Un hombre de rosado nunca será una mujer hermosa
especiales
Cuando Coco Chanel aseguró que “una mujer en pantalón nunca será un hombre apuesto”, el mundo era más joven y ella fue lo suficientemente oportuna y glamuorosa como para enamorar hasta a los detractores y dejarnos mucho más que una moda a las mujeres: la posibilidad de “llevar los pantalones”.
Por supuesto que la historia es más larga y viene de las luchas feministas en el Paris de los años 20, los nombres de la militante Madeleine Pelletier y la deportista olímpica Violette Morris son imprescindibles a la hora de rememorar la lucha de las muejeres por su derecho a usar esa prenda de vestir que, hasta entonces, era símbolo del poder y la autoridad masculina.
En definitiva, nos pusimos los pantalones y hasta los más machistas agradecen el placer de vernos metidas en unos jeans ajustados, afortunadamente, también porque el mundo creció y comprendió que no es en la prenda de vestir donde va la feminidad de la mujer, entre algunas verdades más profundas.
Sin embargo, ahora nos enfrentamos a otro reto: los hombres también quieren cuidar su imagen y las nuevas generaciones de muchachos apuestan por prácticas históricamente femeninas como hacerse las cejas o las uñas, llevar ropa rosada, estampada con flores o muy ceñida y ante el escándalo de los mayores yo pregunto ¿por qué no?
Para gustos…
… se han hecho colores, dice la sabiduría popular y la moda es cuestión de puro gusto estético, así que las opiniones de los cubanos y cubanas son diversas, eso sí, generalmente se mueven en función de las edades…
Reinier es un abogado que ya llegó a los “ta” : “Yo no usaría ninguna de esas modas. El hombre se ve mejor así machito, como vinimos al mundo”. Aún para esta generación es una cuestión de hombría, sin embargo, si conversas con Wendy, recién graduada de Bioquímica, la cosa tiene otros matices:
“A mi realmente eso no me molesta, nunca he tenido un novio que use cosmeticos, ni que se haga las uñas, no me gusta que se saquen las cejas, pero si ya las tiene sacadas igual es bienvenido. Creo q las mujeres de mi generación se han vuelto tolerantes a esas nuevas tendencias de los hombres y por eso ellos siguen esos patrones femeninos, lo vemos como una cuestión de moda, no tiene nada que ver con que sean más o menos hombres.”
Como Licenciada en Comunicación Social, Yesmín no puede evitar una observación profesional: “lo de los cosméticos me parece más una influencia de la publicidad y una estrategia para ganar un nuevo nicho de mercado”. Ahora, en lo personal, piensa tal y como la mayoría de los que todavía cuentan hasta el veinte y tanto: “En realidad hay prácticas que no me molestan como usar cremas, hacerse el manicure pero no me gusta mucho lo de las cejas, tampoco veo mal que usemos los mismos colores en las ropas como las camisas rosadas en los hombres, por ejemplo”.
Siempre hay extremos, claro, de un lado está Darien, otro que ya cruzó el umbral de los 30 y, concreto como suelen ser los ingenieros afirma: “para mí todo eso es pajarería y degeneración” y en la otra esquina del tema Lean y su novia María Karla, estudiantes de turismo, quienes van juntos al salón de belleza: “nos hacemos las cejas, las manos, no es que Lean vaya a usar uñas acrílicas, pero se corta las cutículas y se lima y se pone brillo liso, yo misma le mantengo las cejas arregladas y hay camisetas que usamos los dos, me encanta verlo lindo, arregladito y eso no tiene nada que ver con la orientación sexual”.
Hace mucho que oigo hablar de los metrosexuales, aquellos hombres que se preocupan mucho por su imagen y no escatiman prácticas para mantenerse intachables a la vista, incluso aquellas habitualmente atribuidas a las mujeres. Tampoco me sorprende ya ver al Tomy, abakua y babalawo, nacido y criado en La Marina con ropa floreada, rosa, naranja, pantalones que cualquiera juraría que son de mujer, camisetas que parecen blusas y los lleva con una masculinidad absolutamente visible. En fin, que quizás llegó la hora de los hombres para revelarse y defender sus derechos a lucir como quieran, sin tantos límites impuestos por la misma ley que nos prohibía, hace años, usar pantalones.
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