El congresista David Rivera: Malversador de lujo
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Otra bribonada le fue descubierta al legislador estadounidense David Rivera, quien ya exhibe un chorro de fechorías mientras sin dificultades ocupa un escaño en la Cámara de Representantes.
Dos periodistas de Miami, Manny García y Marc Caputo, dijeron que Rivera aportó en secreto 43 000 dólares para debilitar a su rival Joe García, en las elecciones del día 14 en la Florida.
Se referían a los comicios primarios, donde fueron elegidos el nuevo alcalde de Miami-Dade, Carlos Giménez, concejales, la fiscal Katherine Fernández Rundle, candidatos al Congreso de Washington, y otros puestos locales.
Joe García aspiraba a convertirse en candidato demócrata a la Cámara Baja de Estados Unidos por el distrito 26 de la mencionada urbe floridana y desafiar en noviembre al republicano David Rivera.
Este último con apoyo de sus hombres montó un complot digno del hampa, pues le fabricaron un contrincante a García que ayudase a restarle votos y autoridad.
Pero todo salió a flote. La persona escogida para hacer el trabajo sucio se nombra Justin Lamar Sternad, a favor del cual desplegaron una gran campaña de propaganda postal.
Quienes la llevaron a cabo, explicaron los periodistas Manny García y Marc Caputo, recibieron su pago a menudo con sobres repletos de flamantes billetes de 100 dólares”.
Utilizaron el logotipo y la fotografía de Obama en la propaganda dirigida a afronorteamericanos, y uno de sus volantes exigía “justicia para Trayvon”, nombre del adolescente negro asesinado en el área central de la Florida.
Hugo Cochran, presidente de Campaign Data, reveló que en julio Rivera le pidió la confección de una lista de votantes, más tarde convertidos en receptores de once envíos de propaganda a favor de Sternad.
Cuando periodistas indagaron al respecto, un día después recibieron un correo electrónico que decía: “El representante Rivera nunca ha conocido al señor Stenard ni ha hablado con él”.
Y añadían: “cualquier cosa que Campaign Data haya enviado erróneamente al representante Rivera se hizo por equivocación, lo cual ha ocurrido anteriormente sin su consentimiento”.
Pero los antecedentes, incluidas las más recientes pruebas, abren macizos signos de interrogación alrededor de esas explicaciones.
A fines de 2010 hacía campaña por una banca en el Congreso de Washington mientras era seguido por quienes le investigaban desfalcos cuando integraba el parlamento de la Florida.
Por aquel entonces a Rivera llegaron a imputarle hasta 52 cargos por malversación sistemática, vicio que no ha dejado de acompañarle.
En tal escenario montó una cruzada para volver a dificultar los viajes de cubanoamericanos a su país de origen, así como llamó a endurecer una ley que les facilita trasladarse hacia Estados Unidos.
Lo mejor del Congreso de Estados Unidos no deja de preocuparse por el hecho de que un sujeto como este se mueva con absoluta tranquilidad en el Capitolio, algo que lo salpica aún más de fango.
Su alucinante odio a Cuba, más que perjudicar a la isla, la beneficia, porque corrobora muy bien cuál es el linaje de quienes aspiran a destruirla.
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