Si hay un swing, que sea contra la violencia
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Foto: Alien Fernández/ Escambray
El béisbol que se juega en Cuba atraviesa por una crisis de calidad, disciplina y organización, agravada en las últimas jornadas por la agresión física del mentor de Sancti Spíritus, Eriel Sánchez, al comisario Miguel Rojas.
Los hechos, contados con precisión periodística y contraste de fuentes en el trabajo Violencia al bate en el Huelga, por la colega Elsa Ramos en el periódico Escambray, revelan un acto de violencia que pudo terminar en un asesinato, y ojalá la víctima se recupere sin traumas físicos de las lesiones, porque los sicológicos tardarán mucho.
Nada, absolutamente nada, justifica emprenderla a batazos contra otro ser humano. Esa es una agravante que influiría en la decisión de cualquier jurado.
Si a eso agregamos que el agresor es el principal encargado de controlar la disciplina y el orden dentro de un grupo de atletas integrados en un equipo, tenemos una segunda agravante.
Ni el béisbol ni la sociedad deben contemplar con ojos pasivos la comisión de agresiones físicas, verbales o simbólicas. Empecemos siempre por llamar a cada acto por su nombre.
El deporte ha de entenderse como un escenario para confraternizar y compartir sanamente los códigos de una expresión cultural sintetizada en un juego, independientemente de que durante su ejecución haya rivalidad, pero siempre dentro de las reglas establecidas por la sociedad y por el juego mismo.
En los últimos tiempos han aumentado los actos violentos dentro de las dos rayas de cal: contra árbitros por sus decisiones, contra lanzadores que tiran pegado… Y fuera del campo de juego también se reiteran manifestaciones de ese tipo, como prolongación de aquellos altercados.
Algunos intentan justificar semejante tendencia con su percepción de una sociedad menos tranquila, en un intento por naturalizar lo que ha de asumirse como lo que es: violencia, indisciplina, quebranto del orden.
Seríamos incongruentes con el tipo de sociedad que queremos para nuestro país si no aplicamos medidas severas ante hechos como el ocurrido en el estadio José Antonio Huelga de Sancti Spíritus.
No estamos solo ante un intercambio de palabras, por muy subidas de tono que sean; ni siquiera de golpes a mano limpia, sino frente al empleo de un implemento contundente para golpear a una persona, con lesiones documentadas por los especialistas en medicina como prueba irrefutable del acto violento.
Sancionar es obligatorio ahora, pero el aumento de las indisciplinas debe conducir a mayor rigor e integralidad en la estrategia preventiva para evitar semejantes conductas. Esa será la mejor jugada para ganarle el partido a la violencia en cualquiera de sus manifestaciones.
Podrá jugarse en Cuba un béisbol de baja calidad, con notables ausencias de buenos peloteros, alejado de sus tiempos gloriosos, pero que sea siempre sano, limpio, de respeto y civilizado.
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