LA FOTO: La suerte del salmón

Esa epopeya cotidiana de los salmones, nadar a contracorriente para aparearse y desovar en las aguas dulces donde nacieron, tiene un potencial simbólico extraordinario. Es como una peregrinación a los orígenes, que implica no pocos sacrificios.

Además de remontar cascadas con saltos prodigiosos (que solo los más fuertes pueden ejecutar con éxito), el peligro se puede concretar en cualquier tramo de la ruta.

Este oso apareció de pronto en el camino de un salmón, que saltó directamente a su boca. Quizás se haya salvado, habría que preguntarle al fotógrafo... pero las posibilidades parecían escasas.

He aquí otra historia con posible moraleja: tu sacrificio puede ser el beneficio del otro. Pero los salmones (ni los osos) no son personajes de una fábula. Es lógica de la naturaleza, que puede ser terrible para algunos. Lo cierto es que osos y salmones llevan muchos siglos haciendo esto... sin afectar el equilibrio del ecosistema.

Animales mucho más dotados por la creación (de una especie, se entiende) están destruyendo el planeta sin muchos remordimientos. Al menos tienen la sensibilidad para llorar por la suerte del salmón.