BALLET: Ely Regina moldea el rojo (Fotos)
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La forma del rojo, de Ely Regina Hernández, se presenta en la actual temporada del Ballet Nacional de Cuba en el Teatro Nacional de Cuba. Foto: Del autor.
Ely Regina Hernández se deslumbró con los vestidos de Una rosa para Miss Emily (coreografía de Agnes de Mille, estrenada por el Ballet Nacional de Cuba en el XXII Festival Internacional de Ballet de La Habana); particularmente los de la escena de Miss Emily frente a los espejos. La fuerza de la imagen la inspiró. Y la manera en que la luz leía el color sobre el escenario. Quería hacer un ballet sobre el rojo en esos vestidos. Y lo hizo: La forma del rojo, que se presenta en la actual temporada del Ballet Nacional de Cuba en el Teatro Nacional.
“Por supuesto, sería muy superficial hacer todo un ballet sobre una prenda de vestir. Ese fue el punto de partida. Tuve que hacer una investigación sobre el color: sus implicaciones, su proyección, su significado para las personas, su presencia en la naturaleza. Es más, pensé en cuántas palabras pueden llevarte a pensar en el rojo. Y así fui armando una primera estructura.
“Ni siquiera puedo hablar de argumento, porque este es un ballet en buena medida abstracto. No se cuenta una historia aristotélica. Hay, en todo caso, un hilo conductor, encarnado en una bailarina.
“Por lo tanto, es una obra muy abierta a numerosas interpretaciones. Me asombra la cantidad de lecturas que ha tenido, y eso me estimula. Pero en principio yo quería bailarle al vestido. Más allá incluso de una marca de género. Por eso en lo coreografía los hombres también visten faldas. Porque en realidad no se trata de hombres o mujeres: son seres que llevan el rojo”.
—¿Y qué es para ti el rojo?
—Esa pregunta, por supuesto, me la he hecho muchas veces. Yo no puedo escapar primero del lugar común: es la pasión, es una forma del amor. Pero también puede ser ira, agresividad. Y puede ser fuerza…
“En la naturaleza hay muchos elementos que remiten al rojo. Y la naturaleza no cree en encasillamientos. Yo tampoco me encasillé a la hora de hacer la coreografía. ¿Y si te dijera que a mí el rojo me da paz? Es tan personal la relación con un color… No circunscribo, abro muchas posibilidades. Lo que sí es cierto es que se trata de un color fuerte, de mucha presencia escénica”.
—Dices que no hay historia, pero sí hay subrayados. ¿Qué quisiste resaltar sobre el escenario?
—Yo quería una coreografía que resaltara el trabajo del grupo. Que el grupo integrara un solo cuerpo, con una sola intención, un solo impulso, como si respondieran a un solo cerebro… aunque cada uno aportara su singularidad.
“Y también me animaba una vocación muy plástica. Pretendía que sobre el escenario se evocara una pintura, el proceso de una pintura. Es como si los bailarines, en algunos pasajes, estuvieran pintando la escena.
“Es cuestión de recrear una atmósfera. Me interesa que el espectador se zambulla en un ámbito onírico. Yo tengo mis propias imágenes. Pero son las mías, quiero que el público se invente las suyas”.
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