El deporte como bisagra en relaciones EE.UU.-Cuba

Dos de las mayores instituciones deportivas de Estados Unidos: la Asociación Nacional de Baloncesto (NBA) y las Grandes Ligas de Béisbol (MLB), enviaron en el transcurso de este año importantes delegaciones a la mayor de las Antillas, y abrieron el camino a otras iniciativas.

Ya se habla de partidos de pretemporada en Cuba en ambas disciplinas, aunque todavía nada sea oficial.

En el fondo de esta última visita está el tema de las salidas ilegales de peloteros cubanos hacia Estados Unidos, que no solamente afecta al béisbol cubano, sino, sobre todo, pone en peligro la vida de los propios deportistas en muchos casos, y no les permite negociar en igualdad de condiciones con sus pares latinoamericanos, ni poder luego disfrutar de sus triunfos con aquellos que los formaron.

Esto apenas se está discutiendo, y aunque «oficialmente» no están presentes ambos Gobiernos, por la parte cubana se encuentra Antonio Castro, vicepresidente de la Federación cubana, y por la estadounidense, diversos medios han mencionado a Benjamin J. Rhodes, uno de los asesores del presidente Barack Obama, además de las propias autoridades de MLB. Este Rhodes fue uno de los dos oficiales de la Casa Blanca que negociaron anteriormente el canje de prisioneros que ocurrió el 17 de diciembre de 2014, y si se logró algo tan complejo como el regreso de Antonio, Gerardo y Ramón, ¿cómo ver como imposible una normalización del estatus de los peloteros cubanos en Grandes Ligas?

Independientemente de esto, que pudiera todavía tardar un buen tiempo, de momento vale rescatar el acercamiento entre grandes figuras del deporte de ambas naciones, más allá de las visitas de algunos peloteros a Miami en los últimos meses, reducidas al ámbito de la comunidad cubana, sin la merecida divulgación, y con la consabida «mala leche» del sector de la ultraderecha miamense, que entorpece, o intenta entorpecer, cualquier intercambio civilizado entre ambas partes.

Estos son apenas muestras de lo que puede hacer el deporte, pero muestras contundentes de que con buena voluntad se pueden derribar los más sólidos muros.