MIRAR(NOS): Cuando decir adiós es irreversible

MIRAR(NOS): Cuando decir adiós es irreversible
Fecha de publicación: 
15 Abril 2016
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Este adiós no maquilla un hasta luego, este nunca no esconde un ojalá…
Joaquín Sabina

 

Para su tranquilidad personal una amiga muy cercana (a quien en lo adelante llamaremos Ana) en el nuevo “modus operandi” que implementa en su nueva vida, ha prometido dejar de contar numéricamente sus encuentros sexuales.

 

Desde que estábamos en el preuniversitario d-escribía de forma exhaustiva cada una de sus peripecias de alcoba. En detalle, explicaba a los lectores las cualidades de cada uno de los compañeritos… lo que les hacía más “felices”, aquello que ponía en ellos los pelos de punta.

 

Secretamente, sin decírselo a ella, siempre sospeché que exageraba en algunos datos. Ana tenía dotes de escritora, de lejos se vislumbraba la literatura como su camino de realización personal. Tuve mis reservas, en principio, porque todas las veces eran buenas o satisfactorias o llenas de enseñanzas para poner en práctica a futuro.

 

Al principio me resultaba extraño, de aldea como soy, que una muchacha se dedicara a escribir sobre aquellas peripecias donde el componente sexual era más que un protagonista.

 

Los domingos, cuando los compañeros de aula de Santa Clara partían a sus casas hasta el lunes temprano o algunos se lanzaban a la aventura de ir a la oficina del director de internado por un pase, ella congregaba a los que quedábamos y leía en voz alta. Como es lógico esquivaba nombres, para no caer en incongruencias éticas.

 

Hace unos días, a propósito de Ana, yo comprobé que la vida no es más que una despedida. La gente toma su rumbo aunque en algún momento, irreductible momento, pensaste para tus adentros que se quedarían para siempre.

 

Por lo menos con tiempo, supe que otra de mis personas favoritas (Ana) se iba, a escribir sus historias en otras atmósferas. Hace mucho que no la veo y nunca pude decirle que era una de mis personas favoritas, ahora de nada vale este intento de despedida, tan cursi como la palabra en sí misma.

 

Y con todo el peso de la derrota, sobre mis hombros empiezan a dolerme tantas veces diciendo adiós. No espero ponerme muy melancólica, porque la melancolía ya es asunto de todos, nadie es exclusivo por ser melancólico y a mí me gusta lo sui generis, lo que se aleja de lo cotidiano, lo que no es “tostenemos”. Hoy no tengo fuerzas para exhortar a nadie, pero prefiero creer que la razón es el viernes, simplemente viernes y ya hoy no tengo fuerzas para nada muy triste.

 

Desde hace un tiempo yo sé, Ud que me lee, espera más de esta columna. Que le salve el día, que le dé un motivo para empezar el viernes con buen pie…

 

Hoy pido disculpas. Me sirvo de esta manera para despedirme de alguien que me lee en la distancia que suponen tantos y tantos cables de teléfono. Aún no ha hecho su aparición en las redes, el rito de las bienvenidas no le resulta ajeno así que aprovecho este espacio para decir adiós.

 

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