Peluquería de mascotas: ¡Todo un arte!

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Peluquería de mascotas: ¡Todo un arte!
Fecha de publicación: 
13 Noviembre 2017
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Fotos: Annaly Sánchez

Le gustan los animales grandes. Maniobra con ellos con una facilidad sorprendente, a pesar de que ella pesa 48 kilogramos y tiene baja estatura. Se llama Anitée Vidal Zúñiga, es médica veterinaria y desde hace cinco años, aproximadamente, se dedica a la peluquería de mascotas.

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Anitée Vidal Zúñiga

La «descubro» en I dog (en 5ta. Avenida y calle 80, Playa), uno de estos lugares que han proliferado a partir de la apertura del trabajo por cuenta propia. Para la muchacha, dicha posibilidad ha sido como un milagro.  

«Muchas personas vienen y se asombran de que espacios como este existan en nuestro país y se sorprenden: “¿pero aquí se hace esto?”, “¿la gente paga por el baño de las mascotas?”, expresan».  

Verdaderamente, se trata de un servicio que ha proliferado en Cuba en los últimos tiempos y al cual recurren no pocas personas, al margen de que los precios no están al alcance de todos.

De médica veterinaria a peluquera de mascotas, un buen trecho

«Después que me gradué, comencé a trabajar en un centro de investigaciones en la otrora provincia de La Habana, pero me quedaba muy lejos. En esos momentos yo le atendía los perritos a una señora y un día ella me propuso abrir este local. Por lo tanto, soy fundadora de I dog», comentó Anitée sonriendo.

«Empecé más bien por mi experiencia como veterinaria, eso hace muchas veces que los clientes se sientan más seguros y confiados. Aquí laboraba un muchacho que era especialista en peluquería de mascotas. Él tuvo mucha paciencia; me enseñó los cortes, el manejo de las tijeras y otros instrumentos; la diferencia que existe entre la peluquería de las mascotas simples y las de exposiciones. Esta última resulta más complicada y exigente por los detalles a tener en cuenta».

Es decir, ¿un perro de exposición lleva un corte diferente?

«Eso está en dependencia de lo que el animal vaya a realizar. Por ejemplo, al cocker se le deja pelo en el abdomen y en las patas. Son perros pequeños, que al entrar al campo, el pelo los protege. En el caso del labrador, debe quedar bien denso, para que cuando se tire al agua a buscar las presas (patos, pájaros) no se le moje la piel y así evite enfermarse. Es un arte que se va adaptando a necesidades y a propósitos».

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En I dog están todas las condiciones creadas para hacer un trabajo profesional.

Cuando estudiabas la carrera, ¿imaginaste alguna vez que te dedicarías a esto?

«Siempre pensé enfocarme en el tema de la salud, no en el de belleza. Me fascinaba el mundo de los perros y también el de los mamíferos marinos, pero en cuanto a estos últimos las opciones son muy pocas, apenas el Acuario Nacional, y ya este sitio tiene su plantilla de veterinarios y hay muchos otros por entrar. Ojalá contáramos con más posibilidades al respecto. Entonces llegó esta propuesta y aquí estoy».

Además de perros, ¿en I dog se les presta servicios a los gatos?

«Sí, nos traen gatos de diferentes razas y también los bañamos y pelamos».  

Como veterinaria, tienes conocimientos que te son muy útiles, pero además, te has preparado en cuanto a las razas. Seguramente has tenido que estudiar, profundizar en esos aspectos...

«En la universidad, en la medida que vas pasando por las diferentes especies, te van enseñando las razas, ya sea de las aves de granja, equinos, porcinos, caninos. Pero cuando ya estás en este mundo de las mascotas, debes estudiar, porque en dependencia de las razas, se presentan enfermedades, y hay cuidados específicos para evitar que los animales se enfermen. No es lo mismo tener un chow chow que un rottweiler, hay que conocer las particularidades».  

Ante un rottweiler, un pit bull, un pastor alemán o un dóberman, que nada más verlos, dan miedo, ¿cómo los enfrentas?

«Cuando uno conoce un poco de las conductas de los animales, te das cuenta cuándo el perro tiene intenciones de morder o simplemente te deja ver “soy un perro de carácter, pero mientras no me duela lo que me estás haciendo, no te voy a morder”. La molestia o incomodidad se expresa a través de la forma en que mueve la cola, la posición de las orejas o el pelo erizado.  

«No les tengo miedo, inclusive me resulta más fácil manejar a los grandes que a los pequeños, como es el caso del tibetano (la gente le dice pequinés), o los chihuahua, que parecen niños enjabonados cuando uno los baña. A estos últimos, como son tan pequeños, las familias no los educan bien; son ñoños, tienen mal carácter. Y cuando el animal es grande y es malhumorado, les pedimos a los dueños que se queden con nosotras (se refiere a Yaumi, la muchacha que trabaja con ella), aunque sea en el tiempo del baño, para que se vayan acostumbrando, y más o menos los vamos manejando.

«Tratamos de no utilizar el bozal, porque se sienten incómodos y la conducta es peor. Desde que llegan a la peluquería, muchas veces con los dueños presentes, empiezo por cepillarlos; mantengo la voz firme, pero suave, para que los animales se vayan relajando y sepan que no voy a agredirlos. Cuando enciendo la secadora y los voy cepillando, sienten el masaje en la piel, se vuelven más tranquilos».

¿Dónde ves tu futuro, en la peluquería o en la veterinaria?

«Espero que el país siga prosperando en relación con el sector no estatal de la economía y que a los médicos veterinarios nos permitan trabajar de manera particular. Sé que hasta ahora eso no ha sido posible por el tema de los medicamentos, los equipos, las instalaciones. ¡Ojalá todo vaya mejorando! Quisiera laborar en un lugar donde tuviera la oportunidad de combinar ambas cosas. Por el momento, estoy en I dog, y dentro de este mundo he aprendido un nuevo oficio. Más bien, voy siendo una veterinaria integral; domino los conceptos de la salud y ahora también he incorporado los de belleza».

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