«Boteros» en La Habana: «No hay que ir tan lejos»
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FOTOS: Annaly Sánchez/CubaSí
El pueblo agradece que el Estado tome las riendas del asunto.
“¿Hasta el Parque de la Fraternidad?”, gritaba la muchacha hace unos días en la intersección de las calles Acosta y Diez de Octubre, mientras los choferes de los llamados carros almendrones* (u otros más modernos), acostumbrados a hacer dos tipos de señas, en dependencia de si llegan a La Habana o al Vedado, solo movían las manos en una sola dirección, como indicando que iban recto, que no se desviaban de la ruta.
Confundida, trató de “atrapar” uno, hasta que al fin lo logró. No obstante, el mayor desconcierto fue al llegar a Agua Dulce —a medio destino, donde se cruzan varias vías— y el chofer le dijo a los pasajeros: “Hasta aquí son diez pesos, y el doble de ahora en lo adelante”.
Las anécdotas al respecto son recurrentes, y casi todas las personas entrevistadas por CubaSí expresaron opiniones similares, al ser interrogadas con el objetivo de conocer cómo se ha comportado en los últimos días la situación del transporte operado por los trabajadores no estatales.
Luego de las medidas anunciadas durante la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular (8 de julio último) para afrontar las limitaciones de la economía en el segundo semestre del año, los transportistas por cuenta propia (privados) multiplicaron el precio de los pasajes urbanos.
Así, por ejemplo, días atrás Mayra Francisca Díaz Padilla, de la Universidad de La Habana, se vio en la disyuntiva de gastar 50 pesos, cuando anteriormente viajaba por menos de la mitad.
“Del reparto Bahía (ubicado al este de la capital) hasta el Capitolio eran diez pesos, y otro tanto similar hasta Playa”, dijo la profesora, quien no comprende el porqué de esta alza de precios, si el Estado cubano no ha aumentado las responsabilidades tributarias de los transportistas privados por ejercer tal labor, ni tampoco han variado los precios de los combustibles.
“Otro día, por ejemplo —agregó—, desde el Parque de la Fraternidad (en el centro de La Habana) hasta La Lisa me pedían 30 pesos. Por supuesto, no los pagué, y tuve que venir en el P5”.
Indignada por ese hecho, subrayó la necesidad de que el Estado no deje a la población desprotegida, y opinó que se observa una “explotación del trabajador al propio trabajador, porque al final todos somos el mismo pueblo”.
Algo similar dijo Mariela Camacho Caballero, dirigente sindical de los educadores en la capital del país, quien por razones familiares acostumbra tomar un taxi particular desde el Vedado hasta el llamado paradero de Playa. Recientemente, pagó el doble de lo habitual por ese recorrido.
“La semana pasada, desde el Vedado hasta La Lisa me querían cobrar 30 pesos —contó a esta periodista—. Entonces me bajé cerca del hospital de Maternidad Obrera (ubicado en Marianao) para que solo fueran 20. Estaba apurada, debía llegar temprano a una reunión, y no tuve más remedio”.
¿Y qué decían los choferes?, le pregunté curiosa.
“Alegaban que el petróleo ha subido y que viajar en este tipo de transporte es opcional; quien no quiera, puede tomar la guagua”.
Defender la opinión del pueblo
A propósito de una situación tan sensible para la población, y en un país donde por lo general el transporte casi siempre ha afrontado dificultades por una u otra razón, el secretario general del sindicato de los transportistas y portuarios en La Habana, Romelio Salazar Lora, señaló que a partir del viernes último se inició un proceso político de discusión.
“No entendemos —apuntó— por qué se ha multiplicado el precio de los pasajes, cuando la gasolina y el petróleo siguen costando lo mismo en los garajes Cupet, donde supuestamente los choferes de los carros privados deben adquirir el combustible”.
Precisó que en el asunto también intervienen las autoridades del Ministerio del Transporte y del gobierno en la capital, con el objetivo, además, de recoger las opiniones de los choferes y defender la opinión del pueblo, ya que “no es necesario llegar tan lejos”.
A propósito de tales palabras, algunos pasajeros alegaron con razón que los combustibles no han subido de precio; lo que ocurre es que antes los choferes los adquirían en el llamado mercado negro y, por lo tanto, les costaba menos que pagarlos en los llamados servicentros Cupet, operados por el Estado, donde, dicho sea de paso, casi nunca se ven los “almendrones” serviciando los carros, como manifestó Jorge, el dueño de un Peugeot, y “ello debe llamar la atención de las autoridades”.
Andrés, el dueño de uno de estos “almendrones” que acostumbra a realizar la ruta de La Habana a La Palma (un reparto del capitalino municipio de Arroyo Naranjo), admitió la certeza de la afirmación anterior, en la cual él se ve reflejado. “Las piezas de los carros hay que conseguirlas como se pueda, por eso muchas veces recurrimos al mercado negro, no nos queda otra opción”, precisó.
De igual manera, otros choferes justificaron el alza de los precios de la transportación, pues muchas veces “tenemos que desembolsar grandes sumas de dinero para la compra de piezas o, sencillamente, pagar mano de obra por el arreglo de nuestros autos”.
Rápida actuación del Estado
Teniendo en cuenta las opiniones desfavorables de la población —y todo parece indicar que se han detectado otras irregularidades en este tipo de transportación—, el Estado tomó rápidamente “cartas en el asunto”, hecho que el pueblo agradece siempre.
Así, una nota publicada el viernes último en los medios de prensa digitales e impresos aseguró que se tomarán medidas con aquellos choferes que no acaten la disciplina; lo cual está relacionado con la estabilidad de los precios que hasta ahora estaban establecidos.
Según las autoridades, a partir de este lunes 18 de julio se iniciará un enfrentamiento de los órganos de control en las piqueras, en los corredores y en intercambio con la población, para proceder a darle cumplimiento a esta medida.
Por ahora, solo queda esperar la marcha de dicho proceso, en el cual, sin duda alguna, los más perjudicados son los clientes, mejor dicho, nosotros mismos, el pueblo.
*Los cubanos nombran así a los carros que circulan en el país desde la segunda mitad del siglo pasado, generalmente de procedencia estadounidense.
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