Archivos Parlanchines: La proeza del Cuatro Vientos: Barberán y Collar

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Archivos Parlanchines: La proeza del Cuatro Vientos: Barberán y Collar
Fecha de publicación: 
16 Agosto 2023
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Los cronistas de las aventuras aéreas pensaron que tras el vuelo del Plus Ultra, que en 1926 enlazó el sur de España con Buenos Aires, y la proeza protagonizada un año después por Charles Lindbergh, quien se tragó el Océano Atlántico en un recorrido sin escalas entre Nueva York y París, los sueños caprichosos y malabaristas de los candidatos a titanes habían encontrado el final del camino.

Sin embargo, la realidad era otra. En 1933 el Cuatro Vientos unió a Sevilla con la ciudad cubana de Camagüey, y de un solo golpe, inscribió también su nombre entre las mayores hazañas de la aeronáutica de todos los tiempos.

La idea de hacer un viaje sin escalas desde España a Cuba, para de ahí saltar a México, le correspondió al capitán Mariano Barberán, de 38 años, a la sazón director y profesor de la Escuela de Observadores del aeropuerto madrileño Cuatro Vientos, uno de los dos más antiguos de España, quien en octubre 1932 le presentó de manera exitosa su proyecto a la Dirección General de Aeronáutica de España.

La rápida aprobación de la audaz idea no fue gratuita y respondió al historial único de navegante internacional que tenía Barberán, nacido en 1895 en Guadalajara, centro de España.

El as, egresado con honores de la Academia de Ingenieros de esa ciudad, hizo una carrera brillante en el ámbito de la investigación, y más adelante, sobresalió, a pesar de sus problemas visuales, como aviador de combate en la guerra de Marruecos.

Aunque, hay otras razones que hacen propicia la conexión España-Cuba-México: el recorrido serviría para estudiar una primera ruta sobre el Atlántico medio con el fin de iniciar las comunicaciones aéreas entre Europa y América Central y el Caribe, relegadas hasta ahora por los intrépidos dueños de los cielos.

Un súper avión

Luego de no pocas discusiones, el avión para la hombrada propuesto por Barberán fue encargado a la firma española Construcciones Aeronáuticas S.A. (CASA), que terminó en cuatro meses y medio, en Getafe, al sur de la comunidad de Madrid, un Breguet XIX (Gran Raid), capaz de hacer el trayecto a Cuba gracias a unas modificaciones que se le hicieron para ampliar su carga de combustible.

El aparato tiene un motor hispano suizo tipo 12 NB de 650 caballos de fuerza, y aunque costó el doble de un Breguet normal, todos los expertos avalaron la inversión.

Tras descartarse varias propuestas, fue bautizado el 15 de abril de 1933 con el nombre de Cuatro Vientos.

La nave, pintada de blanco con llamativas franjas rojas, dispuso del panel de instrumentos más completo y moderno que podía ofrecer la industria aeronáutica en esa época, pero para ahorrar peso, no se le instaló un equipo de radio.

Aun así, los riesgos son evidentes: por primera vez se intentará un vínculo directo entre un continente y una isla, el aeroplano tiene un solo motor, y el más mínimo desvío malgastaría su líquido vital y haría imposible el aterrizaje en tierra.

Finalmente, la tripulación fue integrada por Barberán (navegante) y el teniente Joaquín Collar (piloto), de 26 años, natural de Figueras, en la provincia de Gerona, y profesor de una escuela de pilotaje.

El sargento Modesto Madariaga, con experiencia en grandes travesías, fue agregado el equipo como mecánico.

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Al Gran Raid le ampliaron su tanque de combustible para poder llegar a Cuba.

¡Vámonos a Cuba!

Los hombres del Cuatro Vientos despegaron de Getafe el día 9 de junio de 1933 y aterrizaron en el aeródromo de Tablada, en Sevilla, antes de partir el 10 hacia la capital cubana, después de verificar que los partes meteorológicos enviados desde Cuba resultaran favorables.

El avión pasó con buen tiempo sobre las Islas Madeiras, se acercó a Puerto Rico, bordeó la bahía de Samaná en la República Dominicana y entró en Cuba por Guantánamo bajo un copioso aguacero.

A continuación, y siguiendo el curso de la vía férrea, pasó por encima de las actuales provincias de Holguín y Las Tunas y divisó la villa de Camagüey, donde tuvo que aterrizar luego de intentar avanzar un poco más.

La tormenta y una grave escasez de combustible le impidieron llegar a La Habana.
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En Puerto Príncipe fueron recibidos por cientos de personas que se encaramaron en sus azoteas o se lanzaron a la calle.

El Cuatro Vientos pisó el suelo camagüeyano a las 3.30 p.m. del día 11 de junio tras 39 horas y 55 minutos de viaje y recorrer 4 533 millas, las cuales superan con creces las distancias andadas sobre el mar por las 22 expediciones que con anterioridad habían atravesado el Atlántico sin escala.

En la antigua Puerto Príncipe, fueron recibidos de manera emotiva por cientos de sorprendidas personas que se encaramaron en sus azoteas o se lanzaron a la calle, y tras alojarse en el hotel Camagüey, participaron en una comida organizada en su honor, a la carrera, por el cónsul hispano en esa villa y en una recepción que tuvo lugar en los lujosos salones de la Colonia española.

Tras estos honores, los aviadores le entregaron al capitán Vives, agregado militar de la embajada peninsular en Cuba, la histórica carta de vuelo utilizada durante la proeza (el único testimonio gráfico que se salvó del Cuatro Vientos).

El estudioso local Manuel Cano Iglesias indicó que en Camagüey fueron entrevistados por la CMJK, La Voz del Camagüeyano.

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Los agasajos fueron muchos y muy notorios.

Después de efectuarse una colecta pública auspiciada por las sociedades españolas y la Cámara de Comercio de Camagüey se inauguró en 1941, en el Casino Campestre de la capital provincial, un monumento recordatorio de Barberán y Collar, unos auténticos desconocidos para la juventud cubana actual.

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El monumento en honor de Barberán y Collar necesita en la actualidad de un buen mantenimiento.

La inmortalidad

Luego de su estadía en tierras agramontinas, los aventureros partieron hacia La Habana, donde vivieron una verdadera apoteosis de homenajes, medallas, recepciones, banquetes, bailes de gala y premios en metálico.

El presidente Machado, enfermo por aquello días, no los puede recibir, no obstante, el compositor Gonzalo Roig les entregó una copia de una bella criolla de su autoría y un renombrado artista de la plástica pintó en el fuselaje del bólido español un paisaje cubano.

El Cuatro Vientos despegó de Columbia el martes 20 de junio de 1933 a las 5:55 am rumbo a Ciudad de México con unos pilotos hartos de fama y las maletas llena de interesantes proyectos.

Sin embargo, a la altura de Villahermosa, capital del estado mexicano de Tabasco, el aparato desapareció de forma misteriosa y no pudo ser encontrado jamás.

El gobierno de la República española les concedió a Barberán y Collar la Medalla Aérea y el gobierno de México la Orden del Águila Azteca.

El Ayuntamiento de Sevilla, por su parte, inauguró una lápida el 12 de noviembre de 1933 que los acredita en el panteón de Ciudadanos Honorarios.

Una reconstrucción del Cuatro Vientos, uno de los símbolos más notables de la época romántica de la aviación, se exhibe en la actualidad en el Museo del Aire de Cuatro Vientos (Madrid) como prueba irrefutable de que en la conquista de los obstáculos los humanos siempre hemos tenido un hambre insaciable.

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El Cuatro Vientos reconstruido acapara la atención de los visitantes al museo.

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