Marlon Yant, inmenso frente a la net y en la vida
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Marlon Yant Herrera es grande y no solo de tamaño. Pudiera pensarse que la inmensidad la heredó únicamente de su madre, la notable baloncestista Grisel Herrera; pero, a sus dos metros y cuatro centímetros de estatura, hay que añadirle una profunda sencillez que lleva impregnada desde la raíz.
Al menos así lo recuerda este redactor, quien compartió con él varios momentos de la infancia.
Quizás esa apuesta por mostrarse siempre natural, unido a su talento innato, hayan sido los responsables de impulsarlo por los derroteros del voleibol, deporte que le permitió debutar en una selección para mayores, cuando apenas era adolescente y del que ha sabido aprender en cada campeonato.
"Yo tuve referentes en casa. Mi papá fue jugador de balonmano y mi mamá de baloncesto. Realmente mi inclinación por este deporte llegó luego de ver un partido en la escuela primaria donde estudiaba, y me llamó tanto la atención que, un año después de comenzar, me captaron para entrar en la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar, de Villa Clara.
"Poco a poco fui creciendo y mejorando hasta llegar al equipo nacional, donde me destaqué en varias competencias. Como consecuencia de esto se da mi inicio en el nivel profesional, pues el club Chaumont, de Francia, me contrató en 2018 y abrió el camino para que después pasara cuatro años en el club italiano Lube Civitanova.
"La experiencia en Italia fue la que más me marcó, porque el conjunto ganó dos campeonatos y fui identificado como protagonista en el logro de esos triunfos, además de que tuve un alto rendimiento individual, que, según mis compañeros, también fui capaz de transmitir a ellos".
A pesar de que ha enfrentado a innumerables rivales, Marlon Yant asegura que antes de cada partido trata de identificar las posibles debilidades del contrario para llegar al choque mentalmente preparado, mientras que por la parte física la serenidad la garantiza el entrenamiento constante, aspectos fundamentales para dar lo mejor por la Superliga rusa en la que compite actualmente.
"En el voleibol es muy importante el trabajo en equipo. Las individualidades no caben aquí y el día que quepan perderás, aunque seas el mejor jugador del mundo. En este deporte la comunicación no puede faltar para poder apoyarnos entre todos y cumplir cualquier función dependiendo de la posición en la que nos encontremos.
No todos los jugadores tienen el mismo rol. Hay algunos que se especializan más en el bloqueo, otros en el pase... Mi posición, por ejemplo, es la más completa porque lo tengo que hacer todo, pero yo le doy más importancia a la recepción por ser el primer toque del balón que garantizará la jugada y así el punto para el equipo".
El voleibol le ha dado a Marlon la posibilidad de viajar y de ayudar a su familia, así como de seguir soñando. Aunque en estos momentos lo golpea un poco el hecho de estar lejos de casa, afirma que este es un deporte que le gusta practicar, porque lo entretiene y contribuye a su paz mental. Y el mayor agradecimiento es para su progenitora, por el impulso y los tantos consejos.
"Mi mamá me ha ayudado mucho. Ella participó en tres Juegos Olímpicos y yo sueño con seguir los mismos pasos y estar al menos en uno. No voy a parar hasta conseguirlo, porque desde que empecé en el voleibol, su compromiso ha sido tan grande que ha aprendido de este deporte tanto como yo para poder aconsejarme.
"Por eso mi mensaje para los más nuevos es que se entrenen, se entrenen y se entrenen hasta cansarse y que no se rindan, porque los resultados llegan tarde o temprano si eres capaz de sacrificarte".
Marlon Yant es hoy una estrella del voleibol cubano e internacional y de ello hablan tanto los premios como el talento que posee. Se lo ha ganado a golpe de entrenamiento y de trabajo en equipo, reglas de oro del deporte de la malla alta al que un día entró por azar y del que no ha podido salir.
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