Elecciones en Estados Unidos: ¿Se desmorona un mito?
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La Associated Press (AP) volvió a decir el sábado último desde Washington que las actuales elecciones presidenciales serán las más costosas en la historia de Estados Unidos.
Su corresponsal allí, Tom Raum, informó que entre el candidato demócrata, Barack Obama, y el virtual pretendiente republicano, Mitt Romney, deben gastar unos mil seiscientos millones de dólares.
Ambos políticos, subrayó, no aceptaron recibir los fondos estatales asignados para estos casos, procedentes del bolsillo de los contribuyentes, pero de manera formal restringidos.
Prefirieron la otra opción, recibir dinero sin limites para su muy costosa publicidad electoral, pagar a un pequeño ejército de empleados y sufragar los espectáculos que despliegan.
Raum también dio a conocer que Obama y Romney aspiran a recaudar unos 800 millones de dólares cada uno, o sea, 1 600 millones entre los dos.
Pero la cifra debe aumentar cuando se agreguen los cientos de millones de dólares que acopien los Supercomités electorales y las Convenciones Nacionales de ambos.
El dinero se ha convertido en un personaje decisivo en los comicios de Estados Unidos, tanto para elegir presidente, hacer renovaciones en el parlamento o entre los gobernadores.
Un solo ejemplo. En los muy escandalosos del año 2 000, donde ganó el candidato presidencial con menos votos, George W. Bush, se reveló que su hijo Jeb, entonces gobernador del crucial estado de la Florida, contrató a la empresa DBT por cuatro millones de dólares para que manipulara a favor de su padre las listas de votantes.
Fueron tantas las irregularidades durante aquel suceso, que un periodista de la BBC de Londres y del periódico The Guardian, Gregg Palast, lo denunció en un libro, The Best Democracy Money Can Buy (La mejor democracia que el dinero puede comprar), valorado por The New York Times como un best seller.
La tesis de Palast fue avalada por el ex presidente James Carter, quien el 10 de enero de 2001 al ser entrevistado en Miami declaró:
“Si nos invitaran a observar las elecciones en un país y tuvieran procedimientos y stándares parecidos, rehusaríamos participar. Realmente estuve desconcertado y avergonzado con lo sucedido en la Florida”.
No fue la última negrura. Lo demostraron más recientemente, entre otros, el senador floridano Marco Rubio, sancionado a 8 000 dólares por manejos sucios con dinero electoral, y el alcalde de Miami, Tomás Regalado, y su hija Raquel, a 15 000, por igual motivo.
Ahora la noticia de que solo el presidente-candidato, Barack Obama, y el seguro pretendiente republicano, Mitt Romney, llegarán a invertir más de 1 600 millones de dólares en los actuales comicios.
El otro río de dinero correrá en las elecciones simultáneas para sustituir a la Cámara de Representantes, la tercera parte del Senado y cargos de gobernadores.
Todo, cuando les circundan alrededor de 25 millones de personas sin empleo y con trabajo reducido, unos 50 millones sin seguro médico y cientos de miles de familias que no pueden pagar sus hipotecas y pierden sus hogares.
Mientras tanto, Washington prosigue intentando fungir como fiscal no designado respecto a la situación de los derechos humanos y la democracia sobre el planeta Tierra.
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