Darle agua al dominó

Darle agua al dominó
Fecha de publicación: 
5 Mayo 2019
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Probablemente, haya sido el único que en Cuba le ha ganado a las nuevas tecnologías.

Los muchachos y no tan muchachos dedican muchas horas a los juegos virtuales, a las redes sociales, a mensajes que van y vienen desde sus celulares y tablets. Pero cuando se arma la mesa de dominó en la esquina de siempre, más de uno hace a un lado los aparaticos.

El barrio como que lo huele, lo intuye con una especie de sexto sentido. A veces las partidas hasta tienen horarios fijos, pero cuando no es así, igual van llegando como si un cubanísimo flautista de Hamelín hubiera empezado a sonar su flauta y no precisamente para atraer ratones.

Los orígenes del juego parecen remontarse a la antigua China. Aunque existen criterios encontrados al respecto y hay quienes lo ubican en Francia debido a que el nombre dominó se le daba en tierra gala a la capucha negra por fuera y blanca por dentro usada por sacerdotes cristianos en invierno.

Lo cierto es que en Cuba, nunca llueve que no escampe y no hay barrio sin dominó.

El lunar de Lola

El gusto por el dominó en esta ínsula para algunos suele volverse fanatismo, a tal punto que hay quienes han muerto por su culpa.

Es usual, al menos en literatura, cine y otras artes, escuchar que alguien murió por amor, pero morir por el dominó... Sin embargo, así le sucedió en 1925 a Juana Martín de Martín.

Tan dramático y singular fue el asunto que su sepulcro en el cementerio de Colón da fe de lo ocurrido. Sobre la lápida puede verse una ficha gigante de dominó esculpida en mármol: el doble tres.

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La llamada "tumba del dominó" es de las más singularidades curiosidades en la Necrópolis de Colón.

Sucede que Juana era una gran aficionada al juego, y según cuenta la tradición, perder era para ella una catástrofe.

Por eso, aquel 12 de marzo se llevaron su último aliento tres infartos seguidos cuando se percató de que no podría pegarse con aquel doble tres que apretaba fuerte en su mano y allí permaneció luego que abandonara este mundo.

Sus hijos, en honor a su progenitora, jugadora a pie firme, mandaron a esculpir la dramática ficha.

A ese sepulcro de la necrópolis capitalina es común llamarle “la tumba del domino”, pero también se le dice “tumba” del dominó al hecho de tumbar las fichas sobre la mesa, con ese sonido único como de entrechocar de marfiles, y que roba el sueño al más cansado cuando restalla justo al lado de la ventana de su cuarto, pasada la medianoche.

A los profanos que se acercan a una partida puede resultarles difícil entender qué se dicen entre sí los jugadores, a veces retándose, a veces alentándose. Pasa así porque existe toda una jerga cultivada en torno al dominó.

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Hasta un presidente de los EE.UU.tuvo que sumarse como uno más a la partida.

“Darle agua” se le dice a remover las fichas puestas bocabajo sobre la mesa y “Bota gorda” se le llama al que disfruta saliendo con el doble nueve, “nuevecito de paquete” le llaman. “De espalda y enjabona’o” describen a la pareja contraria cuando se hace evidente que entregará la ficha preludio de su derrota.

El blanco es "blanquizal de Jaruco" o “el lunar de Lola”; el uno, "la uña"; el dos, "el dulce" o "Dulcinea; el tres, "Trío Matamoros"... Así van anunciando su jugada en una suerte de simpática charada en la que si te dicen “Sin comer no hay quien viva” es que tirarán un cinco, y si el aviso es “Oshun” entonces viene un ocho. Y si junto con el duro entrechocar de la ficha colocada el jugador anuncia "cuarteles que son escuelas", entonces no lo dude, puso un cuatro.

Las canciones de Van Van eran crónicas de su tiempo y los modismos que se usan en una partida de dominó también lo son. Desde el humor o la burla, siempre con agudeza y gracia o socarronería, van retratando el presente que en ese momento distingue al país y al mundo.

No conozco de ningún manual que recoja tales “traducciones”, pero lo cierto es que cualquier cubano habitual al domino las entiende clarito-clarito. Saben que capicuá es cuando se repite el mismo número en los dos extremos del juego, y que estar “agacha’o” es perseverar en guardarse determinadas fichas mientras que “dar pollona” significa ganar todos los partidos hasta acumular cien puntos mientras que la pareja contraria no acumula ni uno. ¡Duele!

El dominó cubano

Aunque parece que no tiene certificación de nacimiento en esta tierra, el dominó sí que tiene carné de identidad cubano y hasta libreta de abastecimiento.

Es raro que alguien nacido en esta tierra, sobre todo décadas atrás, se muestre totalmente ajeno a esa forma de entretenimiento.

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No, esto es un exceso.

A veces se arma una partida hasta sin mesa, solo con una tabla o cartón sobre las rodillas de las dos parejas enfrentadas.

En los bultos para irse a la playa o al campismo no falta nunca un juego de dominó, y hasta en los 24 y 31 de diciembre, y en algún que otro cumpleaños o boda, también ha estado presente la cajita con las 55 fichas.

Esa precisamente es otra distinción del dominó que solo se juega en Cuba: emplea 55 fichas (30 pares y 25 impares) con valores desde el blanco cero hasta el doble nueve que en total suman 459 puntos. El dominó “otro” juega con 28 fichas.

Hay quienes aseguran que e n el dominó de 28 fichas –doble seis- sacar cuentas y atender a las señitas de la pareja son cuestiones definitorias mientras que en el de juego de55 fichas –doble nueve- la mayoría de los desenlaces quedan al azar y la suerte por ignorarse cuáles son las fichas “dormidas”.

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El juego de domió y todo lo que lo colorea forma parte de la identidad del cubano.

¿Deporte?, ¿arte?, ¿mero entretenimiento?, más de una acalorada discusión ha tenido como eje estas alternativas a la hora de calificar al dominó, en torno al que se tejen campeonatos y, sobre todo y siempre, identidad cubana junto a mucha pasión.

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