TELENOVELA: ¡Mucha Passione!
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Passione fue estrenada en el año 2010 sustituyendo en el horario estelar a la fracasada telenovela Vivir la vida. La trama cerró en las pantallas brasileñas el 14 de enero del 2011, con un total de 209 capítulos. Y aunque la cantidad de episodios puedan indicar un trayecto feliz de la novela, esta se enfrentó a una mala acogida. Aunque la crítica especializada era favorable, los índices de audiencia eran bajos.
Silvio de Abreu, el escritor, comentó en una entrevista que el nombre de su novela remite al sentimiento fatal que su personaje principal, Totó (Tony Ramos), siente por la villana Clara (Mariana Ximenes). Alrededor de esta pasión, que arrastrará al protagonista hacia la ruina, de Abreu creó una novela con la que pretendió que todos los personajes, y sus conflictos, estuvieran relacionados en una sola historia, sin tramas paralelas.
La historia, es una combinación de los presupuestos clásicos de la telenovela: los que villanos glamorosos, en su carrera por el poder y el dinero, vuelven un infierno la vida de los buenos, valiéndose de mentiras y secretos ajenos, y armando una compleja urdimbre de intrigas, matizada por mucho humor y algunas lágrimas.
En su producción, la televisora brasileña realizó una inversión significativa de recursos. Passione es un espectáculo a todo dar. Considerada por los especialistas como un banquete para los ojos y la mente, fue grabada entre Italia y Brasil, específicamente en Toscana y Sao Paulo.
Para viabilizar este empeño, fueron construidas dos ciudades escenográficas en los estudios de Projac en Jacarepaguá. Una reproduce el pueblo ficticio de Laurenza-in-Chianti en Italia, levantada a partir de más de seis mil fotos de asentamientos toscanos–algunos medievales– tomadas por quince profesionales de la emisora brasileña. La otra ciudad es una reconstrucción del barrio paulista de Tatuapé en el transcurre buena parte de la trama.
Abreu explicó a la prensa su gusto por el modo de sentir de los italianos quienes viven las emociones con mucha intensidad y no las reprimen. Esa pasión al vivir fundamenta su novela.
Otro elemento que llamó rápidamente la atención fue el clip de abertura de la novela, un verdadero derroche visual. Para realizarlo, la directora de la novela, Denise Saraceni, convocó al artista de la plástica Vik Muniz. Este artista, conocido por sus obras pop realizadas con materiales diversos como alimentos, páginas de revista e incluso diamantes, revisó varios temas abordados en la historia y, con el reciclaje de basura como punto de partida, los transformó en una serie de signos visuales que representan el amor, la fortuna económica, la región de toscana, el mundo informático, el glamour...
Para tener una idea sobre la complejidad de este trabajo, en la imagen de la pareja besándose que cierra la presentación, Muniz utilizó 4 toneladas de material reciclado, y el proceso duró más de dos meses en el interior de su taller en Río. Hans Donner, el conocido artista que crea las aberturas de las series de la O’ Globo, grabó luego con su equipo las obras de arte realizadas por Muniz, que serían subastadas para acciones de caridad.
El elenco era de lujo. Actores de primera línea comandados por Fernanda Montenegro (Bete Gouveia), una de las actrices más prestigiosas de Brasil. Seguida por el conocido Tony Ramos, hombre que ha envejecido en las pantallas y tiene en su haber una extensa lista de personajes inolvidables para los televidentes, cosa que lo hace muy querido y acogido como familia por los televidentes brasileños.
Junto a ellos una larga lista de actores más jóvenes, llamando la atención el número de galanes jóvenes que trascendía lo acostumbrado. En su elenco, la novela ofrecía a los televidentes varios puntos de giros en las carreras de algunos actores. La actriz, modelo y cantante Mayana Moura debutaba con su rol de Melina, al igual que el paulista Germano Pereira, hasta entonces conocido por su labor en el teatro, quien interpretó a Adamo, el hijo de Totó. Los jóvenes Bianca Bin (Fátima), y Miguel Roncato (Alfredo), también asumían por primera vez un rol en una telenovela, al igual que Larissa Maciel en el personaje de Felicia.
Entre los actores experimentados, Passione brindó la posibilidad a Gabriela Duarte (Jéssica) y a Bruno Gagliasso (Berilo), de estrenarse con éxito en la comedia. Pero el debut más espectacular de todos, por la repercusión que tuvo, fue el de Mariana Ximenes quien, después de actuar en varias teleseries globales, asumía por primera vez la responsabilidad de interpretar a la villana de una telenovela —al igual que Reynaldo Gianecchini con su Fred.
