El baldaquino de Bernini vuelve a relucir en la basílica vaticana
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El baldaquino de Bernini en el centro de la basílica vaticana. Foto: Daniel Cáceres / EFE.
El baldaquino levantado por el genial Gian Lorenzo Bernini en el centro de la basílica vaticana, sobre la sepultura de San Pedro, ha recobrado su brillo gracias a su primera restauración en 250 años y ha revelado, de paso, los restos “de vida cotidiana” que quedaron en sus alturas monumentales.
“Ha vuelto a ser el centro, el fulcro y la referencia de la basílica”, celebra en una entrevista con EFE a los pies del monumento el ingeniero Alberto Capitanucci, responsable técnico de la Fábrica de San Pedro, el ente que custodia el templo vaticano.
El baldaquino de Bernini es un imponente templete de 30 metros de altura apoyado en cuatro columnas salomónicas de bronce que el maestro barroco erigió en la primera mitad del siglo XVIII en el epicentro del Catolicismo, sobre el lugar exacto donde, según la tradición, fue sepultado el apóstol San Pedro.
El monumento fue pensado como un gigantesco catafalco o telón de gran realismo, combinando las partes oscuras de bronce y cobre, que desde lejos parecen cuero, con bordes y otras figuras doradas en sus columnas, entre ángeles titánicos, hojas de laurel y abejas, símbolo de la dinastía Barberini, la del papa Urbano VIII.
Sin embargo, el paso inexorable del tiempo acabó oscureciéndolo bajo una gruesa capa de suciedad que ahora, por primera vez en 250 años, se ha limpiado en profundidad de cara al Jubileo de 2025.
Han sido nueve meses de trabajo en los que la estructura quedó oculta tras un andamio, para permitir a los técnicos encaramarse y dar lustre a sus figuras, pero que ya ha empezado a desmontarse.
La restauración solo se ha centrado en el aspecto “externo” del monumento. Este martes fue posible subir a sus alturas, escalando su andamiaje, para comprobar que efectivamente el mundo sacro, vegetal y animal recreado por Bernini ha recobrado su luz.
Antes, los expertos tuvieron que investigar durante seis meses el estado de este delicado monumento de más de 200 toneladas (60 de bronce), ya que sus columnas están rellenas de hormigón, y levantado en un suelo excavado, hueco, sobre la cripta de los papas y una milenaria necrópolis romana donde se halló la tumba petrina.
“Podemos afirmar que no hemos encontrado patologías que requieran curaciones más incisivas de las que hemos llevado a cabo”, resumió Capitanucci.
Además, los expertos han descubierto entre los recovecos en lo alto del baldaquino numerosos restos del pasado dejados por otras personas que, como ellos, ascendieron para limpiezas puntuales.
“Son historias menores, partes del ámbito cotidiano o personal de quienes en los siglos posteriores subieron para limpiarlo", explica el experto.
El templo vaticano se está engalanando por el Jubileo, que arrancará el 24 de diciembre con la apertura de su Puerta Santa, y además de la colosal restauración del baldaquino y de cambiar la mampara que protege a la ‘Piedad’ de Miguel Ángel, ha emprendido la limpieza del otro monumento de Bernini: el Altar de la Cátedra.
Se trata de un grandioso monumento en bronce dorado clavado en la pared del ábside y que, como un relicario, alberga un antiquísimo trono de madera que, según la tradición, perteneció a San Pedro (aunque en realidad es un mueble medieval regalado en el siglo IX por un rey franco por su coronación).
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