Narcotráfico: ¿Guerra perdida?

Narcotráfico: ¿Guerra perdida?
Fecha de publicación: 
24 Septiembre 2019
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No porque Trump construya un muro entre Estados Unidos y México, ni elimine virtualmente la migración centroamericana y quiera establecer “reglas de conducta” con guardias fronterizos, cazadores de migrantes y patrullas de xenófobos de supremacistas blancos, ha hecho disminuir la entrada de drogas a su país ni la venta de armas estadounidenses a carteles mexicanos, colombianos y de otras nacionalidades.

Para quienes integran el establishment norteamericano es más factible la eliminación física del indeseado migrante, con el fin, entre otras sinrazones, de evitar la disminución de la raza blanca y la proliferación del mestizaje en la tierra donde aún impera el racismo.

Es muy fácil echarle la culpa de la pululante drogadicción -que con la venta libre interna de armas provoca asesinatos múltiples- a una migración a la que asocian propagandísticamente con las drogas, presentando como jefes de esas mafias a todo un lote de elementos extranjeros, desde mexicanos hasta individuos procedentes de la anterior Europa socialista.

A estos los detienen o eliminan físicamente, según conveniencia, mientras ni uno solo de los magnates norteamericanos ligados al lucrativo negocio es amenazado con la prisión.

Todo esto es muy actual, como también el intento fallido hasta ahora del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, de pedir la colaboración norteamericana y estados centroamericanos para crear una zona de atención y desarrollo en su país que sirva para disminuir la migración ilegal, mediante la ayuda social y la eliminación de los perjuicios de los carteles de la droga.

No hay tal guerra

La denominada guerra contra el narcotráfico que exhiben diversos poderes no es tal, como se evidencia principalmente en Colombia, principal exportador mundial de cocaína que va parar casi toda a Estados Unidos.

Unos dicen que esa guerra que venden los principales medios de comunicación está perdida de antemano, porque la unidad del Estado productor (Por supuesto, Colombia) con el Estado consumidor (claro, Estados Unidos) se disfrazan para jugar una guerra de mentira, en donde se destacan sus logros con algunos decomisos en drogas y en dólares que nunca se sabe a manos de quiénes van. Lo que sí está claro es que nunca las utilidades beneficiarán al pueblo colombiano y al norteamericano.

A Estados Unidos, a pesar de sus grandes aparatos, radares, bases y fuerzas de represión, le entra mares de droga por el Atlántico y por el Pacifico para satisfacer la creciente demanda de una población que sin ella serían causante de grandes desmanes públicos y sociales.

Lo represivo predomina sobre una fuerte campaña de salud pública en los exportadores e importadores de coca, heroína, opio y otras sustancias tóxicas.

En Colombia, hubo una primera etapa en la lucha contra la exportación de marihuana que hacían algunos grupos, a una mayor atención y represión. Gradualmente, se pasó a la coca y con ella una supuesta frontal lucha contra el cultivo y distribución de la que poco a poco se fue adueñando el Estado con el beneplácito de los pioneros del negocio.

Ya en 1978 se recuerda lo que manifestó el embajador de Estados Unidos en esa época: “Los narcotraficantes son tan fuertes, en términos de poder financiero, que podrían tener su propio partido y pueden ya haber comprado y pagado 10 miembros del cuerpo legislativo”.

Nada oculto

Hoy día es un secreto a voces los vínculos del expresidente Álvaro Uribe y de su alumno, el actual mandatario, Iván Duque, con los poderosos jefes de la droga colombianos.

No hay nada oculto y no escribimos esto por lógica antipatía a ambos. Documentos desclasificados de Estados Unidos vinculan Uribe con el narcotráfico, como atestiguan diplomáticos estadounidenses, según documentos desclasificados del Departamento de Estado.

Una de las comunicaciones, que datan de 1993, describe una reunión de diplomáticos estadounidenses con Luis Guillermo Vélez Trujillo, entonces senador del Partido Liberal, formación política en la que militaba Uribe.

De acuerdo al cable desclasificado, Vélez Trujillo explicó al Gobierno de EE.UU. que Uribe había recibido “financiación” para sus campañas electorales al Senado de la familia Ochoa Vásquez, miembro del Cartel de Medellín, que dirigía el capo del narcotráfico Pablo Escobar.

El senador Vélez Trujillo también indicó a los estadounidenses que fue Uribe quien inició contactos con la madre de Pablo Escobar, mientras el narcotraficante intentaba negociar un canal de comunicación con el entonces presidente, Carlos Gaviria (1990-1994).

El cable muestra que, según Vélez, Escobar exigió a Uribe a través de “Los Ochoa” que le ayudara a comunicarse con Gaviria “a cambio del favor” de la financiación de su campaña.

Asimismo, el senador liberal informó a los diplomáticos de que Uribe “temía por su vida” y la de su familia, “por no poder responder a sus mentores del Cartel de Medellín”, señala el telegrama diplomático.

A su vez, la agencia noticiosa española EFE dice que Uribe ha negado categóricamente sus vínculos con el narcotráfico, argumentando que se trataba de intentos infundados de sus rivales políticos para acabar con él.

Lo cierto es que estos vínculos se siguieron desarrollando, y ahora Uribe ya no teme por su vida y tiene en su aprendiz Iván Duque un fuerte respaldo a todos sus planes al respecto.

Así, entra la eliminación de todo lo que puede obstaculizar el narcotráfico, como un acuerdo de paz al que ambos detestaron, y el planificado asesinato de centenares de líderes comunitarios, sindicales e indígenas, y excombatientes que creyeron que podían dejar las armas y vivir pacíficamente sin peligro alguno.

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