En medio de un generalizado rechazo a la amenaza británica de tomar por asalto la embajada de Ecuador en Londres, una reunión de cancilleres de la OEA acaba de sumarse por holgada mayoría a la posición de Quito en el diferendo por el caso Assange.

Tuvo lugar en Washington durante el XXVII encuentro de Ministros de Relaciones Exteriores de esa organización regional, solicitado por autoridades ecuatorianas para examinar la coacción de los referidos gobernantes.

Desde que hace algo más de una semana se entreabrió la posibilidad de tal acontecimiento, la administración estadounidense trató de impedirlo, con el argumento de que se trata de un asunto bilateral.

Cuando en 1992 la Asamblea General de la ONU examinó por primera vez el bloqueo de Washington a Cuba, sus representantes lo valoraron como una cuestión entre dos naciones, pero luego se han aprobado allí unas 20 resoluciones consecutivas que lo repudian y exigen su fin.

Ahora el pasado 16 de agosto el embajador de la Casa Blanca ante la OEA, William Mcglynnm, afirmó que era innecesario convocar a los cancilleres de esa entidad para discutir la situación creada entre Ecuador y Gran Bretaña debido al asilo brindado por Quito a Assange.

Casi al mismo tiempo había sido revelada una carta de Londres en la que advertía al país latinoamericano sobre la posibilidad de penetrar en su embajada para localizar y detener al periodista australiano.

Primero la Alianza Bolivariana para Nuestras Naciones de América (ALBA), y después la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), que aglutinan al grueso de América Latina, rechazaron esa pretensión y se colocaron junto a los ecuatorianos.

Esa firme posición hizo recordar que cuando a principios de la pasada década del 80 una reducida e inexperta fuerza argentina llegó a Las Malvinas para reafirmar la soberanía sobre sus islas, Gran Bretaña le propinó un devastador golpe militar.

Hubo entonces una interesante sorpresa, el Gobierno de Estados Unidos haciendo añicos el Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca (TIAR) se unió públicamente a los agresores.

Pero en la reunión de este lunes llevada a cabo por la OEA en la capital norteamericana, para examinar las amenazas de Londres contra Ecuador, una clara mayoría de sus cancilleres apoyó al segundo.

Ese eslabón completó un impresionante espaldarazo de esta zona del mundo, en primer lugar, al respeto a la soberanía e independencia de las naciones frente a los bárbaros que las desprecian.

Baste citar algunas palabras de tres de las intervenciones realizadas en el foro de Washington para comprender mejor esta significativa realidad.

El ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Héctor Timerman, abogó por el respeto al derecho internacional, tanto por los países pequeños como por las grandes potencias, porque de lo contrario, subrayó, el orden internacional “va a estallar”.

A continuación preguntó: ¿qué pasaría con cada embajada si estuvieran sujetas a las leyes internas de cada nación? Luego exigió a Londres retirar la amenaza hecha a Ecuador de penetrar en su embajada.

Su colega uruguayo, Luis Almagro, recordó que el derecho de asilo no es un acto inamistoso, ni una intromisión en los asuntos internos de un Estado.

Además llamó a ofrecer garantías para preservar el derecho a la inviolabilidad de las misiones diplomáticas, porque, alertó, vulnerarlo significaría retrotraernos en la historia de la humanidad.

La canciller de Colombia, María Angela Holguín, hizo constar la solidaridad de su gobierno con Ecuador, y a la vez sugirió que la actual confrontación se resuelva mediante el diálogo.

Los mandarines de Gran Bretaña están cada vez más aislados en esta cuestión, sin que puedan, como en Las Malvinas de los años 80, acudir a sus cómplices de Washington para que los apuntalen.