas fueron creciendo en importancia y se constituyeron en un importante elemento aglutinador de grupo. Esta nueva estructura, con elementos de la corte versallesca, se transmitió a los nuevos miembros del grupo, conformados en un tipo de comunidad cerrada dentro del sistema de plantación cafetalera.

La Sociedad de Tumba Francesa “La Caridad de Oriente” posee sus raíces más inmediatas reelaboradas en las plantaciones cafetaleras de Monsieur Antonio Venet, con finca en Paz de Los Naranjos, Mango Tié, alturas del Caney, como hacendado cafetalero, y en la finca San Nicolás de Monsieur Santiago Danger, hacendado cafetalero y de frutos menores, en los altos del Caney, en un lugar conocido como Vuelta de Limoncito en los altos de Villalón o el Palmar. El 24 de febrero de 1862, nace “La Caridad de Oriente” bajo el nombre de “Lafayette”, en honor a este general francés precursor en América de la abolición de la esclavitud. En su condición de Sociedad de Recreo, Socorro y Ayuda Mutua, y como fusión de las familias Venet-Danger.

Luego de dividida y con la abolición de la esclavitud en Cuba en 1886, solicita su inscripción en 1905 en los registros de Sociedades de Socorro, Ayuda Mutua y Recreo del Gobierno Provincial de Oriente, como Sociedad de Tumba Francesa “La Caridad de Oriente”.

Posee tres grandes tambores o tumbas que se nombran tambú o bulá por el vocablo francés tambour. Estos se clasifican en: tambor premier, mamier o primer bulá, que es el tambor principal de sonido grave-agudo; a su tocador se le identifica como momamier. Otros dos tambores secundarios, los second o segundos bulá, conocidos además por arcend, de tamaño más pequeño, cuyos tocadores se conocen como secondier o bulayer, tienen toques complementarios.

La tambora o requinto, colgada al cuello y tocada con un bolillo, se utiliza para los toques del ritmo mazón y tahona o tajona. Todos ellos están confeccionados a partir de madera recia y piel de chivo curtida. El Catá o cataje, instrumento básico guía del ritmo de sonido penetrante y xilofónico, está confeccionado a partir de un tronco de madera recia, ahuecado al centro, e interpretado con un par de palos también de madera; a su tocador se le conoce como catayer.

Para dar sonoridad al coro vocal se utilizan los Cha-chá o marugas, en forma de conos, interpretadas solamente por mujeres. Estas se confeccionan a partir de metales blandos y se decoran con cintas de diversos colores, predominando los colores blanco, rojo y azul. Esta labor fue realizada por la señora Consuelo Venete Danger (Tecla), como reina de esta sociedad y mujer catayer, con significativas interpretaciones que ejecutó con este instrumento, herencia transmitida a su bisnieta, la joven Keila Quiala Venet, hija de la actual presidenta de la Sociedad, la señora Andrea Venet.

Sus danzas destacan los géneros del baile Yubá, Front o Frenté, de mayor arraigo africano, y otro ritmo como el mazón o bantué, que recuerda los bailes en los salones de París, como el minuet. Además, están el Carabiné y la popular Tahona, que son manifestaciones músico-danzarías de sus ancestros.

La Sociedad de Tumba Francesa “La Caridad de Oriente”, hoy con 162 años de existencia, es un auténtico exponente de los valores excepcionales del patrimonio cultural intangible, resultante del genio creador humano, expresión de la mezcla del arte y la historia, que comprende lo peculiar y lo tradicional de la identidad regional.

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