Cuando la vida se apaga, también lo hace cierta radiación luminosa que acompaña a los seres vivos

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Cuando la vida se apaga, también lo hace cierta radiación luminosa que acompaña a los seres vivos
Fecha de publicación: 
16 Mayo 2025
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La luminiscencia biofotónica emitida por el ratón se desvaneció de forma abrupta en los instantes posteriores a su muerte. Imagen: tomada de nationalgeographic.com.es

 

Un grupo de investigadores ha puesto luz —literalmente— sobre uno de los misterios más antiguos de la existencia: el instante en que la vida se apaga.

Desde hace años se sabe que todos los seres vivos emiten una radiación luminosa extremadamente tenue, imperceptible al ojo humano, llamada emisión fotónica ultradébil (UPE, por sus siglas en inglés).

Este fulgor microscópico, generado por procesos metabólicos internos, es constante mientras el organismo está vivo… pero se desvanece en el mismo momento en que la vida se extingue.

Gracias a cámaras digitales ultradelicadas —entre ellas sensores EMCCD y CCD de altísima sensibilidad—, el equipo liderado por Dan Oblak en la Universidad de Calgary ha sido capaz de observar este fenómeno con un nivel de detalle sin precedentes.

Según explican en un estudio reciente en Journal of Physical Chemistry Letters, sus experimentos revelan un contraste sorprendente entre los patrones de emisión fotónica de ratones vivos y muertos.

Los resultados no dejan lugar a dudas: cuando cesan las funciones vitales, se apaga también esta misteriosa luz interior.

Esta emisión luminosa proviene de los llamados biofotones, partículas de luz generadas espontáneamente por las células, principalmente como subproducto del metabolismo mitocondrial. Aunque su intensidad oscila entre apenas 10 y 1.000 fotones por centímetro cuadrado por segundo —lo que los hace invisibles al ojo humano—, su presencia ha sido registrada en todos los organismos vivos estudiados hasta la fecha.

Los investigadores se cuidaron de mantener condiciones constantes de temperatura y luminosidad para evitar interferencias, y fue así como captaron el momento exacto en que la emisión cesa, coincidiendo con la muerte biológica.

En paralelo, se realizaron experimentos similares con hojas de schefflera arboricola, una planta ornamental. Al igual que en los animales, las emisiones aumentaban bajo condiciones de estrés fisiológico, como temperaturas elevadas o daño tisular.

De hecho, cuando se aplicaron heridas físicas a las hojas, la intensidad de la UPE aumentó notablemente. Este fenómeno se atribuye a una aceleración de los procesos oxidativos y metabólicos que se desencadenan como respuesta al daño celular, lo que resulta en una mayor generación de biofotones.

Pero quizás lo más fascinante de esta línea de investigación no sea solo su componente filosófico o existencial, sino su inmenso potencial práctico.

La posibilidad de medir de forma no invasiva esta emisión luminosa abre nuevas vías para el diagnóstico precoz de enfermedades en humanos, así como para la detección de estrés en cultivos agrícolas.

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