De los Juegos Escolares, a nuestro mejor cancerbero

De los Juegos Escolares, a nuestro mejor cancerbero
Fecha de publicación: 
3 Julio 2024
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El muchacho más que ganado por el azoro, está maravillado. Se siente olímpico sin que domine todavía la esencia del olimpismo. A la inmensa mayoría de los reunidos en la instalación deportiva Eduardo Saborit, el 22 de agosto de 1963, le pasa lo mismo, incluso a este reportero que lleva solo seis semanas en el puesto y cubre para la revista Mella la inauguración de los Primeros Juegos Nacionales Escolares. El novel periodista ha encontrado en el brillo de los ojos del citado pichón de atleta, el estremecimiento de todos los futuros competidores juntados aquí: se imaginan campeones sin siquiera haber empezado a contender en el certamen.

¿Cómo conducir lo que observo y gozo?, se pregunta preocupado mientras conversa con varios de los atletas y anota. Todo esto obliga a ir mucho más allá de publicar el orden correcto de la presidencia y otros datos, agrega a sus reflexiones. Por lo pronto, recuerda que el escenario de la apertura, llena hoy con la alegría, era un antro de perdición dominado por apostadores y negociantes: el llamado Cinódromo de Marianao donde se escenificaban las carreras de perros con canes de mayor humanidad que las bestias que los hacían correr ligados a diversas corrupciones. Igual pasaba con las carreras de caballos, las peleas entre gallos o el Frontón Jai Alai, llenando de la injuria de don dinero una hermosa disciplina en la barriada de Cayo Hueso. Ah, si por veinte pesos subían al ring los trompadas pagadas para matarse y enajenar con el odio a los espectadores... ¡Se acabó!

Al hablar con el joven, supo que su interlocutor había preferido el reino de los goles para evitarlos. Ya no tenía que mirar agarrado a una reja las clases educación física y los topes disfrutados en las escuelas privadas, mientras a ellos, los de abajo, en su villareña Encrucijada natal, no les tocaba con semejantes condiciones, si les tocaba. Ahora, en su beca habanera, patean hasta cocos a falta de balones; saben del fututo arriba de las redondas y con chutazos o paradas siembran sueños. Una gran algarabía quiebra el ritmo de esas conversaciones con él mismo. Llega el hombre que encabeza las transformaciones mucho más allá de las lides del músculo. No deben desaparecer o languideceríamos todos: ¡Fidel, Fidel, Fidel! Su nombre repetido no viene desde las gargantas: asciende desde las almas.

Por fin, el silencio: nuestro mejor pedagogo habla: “Este día en que se inician los Primeros Juegos Escolares con participación de los atletas jóvenes de todas las provincias y de todos los centros de educación de nuestro país, marca una nueva etapa, una nueva época en nuestros deportes... El deporte ayuda a la salud. El deporte hace fuerte no solo físicamente, sino también moralmente. Hace fuerte también el carácter, hace fuerte también la voluntad. El deporte cultiva los músculos, educa el carácter, desarrolla la inteligencia, hace ciudadanos más saludables y más preparados en todos los sentidos...”

Asegura: “Entre los que han demostrado tenacidad en el deporte, condiciones de deportistas, de entre ustedes saldrán el día de mañana campeones que defenderán con orgullo la bandera de la patria revolucionaria en las competencias internacionales... Cuán superior es esta sociedad a aquellas en que el deporte y la educación eran privilegios de unos cuantos...”

Afirma: “Hay que fundir la condición de buen estudiante y la de buen atleta y la condición de buen revolucionario... Si reunimos en cada joven la condición de buen atleta y buen estudiante (...) estaríamos logrando una aspiración, estaríamos alcanzando una meta que beneficiaría extraordinariamente a nuestros jóvenes y que formaría una generación magnífica, una generación mucho más apta para la vida en todos los conceptos que las generaciones anteriores...”  

¡Cómo ha pasado el tiempo! El adolescente de la mirada tan estremecedora asimiló muy bien el discurso del Comandante en Jefe. José Francisco Reinoso vigorizó su calidad humana y la atlética. Se convirtió en el mejor guardameta del fútbol cubano de todos los tiempos. Buen estudiante, buen deportista, buen revolucionario. No debe encadenarse de estadísticas en lo competitivo por positivas que sean, aunque merecen ser enunciadas: él es mucho más que ellas. Docenas de galardones escolares y juveniles. Participante más destacado de los IV Juegos en lo deportivo y lo docente. Subcampeón panamericano en San Juan 1979. Bronce en Cali 1971. Titular en los Centrocaribes de Panamá'1970, Santo Domingo 1974 y Medellín 1978. Portero de nuestra selección en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 y Moscú 1980. Entre los diez deportistas más destacados del año en una ocasión.

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José Francisco Reinoso.

Estudió la carrera de periodismo a la par de su batallar en las canchas. Laboró en Juventud Rebelde y el ICRT. En la actualidad es corrector en Prensa Latina. Digno comisionado nacional del balompié durante varios años. Ejerció la presidencia del círculo de periodistas especializados en deporte en la Mayor de las Antillas y lo representó en la esfera internacional. Cuando aquel periodista del citado inicio, ya un octogenarrio debió ceder su cargo de Presidente del sector del deporte de la Unión de Historiadores de Cuba, por motivos de salud y de las dificultades en el transporte, pensó en su entrevistado de entonces. Lo propuso. Resultó aceptado por unanimidad.

José Francisco no es perfecto, aunque sus virtudes están por encima de la astilla de algún defecto. ¿Quién no falla un penalti en los lances de la vida? Pablo de la Torriente Brau con su magnífica prosa esclareció que dicha perfección únicamente existe en las malas películas de Hollywood. Nicolás Guillén en su poema acerca de la pureza, tan bien usado por Calendario, iluminó el asunto. Dos de las muchas actitudes del gran guardameta lo retratan.

En una reunión de la prensa y varios directivos, un joven periodista se expresó en contra del planteamiento de un funcionario loador de un avance inexistente en el fútbol cubano. Luego de una fuerte polémica, Reinoso, aún portero del equipo principal, señaló y demostró que el periodista tenía la razón. A los pocos meses, el cancerbero, debido a su edad, era separado de su seleccionado. ¡Qué casualidad...! La más importante: su eterna negativa a contratarse por algunos países, hasta en medio de su injusta separación del conjunto grande, para formar parte de sus seleccionados nacionales. “Nunca jugaré contra mi patria”, respondió. Por cierto, no se enfrentó jamás, a pesar de residir en La Habana, a la representación de Las Villas. 

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