ARCHIVOS PARLANCHINES: ¿Nevada o granizada?

ARCHIVOS PARLANCHINES: ¿Nevada o granizada?
Fecha de publicación: 
23 Agosto 2019
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Las granizadas, unidas siempre con el mal tiempo y las tormentas eléctricas intensas, han dado pie durante años en Cuba a numerosas habladurías, bromas, exageraciones, hechos dramáticos y actitudes alarmistas que han convertido a estas piedras del cielo en un auténtico acontecimiento y en un manjar para la prensa sensacionalista, la cual ha hecho zafra también con los tornados y las trombas marinas.
 

Más frecuentes entre los meses de marzo a septiembre, las granizadas, siempre atractivas y noveleras, provocaron, por cierto, un interesante debate científico entre el explorador y geógrafo alemán Alejandro de Humboldt, quien, en el siglo XVIII, los consideró «excepcionales», y el naturalista criollo Felipe Poey que una centuria más tarde opinó todo lo contrario y nos regaló la primera cronología conocida sobre esta curiosa anomalía en la Isla.
 

Por supuesto, han existido muchos fenómenos de este tipo, aunque a decir de los expertos ninguno igualó en magnitud al ocurrido al oeste de la localidad de Placetas, en el centro del país, el 11 de mayo de 1913. Ese día, como a las tres de la tarde, los campesinos de los caseríos de Falcón, Oliver y Caicaje, pertenecientes a la zona de los Jagüeyes y vecinos de un arroyo del mismo nombre, fueron sorprendidos por unos rayos de singular violencia, una ventolera de espanto, un aguacero nunca visto en esas veredas y, para rematar, por una pedrisquera tan copiosa que cubrió más de cinco caballerías con una capa gélida de «media vara de altura» según indicó el periódico El Mundo en su edición del día 14.
 

Como era de esperar, las consecuencias fueron catastróficas: todas las aves de corral y muchas que andaban en vuelo perecieron, muchos terneros se ahogaron o cayeron redondos por el efecto demoledor de los granizos y hasta las vacas, los caballos y los puerquitos salieron bastante magullados. Curiosamente el riachuelo se puso tan pétreo que se pudo hasta patinar sobre él antes de que los sorprendidos habitantes de Placetas pudieran disfrutar con el insólito desfile de diminutos «témpanos» de hielo que parecían jugar nerviosos en dicha vía acuática.
 

El Mundo aseguró que los vientos, estimados en 200 kilómetros por hora, arrasaron con los villorrios, donde solo se mantuvieron en pie tres humildes bohíos, tiraron al suelo unas dieciocho casas de tabaco, destruyeron la casi totalidad de los cultivos y dejaron con lunares en el estómago a muchos agricultores durante meses.
 

Y ni hablar de las numerosas anécdotas que corrieron de boca en boca sobre las familias que no pudieron salir durante un rato de sus hogares, pues el granizo acumulado impidía abrir las puertas y ventanas. Dicen, además, las malas lenguas, que una joven dio a luz en medio de ese paisaje casi ártico asistida por una abuela que no veía más allá de sus narices.
 

El colega Orfilio Peláez alertó no hace mucho en Granma que la granizada, en la cual hubo varios heridos, les dio un buen motivo a los gacetilleros para especular de lo lindo. Incluso un plumífero, buscando atrapar a los lectores, sugirió que tal evento pudo haber sido, en realidad, una nevada… ¡La primera ocurrida en el Caribe insular! Por suerte, el meteorólogo de Santa Clara, Julio Jover, se ocupó de poner las cosas en su lugar y de desinflar un globo que ya había aterrizado a los diarios de La Habana.
 

Otros eventos notables de este tipo han ocurrido en Las Tunas en 1963, donde más de veinte personas quedaron heridas y en algunos puntos de la ciudad la capa de hielo se elevó hasta 80 centímetros; en la comunidad avileña Las 21 cuyos residentes en 1982 tuvieron que refugiarse a la carrera ante una avalancha de «durofríos» de un tamaño superior a los ocho centímetros; y en Playa Girón en 1986, un territorio matancero agredido por una feroz lluvia de darnos del tamaño de los mamoncillos que duró unos cuarenta minutos.
 

Bueno, nieve no, pero, como hemos visto, las granizadas sí han causado bastantes problemas en Cuba. Por eso en cuanto el cielo se ponga negro, los rayos nos rompan el tímpano y el viento se lleve nuestros paraguas debemos ponernos a salvo con un buen techo sobre nuestras cabezas para evitar que nos pase como a los guajiros de Placetas, a quienes el Diablo les envió un fuego con vestido de novia…

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