René Portocarrero, cien años (+ FOTOS)
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Como todos los grandes pintores, René Portocarrero (1912-1985) era un auténtico poeta, una criatura dotada de especiales sensibilidades. El mundo a sus ojos adquiría un lirismo multicolor.
Fijémonos, por ejemplo, en sus múltiples visiones de La Habana, en las que la ciudad es un trazado geométrico que apenas puede contener el estallido de color. La metáfora es diáfana: la ciudad puede “reducirse” a sus ángulos, pero su esencia es barroca, si se quiere explosiva.
Y hablando de esencias, están sus exquisitas Floras, rostros de mujer de singular expresividad, barrocos también en su concepción, algo expresionistas también, en los que el trazado un tanto grueso se perfila por la carga de significaciones.
Cada una de estas mujeres (o las diferentes visiones de una misma mujer) tienen una “personalidad” que trasciende el hieratismo de la pose, de la expresión.
En la obra de Portocarrero confluyen múltiples caminos: la gran tradición europea —marcada por los vanguardismos— se entronca con un mundo de raíces africanas, mestizo. El resultado es siempre maravilloso.
El Museo Nacional de Bellas Artes exhibe en su edificio de Arte Cubano una muestra por el centenario del artista, que reúne más de dos decenas de sus obras emblemáticas.
Puede el espectador seguir la evolución creativa del artista, el nacimiento y la cristalización de un estilo. Ubicadas en orden estrictamente cronológico, las piezas van mostrando sus intereses temáticos, que casi siempre tienen una fuerte vocación social.
De los primeros años, de mano de una vanguardia, hay algunos retratos y escenas domésticas con evidente desafío a las pautas convencionales: coqueteo con lo abstracto, esencialidad en el dibujo, despliegue intencionado de una paleta vibrante.
Hay aquí un acercamiento a cierta marginalidad, que evita el morbo y la grosería, un mundo de seres sensibles y al mismo tiempo humildes.
Con los años, la raíz barroca se va profundizando. En un paisaje de Trinidad ya se vislumbra los cuadros dedicados a La Habana. Claro, en aquel, el trazado de la villa todavía tiende a las redondeces… En los “retratos” de La Habana triunfa en conglomerado de ángulos, desbordados por el color.
Es el barroco que ni siquiera puede quedarse en la bidimensionalidad del lienzo, y estalla en volúmenes de pintura.
Un tiempo después, llegan las Floras, mucho menos abigarradas, más serenas, pero con el mismo principio: fuerza apenas contenida por las formas.
Hay mujeres, hay ciudades y también hay fiestas, porque Portocarrero se zambulló plenamente en lo popular, que es el semillero de los mitos.
La muestra, que se exhibe en la galería de exposiciones transitorias del tercer piso del edificio de Arte Cubano, es uno de los homenajes a Portocarrero en un centenario pródigo. Téngase en cuenta de que se trata de uno de los más importantes artistas del siglo XX cubano.
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Alba Noemí Perez Saiz
natalia pérez pérez
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