Elecciones en la Florida: Podridas
especiales
Nuevas informaciones procedentes del estado norteamericano de la Florida revelan hasta dónde llega allí la corrupción electoral, sobre todo en la ciudad de Miami.
Ahora el escándalo vuelve a girar en torno al caso de las tituladas boletas ausentes, creadas para quienes por la edad, problemas físicos o estar fuera del territorio deben votar a distancia.
Desde fines de los pasados años 90 leyes del estado permitieron que esa boleta fuese solicitada por cualquiera, así como firmada sin testigos antes de enviarla por correo.
En el municipio de Miami-Dade solo exigen que el votante la firme, y al mismo tiempo establecieron –al menos teóricamente- que alguien no pueda tener en su poder más de dos de estas.
Muchas veces tal disposición ha sido transgredida, entre otras razones por la existencia de un verdadero ejército de traficantes de cédulas que forcejean por controlarlas.
La fiscal estatal, Katherine Fernández-Rundle, durante una entrevista con El Nuevo Herald afirmó que el fraude electoral en Miami, y otros lugares se ha convertido en “un cáncer” que podría minar la confianza de los electores.
Ella proyecta convocar un gran jurado para estudiar la crisis y solicitar nuevas leyes que la disminuyan. “Le voy a pedir al gran jurado que revise esta epidemia existente en nuestra comunidad”, advirtió.
Pero hasta uno de sus cercanos colaboradores para reelegirse como fiscal el próximo día 14 está vinculado a un escándalo de boletas ausentes en Hialeah, y esto la obligó a separarse de la investigación.
No es la primera vez que Miami resulta sacudido por un desbarajuste electoral, pues, a manera de ejemplo, nadie olvida el vendaval político sucedido allí en las elecciones del 4 de noviembre de 1997.
Cuatro meses después tuvieron que anular 5 000 votos emitidos en boletas ausentes, debido, como dijo un juez de distrito, a que esos comicios fueron “un masivo, bien concebido y bien orquestado” fraude.
Se vieron forzados a sacar del cargo al alcalde, Xavier Suárez, y a declarar como ganador a Joe Carollo, quien había denunciado la irregularidad y acumulaba el 51 por ciento de los sufragios.
Quien actuó como abogado principal en el escándalo de 1997, Kendall Coffey, declaró ahora: “no hay evidencia alguna de que los casos de las boletas ausentes desaparecieron luego de lo que pasó en Miami”.
La magnitud del hecho puede comprenderse mejor al indicar que, como reveló El Nuevo Herald, hasta un cercano colaborador de la fiscal, Katherine Fernández-Rundle, está mezclado en el tráfico de boletas.
También levanta suspicacias el interés del gobernador republicano de la Florida, Rick Scott, en “limpiar” las listas de votantes de personas no aptas para figurar en ellas, la mayoría hispanos y afronorteamericanos seguidores del Partido Demócrata.
Se trata de un estado que los analistas sitúan entre los “claves” para decidir la elección del presidente de Estados Unidos en noviembre, equivalente a decir que allí no importarán los medios para alcanzar el fin.
Abundan sus experiencias, incluida la del año 2 000, cuando cometieron una larga cadena de iniquidades para garantizar un saldo favorable a George W. Bush.
Baste recordar que entonces, como ahora, por allá se han movido la iracunda Ileana Ros-Lehtinen, el neurasténico Lincoln Díaz-Balart y su hermano Mayito, el multicampeón en antecedentes delictivos, David Rivera, y el desenmascarado embustero Marco Rubio.
De ahí que los procesos electorales en la Florida puedan ser sintetizados con solo ocho letras: podridos.
Añadir nuevo comentario