Amigo porque vales, no porque tienes

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Amigo porque vales, no porque tienes
Fecha de publicación: 
30 Septiembre 2019
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Consultando algunas de las más recientes investigaciones sociales, di con una presentada en el VII Simposio Internacional de Psicología y Desarrollo Humano, realizado en Cuba el pasado junio y que mucho habla de cuán distantes están a veces las motivaciones de los adultos y las de sus hijos.

Viene al caso, sobre todo porque este septiembre dio inicio el curso escolar y algunos textos publicados en CubaSí abordaron conductas de mamás, papás y demás familiares que tendían a gastos excesivos en mochilas, luncheras, zapatos, libretas... «porque mi niño no puede ser menos».

Para dar seguimiento al tema, en el que —a pesar de prejuicios y concepciones epidérmicas— siempre lo esencial estará mucho más allá de lo que pueda comprarse con una billetera, vale hacerle espacio a los resultados de la investigación «Relaciones de amistad en dos grupos escolares de sexto grado de contextos geográficos diferentes», de las autoras Greter Saura Iglesias y Mairelys Pérez Izquierdo, de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana y del Ministerio de Relaciones Exteriores, respectivamente.

Luego de estudiar a alumnos de sexto grado de las escuelas Adalberto Gómez Núñez, en Plaza de la Revolución, y Le Thi Rieng, en San Antonio de los Baños, para conocer sus concepciones de la amistad y cómo las expresan, arribaron a importantes conclusiones.

La indagación evidenció —dicho a grosso modo, lenguaje científico aparte— que, en general, los muchachos para nada se detenían en quién tenía mejor mochila o en quién traía mejor merienda para hacerlo su amigo.

A pesar de las lógicas particularidades de cada grupo, con independencia de la zona geográfica en que se ubica la escuela, y también sin que tuviera ningún impacto mediador el poder adquisitivo de las familias, «las relaciones de amistad en ambos grupos muestran características similares», según determinaron las investigadoras.

La aplicación de diversas técnicas como la observación, test sociométricos, sesiones grupales, análisis de dibujos, y otras, permitió concluir que el concepto de amistad para los dos grupos estudiados «tiene como invariantes: el apoyo, la confianza, la compañía, el cariño, la diversión, la fidelidad y la honestidad».

Al asociar esas concepciones con conductas prácticas, identificaron la amistad con «el buen trato, el intercambio y la reciprocidad».

En las interrelaciones que tenían lugar entre esos escolares predominaban las de tipo positivo como la colaboración, la tutoría, la simpatía y el intercambio de bienes y servicios, indica la indagación.

Qué bonito. Aunque así debía esperarse, cuando se lee el párrafo anterior casi puede sentirse como un revolotear de mariposas, campanillas de cristal repicando, el mejor de los mundos —y no según el Panglóss de Voltaire.

Entonces, de poco valen ciertas angustias familiares porque el niño lleve lo mejor o lo más caro a la escuela, porque, entre ellos, eso no tiene importancia alguna.

En vez de tales desasosiegos, mucho mejor sería preocuparse y ocuparse porque esas relaciones y concepciones de la amistad que construyen desde la pureza no se contaminen con malos ejemplos adultos.

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