A diferencia de Gianecchinni, a quien se le señaló falta de sutileza en su desempeño, Ximenes fue reconocida en su labor hasta el punto que parte de la crítica especializada afirmó que Clara Medeiros era el gran personaje de la novela. Tanta fue la aceptación del personaje que muchos pidieron al autor que transformara a la malvada en una buena persona y que, al final, la salvara.
Como estrategia de promoción, e insertando a la novela en la vida cotidiana, la telemisora abrió en Twitter los perfiles de algunos personajes de la trama. Por Internet, además, se podía asistir a cada nuevo capítulo con el privilegio exclusivo de escenas editadas en la versión transmitida por la televisión.
A pesar de la millonaria inversión, Passione sufrió en sus inicios bajos índices de audiencia, y esta es un factor determinante en la suerte de un programa en la televisión comercial. Esta crisis fue determinada por la baja aceptación lograda por la telenovela que la antecedió en el espacio estelar de las nueve de la noche, Vivir la vida de Manoel Carlos (autor de Felicidad, Por Amor, y también hacedor de las aburridas Mujeres apasionadas y Páginas de la vida). La trama de Manoel Carlos hizo que el público se fuera a buscar distracción en las series que transmitía la competencia en los canales por cable. Y en ese caldo desfavorable comenzó a desarrollarse Passione.
Junto al poco interés inicial que despertó la serie, las encuestas revelaron que el público sentía vértigo ante la confluencia de tantos conflictos en el mismo tiempo. Muchos espectadores hicieron rechazo al exceso del idioma italiano en la trama, demasiado pintoresco y, por momentos, mal pronunciado. Para colmo, las escenas reflejaban por momentos hábitos napolitanos en la trama que se desarrollaba en la Toscana.
Algunos críticos señalaron que el público podía haberse sentido un poco traicionado por la falta de coherencia de algunos personajes y subtramas. La transformación de un personaje positivo a villano, o viceversa, como ocurrió con el personaje de Melina (Mayana Moura), no era más que estrategias de Abreu para variar un tanto los presupuestos ofrecidos al inicio y llamar la atención del público con sorpresivos sucesos truculentos.
El autor fue coherente con su idea. Tan solo ajustó algunos aspectos para que la novela cobrara la fuerza deseada en los públicos. Una de las primeras cosas que hizo fue aligerar el número de tramas, y desarrollar pocos conflictos al mismo tiempo. De esa manera el público podía disfrutar de las historias sin extraviarse, reteniendo cada detalle de las peripecias. Luego, el autor disminuyó la pronunciación del italiano en los capítulos: la familia europea comenzó a hablar mejor el portugués.
La ocurrencia de algunas escenas deseadas fue pospuesta, como el inevitable encuentro entre Jessica (Gabriela Duarte) y Agostina (Leandra Leal), desarrollando una fuerte expectativa en el público.
Considerado como un Agatha Christie de la telenovela “global”, el también autor de la conocida La próxima víctima recurrió a su más exitosa arma: el crimen. Silvio de Abreu defendió su idea original: una trama concebida en dos tiempos. Primero la novela se concentraría en los sufrimientos por amor de Totó Matolli y, después del capítulo 100, un crimen inesperado desencadenaría la trama policíaca.
El argumento de Passione, hasta ese momento deslizado por los predios de la telenovela tradicional, se develó entonces como una intriga de suspense. Extraños asesinatos y sabotajes comenzaron a acaecer entre los personajes de la historia. Ni siquiera los protagonistas estuvieron a salvo. Fue sembrada entonces la duda benefactora de ratings: “¿Quién mató a…?” Para evitar la divulgación anticipada, fueron escritas y grabadas varias escenas con la muerte de determinados personajes como Melina, Saulo, Diana, Fred y Mauro, para desorientar a los espías mediáticos. Solo en la transmisión se sabría la identidad de la verdadera víctima.
Lo truculento y sorpresivo de los recursos que empleó de Abreu a partir de ahí (revelaciones impactantes, soluciones contra toda expectativa, crímenes engañosos), si bien desencantó un poco a los especialistas, llamó la atención del gran público. Al cerrar la novela, el saldo general fue positivo; los puntajes de gusto habían subido considerablemente. Passione concluyó siendo un éxito.
Ahora Cubavisión la transmite con buenos índices de teleaudiencia. Queda mucho por delante.
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Julio César Mejías Cárdenas
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