JK Rowling desafía al gobierno escocés con la nueva ley contra delitos de odio
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La escritora JK Rowling. AFP/File
Básicamente, la ley da poderes a la policía para interpretar si se ha cometido un delito de odio y obliga a investigar cada denuncia. El objetivo es acabar con la discriminación, pero está generando una fuertísima controversia y oposición en Escocia. Incluso se organizó una manifestación de protesta fuera del parlamento de Edimburgo. Los detractores consideran que se basa en apreciaciones subjetivas de la persona que se da por ofendida y que puede usarse como un arma para el ajuste de cuentas ya que sería la palabra de uno contra la del otro.
Yousaf dijo que la legislación, que es una actualización escocesa de la ley para todo el Reino Unido de 1986 contra este tipo de delitos, pretende consolidar las leyes existentes. “[La nueva ley] protege a las personas de una creciente ola de odio que hemos visto con demasiada frecuencia en nuestra sociedad en los últimos tiempos”, apuntó Yousaf, que se convirtió en líder del Partido Nacional Escocés (SNP) y primer ministro en marzo del año pasado tras la renuncia de Nicola Sturgeon.
"Hoy entra en vigor en Escocia la Ley contra los Delitos de Odio. Las mujeres no obtienen ninguna protección adicional, por supuesto, pero la conocida activista trans Beth Douglas, mimada de destacados políticos escoceses, entra dentro de una categoría protegida. ¡Uf!", protestó Rowling en un hilo te tuits.
La principal opositora de esta ley es JK Rowling, acusada de llevar a cabo una cruzada contra personas transgénero desde que empezó a proferir comentarios contrarios en el año 2019. La autora considera que una persona tiene que ser considerada legalmente por sexo con el que nace. Su campaña se volvió más agresiva el año pasado cuando el gobierno escocés (nacionalista y de izquierda) aprobó la llamada Ley Trans, que permitía la autodeterminación de género a partir de los dieciséis años sin la necesidad de certificado médico. La ley fue vetada por el gobierno central británico. La decisión fue llevada a los tribunales escoceses, que dieron la razón a Londres.
Pues bien, JK Rowling, de 58 años, se ha referido a diversas mujeres transgénero en redes sociales como hombres, utilizando el artículo masculino, nombrándolas por su género de nacimiento y no por cómo se definen ahora. E incluyó el mensaje desafiante: “Actualmente estoy fuera del país, pero si lo que he escrito se califica como un delito según los términos de la nueva ley, espero ser arrestada cuando regrese al lugar de nacimiento de la Ilustración escocesa”.
Sunak también ataca la ley
La ministra escocesa de víctimas y comunidades, Siobhan Brown, recogió el guante y declaró que, si bien utilizar el pronombre erróneo no es delito según la nueva ley, “la policía podría investigarla si la denuncian y si consideran que sus comentarios son delito”. De momento, la policía no ha recibido ninguna denuncia, pero el pulso de la autora está ahí. Las penas por este tipo de delitos van desde multas altísimas hasta sentencias de siete años de cárcel.
JK Rowling está intentando mostrar la subjetividad de la nueva ley, deslizándose por sus límites. El primer ministro británico, Rishi Sunak, se ha posicionado del lado de la escritora de Harry Potter. “La gente no debería ser criminalizada por establecer datos simples basados en la biología -dijo Sunak, quien paralizó la ley Trans escocesa desde Londres el año pasado-. En este país creemos en la libertad de expresión y los conservadores siempre defenderemos este derecho”. Yousaf asegura que la nueva ley defiende la libertad de expresión.
Y pese a esta ardua defensa de la libertad de expresión, a Sunak se le critica la decisión de hace dos semanas de considerar extremista a la principal organización musulmana del país para acabar con las marchas propalestinas en Londres, decisión que fue considerada como una reducción de la libertad de expresión. Por su parte, la Federación Escocesa de Policía, que representa a todos los agentes de policía escoceses, ha denunciado que esta nueva ley de Yousaf podría provocar que la gente pierda la confianza en la policía.
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