Contra boicots y campañas... la Bienal (+ OBRAS)
especiales
Obra de la exposición Regreso al porvenir.
Los que pensaron que la XIV Bienal de La Habana no iba a lograr que artistas (cubanos y extranjeros) de valía se sumaran a su catálogo deberían visitar la megaexposición Regreso al porvenir, que ocupa los espacios de la Estación Cultural de Línea, en el Vedado habanero.
Hace poco el director de la cita, Nelson Ramírez de Arellano, describía esta edición como si fuera una gran sinfonía. Es hermosa la imagen, una sinfonía creciente que llega a su clímax en esta tercera experiencia.
Convendría visitar las exposiciones de la Bienal. Las que se inauguraron en las etapas anteriores y las que acaban de abrir sus puertas en esta última experiencia.
Los que afirmaban y siguen afirmando que la Bienal es una especie de empeño publicitario gubernamental, un instrumento propagandístico, deberían asistir a estas muestras.
En las propuestas de Regreso al porvenir hay un espíritu esencialmente crítico. Arte comprometido con un contexto, local o universal. Y no precisamente arte complaciente.
Ese es uno de los ejes de la Bienal: un arte de resistencia. Porque ese es uno (no significa que el único) uno de roles del arte en la contemporaneidad. Conciencia crítica. Recreación que contribuya a comprender nuestras circunstancias.
Y por supuesto, el arte no está para resolver los problemas, aunque en alguna medida pueda vislumbrar algunos caminos.
El arte está para ofrecer luz, para resaltar, para jerarquizar, para dejar testimonio…
Hay una necesidad de decir, de expresar, de significar. La Bienal de La Habana se consolida como espacio de confluencia de expresiones disímiles, plataforma de socialización de discursos que, a veces, son ignorados por las lógicas comerciales o de los medios de comunicación hegemónicos.
Los llamados al boicot fracasaron en buena medida. De acuerdo, no se pudo contar con determinadas propuestas porque sus autores se plegaron a las presiones. Y esas presiones, en algunos casos, fueron muy fuertes.
Pero otros están aquí, y sus obras son muy valiosas. Concretan un cuerpo artístico accesible, en diálogo con el público, con la crítica…. En interacción con otras obras.
Es la idea de la sinfonía de la que hablaba Nelson Ramírez de Arellano.
La prioridad es establecer diálogos fructíferos con el público, abrir un abanico de posibilidades que son, en definitiva, asideros para comprender o cuestionar nuestras circunstancias. Siempre hacen falta los asideros del arte.
Algunos, en efecto, creen que el arte es un lujo, algo de lo que se pudiera prescindir en los momentos complejos. Pero los aportes del arte, aunque no “contables”, son extraordinarios.
El arte eleva la calidad de vida y contribuye al diálogo efectivo del individuo con el entramado en el que se inserta, que lo integra.
Renunciar a ese impacto en el más amplio espectro de la ciudadanía (o al menos, renunciar a la pretensión de democratizar cada vez más ese impacto) equivaldría a circunscribir ciertas experiencias estéticas al disfrute de elites, cerrando a grandes mayorías una importante ventana al conocimiento del mundo y sus circunstancias.
Por eso se celebra una Bienal en Cuba.
La cultura (y esto no es consigna) nos hace más libres.
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