El presidente estadounidense, Joe Biden, apostó por arremeter contra Rusia por su operación militar en Ucrania en su primer discurso del estado de la Unión y una encuesta divulgada hoy refleja un aumento de su popularidad.

El índice de aprobación del mandatario ascendió al 47 por ciento, es decir unos 10 puntos por encima de lo que indicaban las pesquisas previas al pronunciamiento ante el Congreso, indicó el estudio de NPR-PBS NewsHour-Marist.

Este es un rebote inusual que coloca al jefe de la Casa Blanca de vuelta a donde estaba antes de la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, dijo en un comunicado Lee Miringoff, director del Instituto Marist para la Opinión Pública, citado por el diario The Hill.

Con las elecciones legislativas de medio término en el horizonte, el incremento de la aceptación de Biden es una bocanada de oxígeno para los demócratas después de meses de caída en picada de la aprobación del jefe de Estado.

Washington y la OTAN estuvieron durante meses alentando las tensiones en Europa del Este, a donde desplazaron parte de sus efectivos en momentos en que Rusia no tenía prevista la incursión militar actual, la cual de acuerdo con el gobierno ruso, no busca ocupar Ucrania sino desmilitarizarla y desnazificarla.

Observadores apuntan que el papel activo del gobierno estadounidense en el agravamiento de las tensiones entre Rusia y Ucrania estuvo dado en parte por la necesidad de la administración de elevar su popularidad previo a los comicios de noviembre venidero, cuando aspiran a mantener el control del Congreso.

Poco después del discurso sobre el estado de la Unión, el diario The Washington Post consideró que Biden logró unir a demócratas y republicanos en oposición a Rusia, país que denuncia una campaña de desinformación articulada en su contra desde los medios occidentales.

La encuesta divulgada este viernes también mostró que el 83 por ciento de los entrevistados apoyan las sanciones de Washington y otros aliados contra Moscú, a pesar de las consecuencias negativas de las medidas punitivas para la economía estadounidense y global, como el alza de los precios de los combustibles.